La azarosa situación política, económica y social por la que atraviesa Venezuela, agravada por la violación de derechos humanos y libertades fundamentales, recrudece la violencia y pone en jaque todas sus actividades comerciales e industriales. Uno de los sectores más afectados es el de la aviación comercial, que arrastra y profundiza una severa crisis desde los albores de la década, sin que se vislumbren perspectivas prontas de solución.
La suspensión de los servicios de Avianca —que puso llave a sus operaciones de más de 60 años, cesando sus conexiones hacia Estados Unidos y Europa—, marca otro apretón en el cuello de la conectividad aérea del vecino país. Su retiro temporal se suma a la decisión tomada por una docena de empresas que emigró en los últimos cuatro años, pese a las duras advertencias con tono subido del energúmeno Maduro, quien en 2014 amenazó con no autorizar la presencia de las aerolíneas que interrumpieran sus operaciones. Desde entonces, asumieron el desafío, cerraron oficinas y se fueron a volar hacia otros destinos Air Canada, Alitalia, GOL, Lufthansa, Latam, Tiara Air, Aeroméxico y United Airlines.
La gradual salida de las compañías ha colocado en caída libre la conectividad aérea venezolana, que registra en el último quinquenio una reducción de oferta superior al 60 por ciento. De 289 vuelos semanales, 37 rutas y 49.000 asientos disponibles en 2013, bajó a 105 viajes por semana, 15 rutas y 17.000 butacas. Las escasas opciones que aún se mantienen desde el exterior poco a poco aflojan su resistencia. American y Delta disminuyeron en un 80 por ciento su número de vuelos, e Iberia, Copa, Air France, Air Europa y Aerolíneas Argentinas no descartan abandonar el mercado, de agravarse el oscuro escenario social y no enmendarse el amañado sistema de control de cambios que golpea financieramente a las empresas del sector.
La voluminosa deuda contraída con las aerolíneas fue el punto de quiebre en las relaciones con el Gobierno. Desde el estreno presidencial de Maduro, en 2013, se les negó la repatriación de los dineros causados por la venta de boletos. La situación hoy en día es insostenible. La acumulación de obligaciones supera los US$3.800 millones. Desde entonces, las empresas debieron trabajar a pérdida, forzadas a restringir costos y operar aviones de menor capacidad. La decisión de resistirse en el mercado, pese a las dificultades, buscaba evitar el potencial riesgo de que las deudas pendientes quedaran en el limbo, pero para la mayoría de ellas se quebró y optaron por dar la vuelta y retirarse.
Por el camino de su estabilidad financiera fueron recrudeciéndose otra clase de dificultades que pintaron un escenario comercial espinoso, complejo e inaguantable. La baja demanda de tiquetes provocada por la crisis económica y la caída del poder adquisitivo; la restricción de divisas para viajar; el deterioro de la infraestructura aeroportuaria; las limitaciones operativas y de seguridad; el tratamiento discriminatorio en la venta del combustible, que les impide a las aerolíneas utilizar los fondos acumulados en moneda local, y el convulsionado ambiente político y social, que se agrava con la controvertida Constituyente oficializada el domingo, hacen de Venezuela un destino inviable.
El panorama de las aerolíneas nacionales es igualmente sombrío. Aunque algunas incursionan en los mercados internacionales para intentar cubrir las frecuencias suspendidas por las extranjeras, su limitada infraestructura, escasa capacidad y obsoleto equipo les impide hacer la tarea. Conviasa, fundada por Chaves en 2004 —como reemplazo de la desaparecida Viasa—, es la imagen de Venezuela ante el mundo, pero enfrenta severas turbulencias financieras y gerenciales. Un dolor de cabeza es el incumplimiento en los pagos con sus acreedores. Un par de meses atrás, los gobiernos de Aruba y Curazao le suspendieron los permisos de operación de su espacio aéreo, en tanto que las aseguradoras de su equipo y el arrendador español de su Boeing 747 hicieron lo mismo con sus contratos, debido a sus compromisos impagados. Ahora, su retiro temporal de Colombia, en inoficiosa reciprocidad a la decisión tomada por Avianca, le genera más lesiones que beneficios.
La competitividad y sostenibilidad del transporte aéreo en Venezuela hace aguas debido a su crisis social, política y económica, junto con el recurrente incumplimiento de los compromisos oficiales con las aerolíneas. El vecino e incendiado país se desconecta aceleradamente del mundo, al mismo ritmo con el que su sector aeronáutico apaga motores para dar un salto al vacío… y sin paracaídas!
