Serrat estuvo muy, pero muy presente en mi vida, hasta el momento en que me encontré frente a frente con la figura de Paco Ibáñez.
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Serrat estuvo muy, pero muy presente en mi vida, hasta el momento en que me encontré frente a frente con la figura de Paco Ibáñez.
Paco reemplazó a Serrat. De esto hace 30 años. Me parece que el viaje por la poesía de Paco es más hondo, más trágico, más solitario, más puro que el de Serrat. Me pareció entonces y me lo parece hoy en día. Y yo mismo me planteé esa dicotomía. Y escogí a Paco. Como escogiendo una cosa trascendental que me iba a acompañar la vida entera.
Y así ha sido, Paco me ha acompañado la vida entera. Yo no lo conozco, solo he oído sus discos y he ido a varios de sus conciertos. Nada más. Una vez, en el Colón, estando yo en primera fila, a Paco se le olvidó, por un segundo, una sílaba, una palabra, una consonancia de Quevedo, y yo instintivamente la canté. Creo que él me oyó y lo ayudé a coger el hilo, pero puede haber sido un sueño. María, mi hija, que tiene una voz de cristal, de alas de libélula, consiguió un buen guitarrista y me grabó diez canciones de Paco y me las dio. Me acompañan día a día en la vida, me apaciguan.
A Paco lo quiero como a Lorca, como a Machado, como a García Márquez, como a T.S. Eliot. A Serrat nunca lo quise tanto. Nunca me gustó, además, que hiciera conciertos con artistas como Joaquín Sabina y Ana Belén, que me parecen sus inferiores por mucho. Eso no me gustó y me alejó más de él.
Pero en estos días de vacaciones, accidentalmente, en YouTube, oí a Serrat y me puse a llorar. Se me vino como de rayo la primera juventud en Sasaima, la luz en las hojas de los zapotes, en los corozos rojos de la palmera infinita, en la risa bondadosa de mi tía Pepita, en los gritos y las carreras de los miles de primos y primas. Y todo eso pasó, y yo lo había olvidado, con la voz y la música de Serrat al fondo. Y me puse a llorar, ahí, solo, en el cuarto en penumbra.
Y vinieron después los cuellos, los labios, las manos, las ondas brillantes de los cabellos, de las primeras novias, de los primeros amores, y caí en cuenta de que Serrat también había estado ahí. Y yo lo había olvidado. Había olvidado que una parte de mis años, de mi biografía sentimental, estaba ligada a Serrat. Y lloré y lloré. De nostalgia y de dicha. Era diciembre...
“…amor sobre las rodillas, caballito trotador”. Sí, la infancia, la juventud, y Serrat siempre. “Lucía”, “Aquellas pequeñas cosas”, “Poema de amor”, “Los amantes”, “Antes de que den la diez”. Es que además, ahora lo veo claro, Serrat ha sido un poeta sensitivo, íntimo, amoroso. Estas canciones que menciono y otras, como las de “Mil años hace”, son muy buena poesía. No es solo la gracia y la originalidad musical de sus canciones, el ámbar, la madera de su voz, es que ha sido muy buen poeta siempre. Y yo lo había olvidado.
Además, están maravillas como el disco de Machado y el de Miguel Hernández… en fin. Serrat ha vuelto a mi vida. Es español. Es catalán y es español. Creo que él nunca ha creído en la mentira esa del “catalanismo”.