Ya han empezado a salir los primeros sondeos de opinión frente a posibles candidatos presidenciales para el 2026. Los realizan las firmas encuestadoras y, por prematuros que hoy parezcan, son un referente, un indicativo. Tal vez haya que pararles bolas.
No figura en esos sondeos Humberto de la Calle que, sin dudarlo, sería el de mi predilección. Pero aparece “punteando” Sergio Fajardo, que es un político que le cree a fondo a la civilidad, al comportamiento ciudadano que lleva a la fraternidad, a la solidaridad y la defensa de los valores democráticos.
La civilidad que, por antonomasia, se opone a la violencia. La civilidad que es el ademán individual, el de cada ciudadano y ciudadana, y que es imprescindible para conseguir la convivencia. La civilidad que tiene que recordarle a esta “civilización” deshumanizada y descarriada, día a día, que el sueño del progreso es colectivo.
Y yo creo que Sergio Fajardo es de esa catadura, de esa línea.
Yo votaría por él. No sé si a la postre tenga chance, pero si así fuera, votaría por él con los ojos cerrados. Totalmente tranquilo. Me ha dado esperanza verlo de primero ahí en la pantalla del televisor.
Cuando Gustavo Petro —el primer presidente de izquierda en el espectro político que llega a la Presidencia de Colombia— sigue equivocándose dolorosamente, consuetudinariamente, oscureciendo su gobierno y su legado, lo que conviene considerar es qué le va a pasar al país después de él. Es que si todo sigue tan mal, si la mancha de la corrupción sigue envileciendo al Gobierno, si la chambonearía, la improvisación y la ideologización exacerbada siguen degradando a este Gobierno, ya Gustavo Petro no tiene importancia. Ya él, a medida que pasen sus últimos meses, simplemente se aproxima a su pretérito, al tiempo pasado. Y eventualmente se irá.
Y tenemos que pensar en qué estará en juego aquí, una vez Gustavo Petro se haya ido. Y yo creo que lo que está en juego es lo que dije arriba: la defensa de la civilidad y la democracia, nada menos, pues el fracaso mismo de Petro ha puesto en riesgo todo eso. Es que la situación es gravísima. Lo que se le viene encima a Colombia, como consecuencia del fracaso de Gustavo Petro, es gravísimo.
Observe usted, lector, lectora, la nómina de candidatos que empiezan a considerar los sondeos, y piense quién le haría más daño, quién quebrantaría más la civilidad y los valores democráticos. Y vaya tachando esos nombres. Piense con claridad, con serenidad, y prepárese porque lo que parece es que Gustavo Petro lo habrá hecho tan mal al final de su mandato que está abierto el escenario para un gobierno reaccionario, de extrema derecha, que puede muy bien recortar las garantías y los derechos ciudadanos más elementales. Que puede desintegrar la civilidad.
Estamos en un momento muy delicado. Yo creo que toca disponerse a respaldar a Sergio Fajardo. Es que, aunque no parezca posible ahora, podemos estar mucho peor de lo que estamos.
Ya han empezado a salir los primeros sondeos de opinión frente a posibles candidatos presidenciales para el 2026. Los realizan las firmas encuestadoras y, por prematuros que hoy parezcan, son un referente, un indicativo. Tal vez haya que pararles bolas.
No figura en esos sondeos Humberto de la Calle que, sin dudarlo, sería el de mi predilección. Pero aparece “punteando” Sergio Fajardo, que es un político que le cree a fondo a la civilidad, al comportamiento ciudadano que lleva a la fraternidad, a la solidaridad y la defensa de los valores democráticos.
La civilidad que, por antonomasia, se opone a la violencia. La civilidad que es el ademán individual, el de cada ciudadano y ciudadana, y que es imprescindible para conseguir la convivencia. La civilidad que tiene que recordarle a esta “civilización” deshumanizada y descarriada, día a día, que el sueño del progreso es colectivo.
Y yo creo que Sergio Fajardo es de esa catadura, de esa línea.
Yo votaría por él. No sé si a la postre tenga chance, pero si así fuera, votaría por él con los ojos cerrados. Totalmente tranquilo. Me ha dado esperanza verlo de primero ahí en la pantalla del televisor.
Cuando Gustavo Petro —el primer presidente de izquierda en el espectro político que llega a la Presidencia de Colombia— sigue equivocándose dolorosamente, consuetudinariamente, oscureciendo su gobierno y su legado, lo que conviene considerar es qué le va a pasar al país después de él. Es que si todo sigue tan mal, si la mancha de la corrupción sigue envileciendo al Gobierno, si la chambonearía, la improvisación y la ideologización exacerbada siguen degradando a este Gobierno, ya Gustavo Petro no tiene importancia. Ya él, a medida que pasen sus últimos meses, simplemente se aproxima a su pretérito, al tiempo pasado. Y eventualmente se irá.
Y tenemos que pensar en qué estará en juego aquí, una vez Gustavo Petro se haya ido. Y yo creo que lo que está en juego es lo que dije arriba: la defensa de la civilidad y la democracia, nada menos, pues el fracaso mismo de Petro ha puesto en riesgo todo eso. Es que la situación es gravísima. Lo que se le viene encima a Colombia, como consecuencia del fracaso de Gustavo Petro, es gravísimo.
Observe usted, lector, lectora, la nómina de candidatos que empiezan a considerar los sondeos, y piense quién le haría más daño, quién quebrantaría más la civilidad y los valores democráticos. Y vaya tachando esos nombres. Piense con claridad, con serenidad, y prepárese porque lo que parece es que Gustavo Petro lo habrá hecho tan mal al final de su mandato que está abierto el escenario para un gobierno reaccionario, de extrema derecha, que puede muy bien recortar las garantías y los derechos ciudadanos más elementales. Que puede desintegrar la civilidad.
Estamos en un momento muy delicado. Yo creo que toca disponerse a respaldar a Sergio Fajardo. Es que, aunque no parezca posible ahora, podemos estar mucho peor de lo que estamos.