La azarosa situación política, económica y social por la que atraviesa Venezuela, agravada por la violación de derechos humanos y libertades fundamentales, recrudece la violencia y pone en jaque todas sus actividades comerciales e industriales. Uno de los sectores más afectados es el de la aviación comercial, que arrastra y profundiza una severa crisis desde los albores de la década, sin que se vislumbren perspectivas prontas de solución.
La suspensión de los servicios de Avianca —que puso llave a sus operaciones de más de 60 años, cesando sus conexiones hacia Estados Unidos y Europa—, marca otro apretón en el cuello de la conectividad aérea del vecino país. Su retiro temporal se suma a la decisión tomada por una docena de empresas que emigró en los últimos cuatro años, pese a las duras advertencias con tono subido del energúmeno Maduro, quien en 2014 amenazó con no autorizar la presencia de las aerolíneas que interrumpieran sus operaciones. Desde entonces, asumieron el desafío, cerraron oficinas y se fueron a volar hacia otros destinos Air Canada, Alitalia, GOL, Lufthansa, Latam, Tiara Air, Aeroméxico y United Airlines.
La gradual salida de las compañías ha colocado en caída libre la conectividad aérea venezolana, que registra en el último quinquenio una reducción de oferta superior al 60 por ciento. De 289 vuelos semanales, 37 rutas y 49.000 asientos disponibles en 2013, bajó a 105 viajes por semana, 15 rutas y 17.000 butacas. Las escasas opciones que aún se mantienen desde el exterior poco a poco aflojan su resistencia. American y Delta disminuyeron en un 80 por ciento su número de vuelos, e Iberia, Copa, Air France, Air Europa y Aerolíneas Argentinas no descartan abandonar el mercado, de agravarse el oscuro escenario social y no enmendarse el amañado sistema de control de cambios que golpea financieramente a las empresas del sector.
La voluminosa deuda contraída con las aerolíneas fue el punto de quiebre en las relaciones con el Gobierno. Desde el estreno presidencial de Maduro, en 2013, se les negó la repatriación de los dineros causados por la venta de boletos. La situación hoy en día es insostenible. La acumulación de obligaciones supera los US$3.800 millones. Desde entonces, las empresas debieron trabajar a pérdida, forzadas a restringir costos y operar aviones de menor capacidad. La decisión de resistirse en el mercado, pese a las dificultades, buscaba evitar el potencial riesgo de que las deudas pendientes quedaran en el limbo, pero para la mayoría de ellas se quebró y optaron por dar la vuelta y retirarse.
Por el camino de su estabilidad financiera fueron recrudeciéndose otra clase de dificultades que pintaron un escenario comercial espinoso, complejo e inaguantable. La baja demanda de tiquetes provocada por la crisis económica y la caída del poder adquisitivo; la restricción de divisas para viajar; el deterioro de la infraestructura aeroportuaria; las limitaciones operativas y de seguridad; el tratamiento discriminatorio en la venta del combustible, que les impide a las aerolíneas utilizar los fondos acumulados en moneda local, y el convulsionado ambiente político y social, que se agrava con la controvertida Constituyente oficializada el domingo, hacen de Venezuela un destino inviable.
El panorama de las aerolíneas nacionales es igualmente sombrío. Aunque algunas incursionan en los mercados internacionales para intentar cubrir las frecuencias suspendidas por las extranjeras, su limitada infraestructura, escasa capacidad y obsoleto equipo les impide hacer la tarea. Conviasa, fundada por Chaves en 2004 —como reemplazo de la desaparecida Viasa—, es la imagen de Venezuela ante el mundo, pero enfrenta severas turbulencias financieras y gerenciales. Un dolor de cabeza es el incumplimiento en los pagos con sus acreedores. Un par de meses atrás, los gobiernos de Aruba y Curazao le suspendieron los permisos de operación de su espacio aéreo, en tanto que las aseguradoras de su equipo y el arrendador español de su Boeing 747 hicieron lo mismo con sus contratos, debido a sus compromisos impagados. Ahora, su retiro temporal de Colombia, en inoficiosa reciprocidad a la decisión tomada por Avianca, le genera más lesiones que beneficios.
La competitividad y sostenibilidad del transporte aéreo en Venezuela hace aguas debido a su crisis social, política y económica, junto con el recurrente incumplimiento de los compromisos oficiales con las aerolíneas. El vecino e incendiado país se desconecta aceleradamente del mundo, al mismo ritmo con el que su sector aeronáutico apaga motores para dar un salto al vacío… y sin paracaídas!