Imaginemos que logramos ordenar a los 45 millones de colombianos en una fila, de acuerdo con su nivel de ingreso —de menor a mayor—. En un extremo queda entonces el colombiano más pobre; en el otro, el más rico.
Luego, con el propósito de definir grupos, vamos contando desde el extremo pobre hacia el costado rico. Cuando llegamos al colombiano número nueve millones, tenemos una quinta parte de los 45 millones. Podemos decir que tenemos ya un primer grupo que incluye el 20% más pobre de los colombianos.
Continuamos nuestro conteo hasta sumar nueve millones más, y llegamos así al colombiano número 18 millones. Tenemos el segundo grupo. Y seguimos así con los grupos tres, cuatro y cinco. Cada grupo representa 20% de la población total. Completamos los 45 millones de colombianos en cinco grupos de nueve millones. Sí, en el último grupo están los colombianos más ricos.
Pasemos ahora a ver la distribución del ingreso. De acuerdo con las cifras del Banco Mundial, al último grupo —el de los más ricos— le toca 55,7% de todo el ingreso nacional. Mientras tanto, el primer grupo, el de los nueve millones más pobres, se reparte apenas 3,9% del ingreso total. Si viéramos todo el ingreso como una torta, veríamos claramente que la repartición de las tajadas es bastante inequitativa. Mientras a los nueve millones más ricos les corresponde cerca del 56% de la torta, los 36 millones restantes tienen que repartirse 44% de la torta.
A pesar de lo que dicen los optimistas, esta distribución inequitativa no ha cambiado sustancialmente en los últimos años. El quintil más pobre tenía menos del 4% del ingreso de todo el país en 1992 (3,7%). Y al grupo más rico le correspondía el 56,7%. Es prácticamente la misma situación de ahora.
Seguimos teniendo una de las peores distribuciones a nivel mundial. ¿Debería preocuparnos esta inequidad? Sí, por varias razones prácticas. Menciono solo dos. Primero, las tajadas pequeñas de los más pobres muestran que el país tiene una economía que no aprovecha las capacidades productivas de millones de colombianos. Quedan desempleados, subempleados o, en el mejor de los casos, empleados en sectores de baja productividad laboral. Por eso sus salarios —ingresos— son bajos. Y, segundo, el altruismo de quienes comen la tajada grande de la torta no es suficiente para que las cosas mejoren a favor de los más pobres. Además, estos privilegiados a veces usan su poder político para que todo siga como está. No cambia la distribución, la torta tampoco crece de manera importante (crecimiento económico mediocre).
Las capacidades económicas desiguales de los colombianos se traducen en capacidades políticas también desiguales. Unos pocos deciden el destino de muchos. Debe preocuparnos entonces que la inequidad afecte la legitimidad de la democracia. Si no, ¿cuál es la alternativa?, ¿sentirnos orgullosos de una democracia que solo atiende las necesidades socioeconómicas de una minoría?
* Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).
Imaginemos que logramos ordenar a los 45 millones de colombianos en una fila, de acuerdo con su nivel de ingreso —de menor a mayor—. En un extremo queda entonces el colombiano más pobre; en el otro, el más rico.
Luego, con el propósito de definir grupos, vamos contando desde el extremo pobre hacia el costado rico. Cuando llegamos al colombiano número nueve millones, tenemos una quinta parte de los 45 millones. Podemos decir que tenemos ya un primer grupo que incluye el 20% más pobre de los colombianos.
Continuamos nuestro conteo hasta sumar nueve millones más, y llegamos así al colombiano número 18 millones. Tenemos el segundo grupo. Y seguimos así con los grupos tres, cuatro y cinco. Cada grupo representa 20% de la población total. Completamos los 45 millones de colombianos en cinco grupos de nueve millones. Sí, en el último grupo están los colombianos más ricos.
Pasemos ahora a ver la distribución del ingreso. De acuerdo con las cifras del Banco Mundial, al último grupo —el de los más ricos— le toca 55,7% de todo el ingreso nacional. Mientras tanto, el primer grupo, el de los nueve millones más pobres, se reparte apenas 3,9% del ingreso total. Si viéramos todo el ingreso como una torta, veríamos claramente que la repartición de las tajadas es bastante inequitativa. Mientras a los nueve millones más ricos les corresponde cerca del 56% de la torta, los 36 millones restantes tienen que repartirse 44% de la torta.
A pesar de lo que dicen los optimistas, esta distribución inequitativa no ha cambiado sustancialmente en los últimos años. El quintil más pobre tenía menos del 4% del ingreso de todo el país en 1992 (3,7%). Y al grupo más rico le correspondía el 56,7%. Es prácticamente la misma situación de ahora.
Seguimos teniendo una de las peores distribuciones a nivel mundial. ¿Debería preocuparnos esta inequidad? Sí, por varias razones prácticas. Menciono solo dos. Primero, las tajadas pequeñas de los más pobres muestran que el país tiene una economía que no aprovecha las capacidades productivas de millones de colombianos. Quedan desempleados, subempleados o, en el mejor de los casos, empleados en sectores de baja productividad laboral. Por eso sus salarios —ingresos— son bajos. Y, segundo, el altruismo de quienes comen la tajada grande de la torta no es suficiente para que las cosas mejoren a favor de los más pobres. Además, estos privilegiados a veces usan su poder político para que todo siga como está. No cambia la distribución, la torta tampoco crece de manera importante (crecimiento económico mediocre).
Las capacidades económicas desiguales de los colombianos se traducen en capacidades políticas también desiguales. Unos pocos deciden el destino de muchos. Debe preocuparnos entonces que la inequidad afecte la legitimidad de la democracia. Si no, ¿cuál es la alternativa?, ¿sentirnos orgullosos de una democracia que solo atiende las necesidades socioeconómicas de una minoría?
* Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).