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El señor Trump, hallado culpable de delitos como fraude financiero y agresión sexual, y actualmente bajo investigación por incitar a una insurrección que puso en peligro la democracia y el orden institucional de su país, ha sido elegido nuevamente presidente de Estados Unidos.
¿Cómo puede ser posible?
Ese señor, además, niega que exista una crisis climática en el mundo, lo que es gravísimo tratándose del presidente del país más poderoso de la Tierra. Y se propone adelantar una política feroz en contra de los inmigrantes, que raya en la xenofobia y la deshumanización.
¿Cómo puede ser elegido presidente?
Pues, bueno, lo eligieron los estadounidenses, allá ellos. Con su pan se lo coman. Una solamente puede mostrar su incredulidad y su pasmo.
El asunto es que aquí en Colombia se percibe un airecito de felicidad porque eso sucedió. Sí. Cierto sector de la clase política no ha podido ocultar su dicha y su satisfacción de que en Estados Unidos hayan elegido a Trump.
Ese sector de la clase política nacional, muy reaccionario y que profesa un odio virulento por el presidente Gustavo Petro, siente que le conviene que en Estados Unidos haya un presidente como Trump. Se siente respaldado en su lucha por desacreditar y “neutralizar” a Petro porque “Trump sí es de verdad de derecha”, “sí odia y puede aniquilar a los exguerrilleros y socialistas que gobiernan estos países olvidados de Dios”. Además, “les baja los impuestos a los ricos y sí deja hacer negocios”.
Están dichosos y dando brincos. Eso sí, a escondidas, son unos trumpistas vergonzantes porque en el fondo saben que Trump es una mala persona y que representa peligros reales para la humanidad entera. Pero, de momento, están exultantes. “Trump sí puede frenar a Petro”, piensan, “él sí es capaz de doblegarlo con su enorme poder, no como aquí que nos toca tragarnos el sapo de que sea nuestro presidente”.
No es que no sea cierto que el propio presidente Petro ha hecho mucho para desacreditarse a sí mismo. Pero, en fin, ese es otro asunto.
Trump, además, admira a asesinos internacionales como Putin y Netanyahu, y da muestras frecuentes de ser dictatorial, errático, misógino, tramposo y mitómano. “Pero eso qué importa”, piensan nuestros políticos de derechas, “mientras llega el momento de que nuestro aliado gringo desate una buena crisis mundial, hay posibilidades de que reviente a Petro o por lo menos lo ponga en cintura”.
Pero eso no es verdad. Para empezar, porque no hay tiempo. Haber reelegido como presidente de Estados Unidos a un demente ególatra como Trump tiene en peligro al mundo entero a partir de este mismo momento. Y el desastre llegará en segundos y sin aviso. Nos asomamos a la posibilidad real de mucha devastación y mucha violencia.
Hay que alzar la mirada, no hay que caer en el sectarismo y los odios ciegos de la política local. Nunca fue más importante, como en estos últimos años, resolverse a defender la civilidad, el humanitarismo, la decencia en el proceder, y los valores democráticos.