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                                                                                                                                Pablus, poeta de milagros silvestres

                                                                                                                                Necesitaba oxigenarme de la violencia que intenta destrozar a mordiscos la paz, ventilarme de los funcionarios mediocres y lambones que persiguen apellidos en cacerías de brujas, y de los fariseos indignados por las maestras que preguntan por la verdad.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                De repente apareció en Facebook una página sugerida: “Seguidores de Pablus Gallinazus”. ¡Pablus! Artista maravilloso, poeta rebelde —perdón por el pleonasmo—, que nos enseñó a protestar porque la vida ha sido injusta desde chiquita. No habían pasado siete segundos cuando ya estaba navegando en su página y el tiempo empezó a correr, pero hacia atrás, como se mueven los recuerdos.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                En una entrevista le oí decir a Pablus Gallinazus que uno debe ser útil y armónico y escribir poesía, es decir, “hablar sin recortes, con generosidad y con la verdad”. ¡Qué felicidad saber que buena parte de mi rebeldía la tejí cantando la suya!

                                                                                                                                Pablus, el nadaísta a quien las emisoras y los gobiernos de turno vetaban porque la crítica es el oxígeno del pueblo y la pesadilla del poder, fue voz, motor y piel de una generación que tenía la capacidad de llamar las cosas por su nombre, de ser políticamente incorrecta y no resignarse a ninguna de las expresiones de la infamia. Una generación que vivía para defender la vida misma, rechazar las presiones y opresiones de los imperialismos, y tenerle más miedo al miedo que a la muerte; una generación ebria de sueños y urgida de emancipación. Protestar era el nombre del juego, la fiebre cotidiana que nos daba cuerda para cruzar ríos y cuadernos. Estábamos dispuestos a lo que fuera con tal de salvar la libertad: ya habíamos descubierto que la costumbre es una enfermedad de transmisión social.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le dije y me prometí que cuando pase esta locura viral iré a verlo. Una o dos generaciones —quizá tres— aprendimos con sus canciones a inventar primaveras y a no quedarnos callados. Un día a las seis estaré frente a su puerta; le llevaré “una flor para mascar” y le daré las gracias por haberme acompañado —sin saberlo ni abandonarme— a ser y resistir en este camino libertario, imperfecto y soñador.

                                                                                                                                gloria.arias2404@gmail.com

                                                                                                                                Necesitaba oxigenarme de la violencia que intenta destrozar a mordiscos la paz, ventilarme de los funcionarios mediocres y lambones que persiguen apellidos en cacerías de brujas, y de los fariseos indignados por las maestras que preguntan por la verdad.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                De repente apareció en Facebook una página sugerida: “Seguidores de Pablus Gallinazus”. ¡Pablus! Artista maravilloso, poeta rebelde —perdón por el pleonasmo—, que nos enseñó a protestar porque la vida ha sido injusta desde chiquita. No habían pasado siete segundos cuando ya estaba navegando en su página y el tiempo empezó a correr, pero hacia atrás, como se mueven los recuerdos.

                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                Mi ventana de ciudad se llenó de rosas rojas y amarillas, y de mulas revolucionarias que bajaban del monte. Era de esperarse; uno está hecho de una arcilla donde quedan las huellas de todo lo que le ha pasado: el eco de lo que tarareaba de ida al colegio, la fuerza de los amores que le dieron vida y agonía al corazón, y los hilos que nos remiendan la memoria; uno lleva puestas las ecuaciones del tablero y las otras, las inquilinas que se convirtieron en dilemas y nos cambiaron las líneas de la mano por círculos concéntricos de heridas y reconciliaciones.

                                                                                                                                En una entrevista le oí decir a Pablus Gallinazus que uno debe ser útil y armónico y escribir poesía, es decir, “hablar sin recortes, con generosidad y con la verdad”. ¡Qué felicidad saber que buena parte de mi rebeldía la tejí cantando la suya!

                                                                                                                                Pablus, el nadaísta a quien las emisoras y los gobiernos de turno vetaban porque la crítica es el oxígeno del pueblo y la pesadilla del poder, fue voz, motor y piel de una generación que tenía la capacidad de llamar las cosas por su nombre, de ser políticamente incorrecta y no resignarse a ninguna de las expresiones de la infamia. Una generación que vivía para defender la vida misma, rechazar las presiones y opresiones de los imperialismos, y tenerle más miedo al miedo que a la muerte; una generación ebria de sueños y urgida de emancipación. Protestar era el nombre del juego, la fiebre cotidiana que nos daba cuerda para cruzar ríos y cuadernos. Estábamos dispuestos a lo que fuera con tal de salvar la libertad: ya habíamos descubierto que la costumbre es una enfermedad de transmisión social.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Le dije y me prometí que cuando pase esta locura viral iré a verlo. Una o dos generaciones —quizá tres— aprendimos con sus canciones a inventar primaveras y a no quedarnos callados. Un día a las seis estaré frente a su puerta; le llevaré “una flor para mascar” y le daré las gracias por haberme acompañado —sin saberlo ni abandonarme— a ser y resistir en este camino libertario, imperfecto y soñador.

                                                                                                                                gloria.arias2404@gmail.com

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