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Podemos quedarnos dando vueltas en un diagnóstico amplio de la protesta con todas sus causas, actores o posibles elementos de injerencia internacional, pero la lectura del panorama social ya es suficiente para reconocer que un diálogo nacional es indispensable y que ese diálogo debe empezar con puntos específicos de convergencia en los que ciudadanos, empresarios, sindicatos y políticos no tienen razones fuertes para discrepar.
Un punto de partida debe ser la priorización del empleo, en especial de los jóvenes y las mujeres. Actualmente 1) hay 3,4 millones de desempleados; 2) la tasa de desempleo de los jóvenes está alrededor de 24 %, ¡31 % para las mujeres jóvenes!; 3) uno de cada tres jóvenes ni estudia ni trabaja; 4) ¡la incidencia de la pobreza llega al 51 % si el jefe de hogar es menor de 25 años!, y 5) si se trata de jefa de hogar, la pobreza es mayor. Son 21 millones los colombianos pobres que no alcanzan a contar con $11.000 al día para su alimentación, vivienda y otras necesidades básicas. La pobreza y el deterioro del mercado laboral (en especial de los menos educados) son dos caras de una misma moneda. Cuando “el jefe de hogar” está desempleado, la pobreza alcanza el 70 %.
Se necesita de inmediato una agenda económica de medidas de emergencia. Y la palabra clave es empleo. En este sentido (y en otros también), el Gobierno se ha quedado corto en su atención económica de la crisis. Debe aceptarlo y corregir a través del diálogo nacional, aprovechando las ideas de quienes, sin renunciar a su condición de oposición política al Gobierno, muestran disposición colaborativa ante los desafíos del país.
Hay que reconocer y valorar, entonces, las demostraciones críticas y a la vez serias y constructivas de la Coalición de la Esperanza para avanzar en la solución pacífica de los desacuerdos del país. Y vale la pena recordar que desde el año pasado Sergio Fajardo propuso Empleo de emergencia ya, con proyectos públicos de empleo y la recuperación de empleo en el sector privado. El programa, además de estar orientado por criterios que no pueden ser más vigentes en medio de la convulsión social que vivimos: “(i) una respuesta agresiva al efecto dramático de la crisis actual, (ii) una articulación institucional efectiva de los niveles nacional, regional y local, y (iii) la atención de elementos críticos como la inequidad de género y el desempleo juvenil”, ayudaría a construir capacidades para el desarrollo productivo, con vocación regional, y a mejorar el bienestar social de las poblaciones más pobres.
La reactivación con empleo debe ser un punto focal para el diálogo constructivo que espera la ciudadanía. Apunta a los aspectos centrales de la pobreza y del malestar social de los colombianos que se manifiesta ahora en las calles. Esa es la prioridad. A partir de allí, debe sumarse un ingreso básico para los más pobres, no entendido como la panacea de la política pública y social del Estado, ni como la válvula de escape de responsabilidades del Gobierno en su tarea de liderar, diseñar y ejecutar una reactivación económica sólida, ni tampoco en sus versiones ilusas de renta básica universal, sino como una medida necesaria, transitoria y focalizada para los más pobres en medio de la crisis, y entendida como recurso complementario de acciones decididas del Estado para crear empleo digno.
* Ph.D. en Economía, University of Massachusetts-Amherst. Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).
** Nota de divulgación para esta columna: el autor es parte del equipo que diseñó “Empleo de emergencia ya”.