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Mientras Bogotá recrudece sus problemas de movilidad, atada a la ineficiente infraestructura del siglo pasado, en otros rincones del mundo la apuesta hacia proyectos innovadores se perfila como la antesala de lo que será el transporte urbano de las próximas décadas. La movilidad es un referente real de los escenarios turísticos. De ahí que su capacidad y rapidez de transformación influya en la demanda de viajeros y, en consecuencia, en el éxito o fracaso de un destino.
Estudios adelantados por el Observatorio del Instituto Distrital de Turismo hace un par de años, durante la dirección de Luis Fernando Rosas, detectaron que un aspecto de la ciudad que afecta de manera negativa la experiencia de los turistas, especialmente de quienes proceden del extranjero, es la dificultad en el desplazamiento urbano por causa de trancones y congestiones. Los aprietos cotidianos en la movilización son razón suficiente para ahuyentar viajeros y producir retornos decrecientes reflejados en pérdidas de imagen y de ingresos.
La ciudad sigue creciendo sin avances para resolver el problema, que en cambio se agudiza por el rezago acumulado de varias décadas de imprevisión oficial. Al acercarse la primera mitad de la actual administración, el alcalde Peñalosa pareciera haber firmado en mármol su atractivo plan de megaobras de campaña y sigue enredado en elucubraciones. Su dialéctica y esfuerzos se concentran en librar la guerra contra los vehículos particulares —el 64 por ciento de los cuales son utilizados por la clase media—, pero no en brindar alternativas de infraestructura. La malla vial se mantiene congelada y en deterioro, las redes de semaforización ventilan atraso, la cultura ciudadana está abandonada y la policía de tránsito prioriza la sanción sobre la prevención.
Las propuestas de su megaplan, como la construcción de la Avenida Longitudinal de Occidente, la prolongación de la Autopista Norte, la Caracas hacia el sur, la Ciudad de Cali, las Américas, la Primero de Mayo y la calle 63, al igual que las mejoras al Transmilenio o el rescate del Sistema Integrado, permanecen engavetadas en el discurso. Y sin nuevas vías internas, los ciudadanos continúan embotellados en el drama de perder cientos de horas al año por el caos vehicular.
El cacareado proyecto del metro se mueve a la misma velocidad del tránsito capitalino y de los demás programas del alcalde. Los diseños de las 27 estaciones de la primera línea, que serían anunciados en junio, aún no se hacen públicos, y la fecha para licitar su construcción, prevista para noviembre, genera dudas por el atraso en los estudios de detalle para firmar el convenio de cofinanciación con el Gobierno Nacional.
El transporte en Bogotá, tradicionalmente minado por politiquería, monopolios y corrupción, tiene un largo camino por recorrer para adaptarse algún día a sistemas de movilidad que sean acordes con la dinámica de una metrópoli del siglo XXI. Las soluciones para reducir la dimensión de la crisis deben salir del llavero de una política integral de largo alcance que por ahora no asoma cabeza.
La movilidad del futuro, sin embargo, ya arrancó, y se encuentra haciendo lobby entre las tecnologías que habrán de liberarnos de atolladeros y contaminaciones. Son varios los proyectos que avanzan por esa ruta y que se disponen a hacer historia. Tal es el caso del Land Airbus, de la firma china TBS, ingenioso diseño con mixtura de túnel, tren y bus, que circulará por encima de las avenidas, como opción de primer orden para afrontar el tráfico de las grandes urbes.
Los drones conforman la más ambiciosa apuesta para darle paso a las alternativas de última generación. La empresa china EHang pondrá al servicio este verano un taxi volador no tripulado para transporte individual, luego del exitoso vuelo de prueba sobre el icónico hotel rascacielos de Burj al-Arab en Dubai, de 321 metros de altura. La israelí Urban Aeronautics anunció otro dron de pasajeros con capacidad de 500 kilos para 2020; Airbus trabaja en un avión-auto piloteado; la holandesa Pal-V lanza el primer vehículo homologado para circular por aire y tierra, y compañías como Uber, Google y Amazon aceleran experimentos para consolidar la realidad de esta clase de prototipos.
La tecnología para la movilización avanza a pasos agigantados en medio de una revolución que transformará el actual sistema de transporte urbano en el mundo. Y mientras Bogotá espera algún día arreglar sus calles y construir la primera línea de un ferrocarril metropolitano para atraer turistas, en otras latitudes estos ya piensan volar por lo alto y pasearse por las vías aéreas urbanas, montados en coches voladores. Cuando bajo otros cielos aspiran a ser como los Supersónicos, acá seguiremos todos como los Picapiedra…