En ocasiones, lo que se ve en los noticieros acerca de las reuniones gremiales que han tenido lugar estas semanas, parece un mitin político o el congreso ideológico de un partido.
Cada vez que pueden, los dirigentes gremiales atacan al Gobierno. Con ferocidad, especialmente Jaime Alberto Cabal, de Fenalco, quien se siente en una tribuna pública.
¿Todo eso sí ayuda a sus agremiados? ¿Las reuniones gremiales sí son para eso? Es decir, ¿el congreso anual de un gremio es el lugar para que el dirigente del gremio exprese su ideología, sus fobias y sus odios? En el caso de Fenalco, ¿no será que los comerciantes de Colombia estarían mejor si su dirigente gremial fuera más listo, cuando se ha tratado de plantear su relación con el Gobierno? Las cifras del comercio no son buenas hace varios meses; ¿atacar al Gobierno es la fórmula para reactivar el sector?
Y mucho de esto se puede decir de otros gremios y sus dirigentes, cada vez que están ante un micrófono o delante de una audiencia. Ya es una compulsión en ellos despacharse contra el Gobierno.
Yo sé bien que el Gobierno ha hostilizado a ciertos sectores del empresariado, creando un mal clima para el desarrollo de la economía que, invariablemente, debe contar con los empresarios para generar crecimiento y empleo. Eso es “impepinable”. Eso ha sido una terrible torpeza del presidente Petro, pero no creo que la confrontación con el Gobierno sea una buena estrategia de parte del empresariado.
Yo creo que el presidente Petro no ha gobernado bien. Yo creo que su política de paz total ha producido una mortandad entre la población civil y además ha fortalecido a los criminales organizados. Yo creo que estatizar la salud es un error inmenso. Yo creo que su política de transición energética ha puesto al país ante riesgos inconcebibles. Yo creo que en su gobierno hay una profunda corrupción pública y que eso lo deslegitima. En fin…
Aunque hay cosas buenas también –la restitución de tierras y los programas de asistencia social, por ejemplo–, estas parecen desdibujarse en la sombra negra que proyectan los terribles desaciertos de la política pública. Entonces, claro que hay razones para estar muy angustiados, claro que sí. Y hay que señalarlo y decirlo, pero con inteligencia, con tino, y en los ámbitos que son. Y hay que entenderse con los funcionarios del Gobierno; esto es lo que hay, este es el gobierno que hay, y hay que trabajar con lo que hay.
La postura de muchos empresarios y dirigentes económicos es tan preocupante, están tan ideologizados ellos mismos –como el propio presidente al que atacan–, que ya están apertrechados, acuartelados, esperando las próximas elecciones a ver si el péndulo vuelve y pueden “recuperar la confianza inversionista” y actuar. Como si nuestros problemas de pobreza, desigualdad y violencia dieran espera.
Muchos empresarios y dirigentes solo están contando los meses para que el gobierno por fin termine. Mala cosa para Colombia.
En ocasiones, lo que se ve en los noticieros acerca de las reuniones gremiales que han tenido lugar estas semanas, parece un mitin político o el congreso ideológico de un partido.
Cada vez que pueden, los dirigentes gremiales atacan al Gobierno. Con ferocidad, especialmente Jaime Alberto Cabal, de Fenalco, quien se siente en una tribuna pública.
¿Todo eso sí ayuda a sus agremiados? ¿Las reuniones gremiales sí son para eso? Es decir, ¿el congreso anual de un gremio es el lugar para que el dirigente del gremio exprese su ideología, sus fobias y sus odios? En el caso de Fenalco, ¿no será que los comerciantes de Colombia estarían mejor si su dirigente gremial fuera más listo, cuando se ha tratado de plantear su relación con el Gobierno? Las cifras del comercio no son buenas hace varios meses; ¿atacar al Gobierno es la fórmula para reactivar el sector?
Y mucho de esto se puede decir de otros gremios y sus dirigentes, cada vez que están ante un micrófono o delante de una audiencia. Ya es una compulsión en ellos despacharse contra el Gobierno.
Yo sé bien que el Gobierno ha hostilizado a ciertos sectores del empresariado, creando un mal clima para el desarrollo de la economía que, invariablemente, debe contar con los empresarios para generar crecimiento y empleo. Eso es “impepinable”. Eso ha sido una terrible torpeza del presidente Petro, pero no creo que la confrontación con el Gobierno sea una buena estrategia de parte del empresariado.
Yo creo que el presidente Petro no ha gobernado bien. Yo creo que su política de paz total ha producido una mortandad entre la población civil y además ha fortalecido a los criminales organizados. Yo creo que estatizar la salud es un error inmenso. Yo creo que su política de transición energética ha puesto al país ante riesgos inconcebibles. Yo creo que en su gobierno hay una profunda corrupción pública y que eso lo deslegitima. En fin…
Aunque hay cosas buenas también –la restitución de tierras y los programas de asistencia social, por ejemplo–, estas parecen desdibujarse en la sombra negra que proyectan los terribles desaciertos de la política pública. Entonces, claro que hay razones para estar muy angustiados, claro que sí. Y hay que señalarlo y decirlo, pero con inteligencia, con tino, y en los ámbitos que son. Y hay que entenderse con los funcionarios del Gobierno; esto es lo que hay, este es el gobierno que hay, y hay que trabajar con lo que hay.
La postura de muchos empresarios y dirigentes económicos es tan preocupante, están tan ideologizados ellos mismos –como el propio presidente al que atacan–, que ya están apertrechados, acuartelados, esperando las próximas elecciones a ver si el péndulo vuelve y pueden “recuperar la confianza inversionista” y actuar. Como si nuestros problemas de pobreza, desigualdad y violencia dieran espera.
Muchos empresarios y dirigentes solo están contando los meses para que el gobierno por fin termine. Mala cosa para Colombia.