El nuevo ministro de Hacienda y Crédito Público, Diego Guevara, tendrá muchas tareas —que conoce perfectamente—, de las cuales la responsabilidad fiscal es la más importante de todas.
Al decir responsabilidad fiscal, vale la pena tener presente que las cuentas fiscales son de la Nación, independientemente del proyecto político que triunfa en las elecciones presidenciales. De hecho, no hay proyecto político, por loable que sea, que pueda ser sostenible sin sostenibilidad fiscal. No es debate de ortodoxia ni heterodoxia, o de derecha o izquierda, que las cuentas cuadren.
Oportuno recordar cuatro puntos sobre la política fiscal del gobierno Petro, que he mencionado en columnas anteriores. Primero, hasta hoy el Gobierno ha cumplido con todas sus obligaciones, incluso luego de heredar: una deuda alta del Gobierno Nacional Central (GNC), cercana al 58 % del PIB; un déficit fiscal superior al 5 % del PIB, y un saldo excesivo del Fondo de Estabilización de los Precios de los Combustibles (FEPC) de 37 billones de pesos en 2022.
Segundo, en 2023 se cumplió la regla fiscal, principalmente como resultado del presupuesto y la reforma tributaria aprobados por el Congreso de la República a finales de 2022, con el liderazgo del exministro Ocampo en la agenda económica.
Tercero, es probable que la regla fiscal se cumpla en el 2024, pero con desorden en la presupuestación de ingresos tributarios y atajando el gasto en el camino, generando problemas de planeación y ejecución en la administración pública. Algo que habría podido evitarse sincerando las cuentas fiscales desde el principio.
Y cuarto, el año 2025 arranca con el “pie izquierdo”, con un presupuesto que no fue aprobado por el Congreso de la República y al que tendrán que hacérsele recortes inmediatos. Preocupa también la incertidumbre sobre la forma en que se cerrará el saldo del FEPC de 2024 —hoy cinco veces menor que al finalizar el gobierno Duque—. Sería insensato no completar la tarea bien manejada hasta ahora por el Gobierno.
Al enfrentar este panorama fiscal, el ministro Guevara tiene el inmenso desafío político de lograr dos acuerdos. El primero con algunas bancadas en el Congreso de la República. Ante una ley de financiamiento con débiles signos vitales, tendrá seguramente que proponer una nueva ley para ganar algo de espacio fiscal, con ajustes razonables en la regla fiscal o con medidas orientadas a mejorar la eficiencia del recaudo. Es improbable políticamente un intento de reforma tributaria estructural, a pesar de voces despistadas en ese sentido.
Y quizás el acuerdo más importante es al interior del Ejecutivo para seguir cumpliendo las premisas de la responsabilidad fiscal. No contar con el apoyo de sus colegas de gabinete sería la verdadera expresión del “enemigo interno”, que hizo tanta carrera al iniciar el Gobierno y que contribuyó al “triunfo” (para algunos) de romper el acuerdo nacional que convocaba fuerzas políticas diversas alrededor de los proyectos del Gobierno. Vaya “triunfo”, por cierto.
La atención del desafío fiscal es además la base para que el Gobierno pueda ser más persuasivo en su intención de que el Banco de la República defina menores tasas de interés, dados los buenos resultados en el control de la inflación.
Éxitos, ministro, con el gran reto.
* Exviceministro técnico de Hacienda y Crédito Público. Profesor titular de Economía de la Universidad Javeriana.
El nuevo ministro de Hacienda y Crédito Público, Diego Guevara, tendrá muchas tareas —que conoce perfectamente—, de las cuales la responsabilidad fiscal es la más importante de todas.
Al decir responsabilidad fiscal, vale la pena tener presente que las cuentas fiscales son de la Nación, independientemente del proyecto político que triunfa en las elecciones presidenciales. De hecho, no hay proyecto político, por loable que sea, que pueda ser sostenible sin sostenibilidad fiscal. No es debate de ortodoxia ni heterodoxia, o de derecha o izquierda, que las cuentas cuadren.
Oportuno recordar cuatro puntos sobre la política fiscal del gobierno Petro, que he mencionado en columnas anteriores. Primero, hasta hoy el Gobierno ha cumplido con todas sus obligaciones, incluso luego de heredar: una deuda alta del Gobierno Nacional Central (GNC), cercana al 58 % del PIB; un déficit fiscal superior al 5 % del PIB, y un saldo excesivo del Fondo de Estabilización de los Precios de los Combustibles (FEPC) de 37 billones de pesos en 2022.
Segundo, en 2023 se cumplió la regla fiscal, principalmente como resultado del presupuesto y la reforma tributaria aprobados por el Congreso de la República a finales de 2022, con el liderazgo del exministro Ocampo en la agenda económica.
Tercero, es probable que la regla fiscal se cumpla en el 2024, pero con desorden en la presupuestación de ingresos tributarios y atajando el gasto en el camino, generando problemas de planeación y ejecución en la administración pública. Algo que habría podido evitarse sincerando las cuentas fiscales desde el principio.
Y cuarto, el año 2025 arranca con el “pie izquierdo”, con un presupuesto que no fue aprobado por el Congreso de la República y al que tendrán que hacérsele recortes inmediatos. Preocupa también la incertidumbre sobre la forma en que se cerrará el saldo del FEPC de 2024 —hoy cinco veces menor que al finalizar el gobierno Duque—. Sería insensato no completar la tarea bien manejada hasta ahora por el Gobierno.
Al enfrentar este panorama fiscal, el ministro Guevara tiene el inmenso desafío político de lograr dos acuerdos. El primero con algunas bancadas en el Congreso de la República. Ante una ley de financiamiento con débiles signos vitales, tendrá seguramente que proponer una nueva ley para ganar algo de espacio fiscal, con ajustes razonables en la regla fiscal o con medidas orientadas a mejorar la eficiencia del recaudo. Es improbable políticamente un intento de reforma tributaria estructural, a pesar de voces despistadas en ese sentido.
Y quizás el acuerdo más importante es al interior del Ejecutivo para seguir cumpliendo las premisas de la responsabilidad fiscal. No contar con el apoyo de sus colegas de gabinete sería la verdadera expresión del “enemigo interno”, que hizo tanta carrera al iniciar el Gobierno y que contribuyó al “triunfo” (para algunos) de romper el acuerdo nacional que convocaba fuerzas políticas diversas alrededor de los proyectos del Gobierno. Vaya “triunfo”, por cierto.
La atención del desafío fiscal es además la base para que el Gobierno pueda ser más persuasivo en su intención de que el Banco de la República defina menores tasas de interés, dados los buenos resultados en el control de la inflación.
Éxitos, ministro, con el gran reto.
* Exviceministro técnico de Hacienda y Crédito Público. Profesor titular de Economía de la Universidad Javeriana.