La solidaridad y la memoria son cimientos y son veleros que nos salvan ante el dolor de la muerte, protegen los recuerdos y no se cansan de buscar la verdad.
Este año la embajada de México en Colombia dedica la celebración del día Muertos a honrar a nuestros firmantes de paz asesinados.
He vivido la hermandad entre México y Colombia, dos pueblos predestinados a compartir cariño y juntanza, el dolor por la violencia y la fortaleza frente a la adversidad; ambos países se visten de vida, con los colores reteñidos en los manteles y en las banderas de papel, y el fervor en las procesiones a la virgen; en ambos suenan guitarrones y trompetas en las fiestas y en las marchas fúnebres, en las plazas donde se defiende la democracia y al pie de los balcones donde viven las enamoradas.
México es un país mágico, y Colombia el país de la belleza. Ambos se han construido, entristecido y fortalecido entre la vida y la muerte, entre revoluciones y conquistas, amenazas y resistencia. Ambos tienen calles de piedra, fachadas de barro y flores todo el año. Ambos se abrazan en los museos y en las cocinas, en la literatura y en los artistas, en los mares y en las consignas de no claudicar.
“La paz es el derecho raíz, el que hace posible la concreción de los demás derechos económicos, sociales, educativos y culturales”, dice Martha Patricia Ruiz, embajadora de México en Colombia. Me consta que ella ha estado al pie de la paz, convencida, humana y solidaria. Considera que el “proyecto de la paz total es muy ambicioso y apoyable” y nos ha acompañado en una causa en la que ella y su país, creen.
Ha sido constante la preocupación de la embajadora por la vida de los firmantes de paz. Dice que los y las firmantes “asumieron el compromiso con sinceridad y aplomo, entregaron todo, y si hay avances en el cumplimiento de los acuerdos es debido al cumplimiento de los firmantes; nos parece una gran traición que ahora los estén asesinando… ¿de parte de quién? ¿Quiénes son los enemigos de la paz en Colombia?”.
Las mismas preguntas nos hemos planteado desde hace 7 años. Ha habido pocas respuestas y no se han visto decisiones firmes ni soluciones suficientes y efectivas. Parece que las preguntas le han quedado grandes a los gobiernos y a la sociedad, a las instituciones encargadas de salvaguardar la vida y a una inteligencia rezagada o no escuchada.
A los firmantes de paz les seguimos fallando. Ellos han cumplido y nosotros no. Más de 400 firmantes asesinados y una impunidad vergonzosa por la que nadie responde. El espejo retrovisor ya se partió de tanto usarlo y recorridos 14 meses de la potencia mundial de la vida, a los excombatientes y a los líderes sociales los siguen matando. Dejemos de esconder la realidad en eufemismos, expresiones burocráticas y proyectos de papel: Hemos sido incapaces de impedir estos asesinatos y -con poquísimas excepciones- siguen libres los autores materiales e intelectuales. Imposible corregir el error -y el horror- si no empezamos por nombrarlo y asumirlo como lo que es: una tragedia, un exterminio.
Gracias, querida embajadora, por sentir dolor por nuestros muertos. Gracias por invitarnos a honrar la vida, a no olvidar lo inolvidable y cumplir lo prometido en el Acuerdo de Paz.
Noviembre. Altar de muertos y flores de cempoalxúchital, tamales y agua bendita, chocolate y humo de copal.
La cita en el Centro Cultural Gabriel García Márquez empieza mañana y durará un mes. México y Colombia, tradiciones, catrinas y ofrendas; velas encendidas y dos países unidos para que la paz no siga costando la vida.
La solidaridad y la memoria son cimientos y son veleros que nos salvan ante el dolor de la muerte, protegen los recuerdos y no se cansan de buscar la verdad.
Este año la embajada de México en Colombia dedica la celebración del día Muertos a honrar a nuestros firmantes de paz asesinados.
He vivido la hermandad entre México y Colombia, dos pueblos predestinados a compartir cariño y juntanza, el dolor por la violencia y la fortaleza frente a la adversidad; ambos países se visten de vida, con los colores reteñidos en los manteles y en las banderas de papel, y el fervor en las procesiones a la virgen; en ambos suenan guitarrones y trompetas en las fiestas y en las marchas fúnebres, en las plazas donde se defiende la democracia y al pie de los balcones donde viven las enamoradas.
México es un país mágico, y Colombia el país de la belleza. Ambos se han construido, entristecido y fortalecido entre la vida y la muerte, entre revoluciones y conquistas, amenazas y resistencia. Ambos tienen calles de piedra, fachadas de barro y flores todo el año. Ambos se abrazan en los museos y en las cocinas, en la literatura y en los artistas, en los mares y en las consignas de no claudicar.
“La paz es el derecho raíz, el que hace posible la concreción de los demás derechos económicos, sociales, educativos y culturales”, dice Martha Patricia Ruiz, embajadora de México en Colombia. Me consta que ella ha estado al pie de la paz, convencida, humana y solidaria. Considera que el “proyecto de la paz total es muy ambicioso y apoyable” y nos ha acompañado en una causa en la que ella y su país, creen.
Ha sido constante la preocupación de la embajadora por la vida de los firmantes de paz. Dice que los y las firmantes “asumieron el compromiso con sinceridad y aplomo, entregaron todo, y si hay avances en el cumplimiento de los acuerdos es debido al cumplimiento de los firmantes; nos parece una gran traición que ahora los estén asesinando… ¿de parte de quién? ¿Quiénes son los enemigos de la paz en Colombia?”.
Las mismas preguntas nos hemos planteado desde hace 7 años. Ha habido pocas respuestas y no se han visto decisiones firmes ni soluciones suficientes y efectivas. Parece que las preguntas le han quedado grandes a los gobiernos y a la sociedad, a las instituciones encargadas de salvaguardar la vida y a una inteligencia rezagada o no escuchada.
A los firmantes de paz les seguimos fallando. Ellos han cumplido y nosotros no. Más de 400 firmantes asesinados y una impunidad vergonzosa por la que nadie responde. El espejo retrovisor ya se partió de tanto usarlo y recorridos 14 meses de la potencia mundial de la vida, a los excombatientes y a los líderes sociales los siguen matando. Dejemos de esconder la realidad en eufemismos, expresiones burocráticas y proyectos de papel: Hemos sido incapaces de impedir estos asesinatos y -con poquísimas excepciones- siguen libres los autores materiales e intelectuales. Imposible corregir el error -y el horror- si no empezamos por nombrarlo y asumirlo como lo que es: una tragedia, un exterminio.
Gracias, querida embajadora, por sentir dolor por nuestros muertos. Gracias por invitarnos a honrar la vida, a no olvidar lo inolvidable y cumplir lo prometido en el Acuerdo de Paz.
Noviembre. Altar de muertos y flores de cempoalxúchital, tamales y agua bendita, chocolate y humo de copal.
La cita en el Centro Cultural Gabriel García Márquez empieza mañana y durará un mes. México y Colombia, tradiciones, catrinas y ofrendas; velas encendidas y dos países unidos para que la paz no siga costando la vida.