Un dron se acercó a la ventana de un salón de la Comisión Colombiana de Juristas, donde nos encontrábamos reunidos ocho defensores y defensoras de derechos humanos el pasado lunes 20 de enero, hacia las cuatro de la tarde. Primero escuchamos como una matraca, suave, pero matraca al fin y al cabo (taka-taka-taka-taka). Cuando alzamos la vista en dirección del ruido, vimos el aparato en el aire, a unos cuatro metros del suelo, justo encima del muro que encierra el patio trasero de la sede de la Comisión y la separa de las edificaciones vecinas. De pronto se quedó estático, con sus hélices moviéndose pero sin desplazarse, y parecía mirarnos fijamente, con una o dos cámaras que sobresalían en su pequeña estructura angular. Así permaneció como 20 segundos y luego desapareció.
La sorpresa que nos causó fue mayúscula y desconcertante. Quizás así debe sentirse la gente que ha visto ovnis. Pero este no era un ovni. Era un dron y nos estaba observando. Ninguno de nosotros tuvo los reflejos suficientes para tomarle una foto o para hacer algo. Luego de que se fue no salíamos de la sorpresa. Es una sensación extraña y muy desagradable. Y genera malos instintos. Uno de ellos fue el de desear tener misiles antiaéreos contra eventuales drones que vuelvan a aparecerse en el futuro. Pero no es una buena idea: puede causar daños a los vecinos y destruiría al invasor. Hay que atraparlo sin dañarlo para verificar su origen y su propósito. Mejor pensar en instalar una red que lo capture y lo doblegue.
El martes 21, en una reunión con el alto comisionado de Paz, doctor Miguel Ceballos, denuncié el hecho. Advertí que, a menos que se probara lo contrario, nuestra hipótesis principal sobre su origen apuntaba a la actuación de agentes estatales. No es alta la probabilidad de que delincuentes comunes estén utilizando drones para indagar qué podrían robarse, por ejemplo, de nuestras instalaciones. Tampoco parece factible que el dron fuera manipulado por algún niño como juguete. Habiendo conocido a principios de año que funcionarios de inteligencia militar han estado espiando ilegalmente a magistrados, periodistas y otras personas en Colombia, y que para ello han adquirido aparatos sofisticados, de manera reservada, pagados con nuestros impuestos, como el “Hombre invisible”, es razonable pensar que la presencia de drones en nuestro espacio aéreo está relacionada con esa misma gente inescrupulosa.
El doctor Ceballos amablemente acogió mi denuncia y pidió a un coronel presente en la reunión que se hicieran las averiguaciones pertinentes para esclarecer lo que hubiera podido haber pasado.
El viernes 24, hacia las cinco de la tarde, apareció de nuevo un dron en el patio trasero de la Comisión Colombiana de Juristas. Esta vez permaneció allí, con movimientos intermitentes, por más de diez minutos. Más de 15 personas lo vieron. Algunas le tomaron fotos y videos:
* Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljuristas.org).
Un dron se acercó a la ventana de un salón de la Comisión Colombiana de Juristas, donde nos encontrábamos reunidos ocho defensores y defensoras de derechos humanos el pasado lunes 20 de enero, hacia las cuatro de la tarde. Primero escuchamos como una matraca, suave, pero matraca al fin y al cabo (taka-taka-taka-taka). Cuando alzamos la vista en dirección del ruido, vimos el aparato en el aire, a unos cuatro metros del suelo, justo encima del muro que encierra el patio trasero de la sede de la Comisión y la separa de las edificaciones vecinas. De pronto se quedó estático, con sus hélices moviéndose pero sin desplazarse, y parecía mirarnos fijamente, con una o dos cámaras que sobresalían en su pequeña estructura angular. Así permaneció como 20 segundos y luego desapareció.
La sorpresa que nos causó fue mayúscula y desconcertante. Quizás así debe sentirse la gente que ha visto ovnis. Pero este no era un ovni. Era un dron y nos estaba observando. Ninguno de nosotros tuvo los reflejos suficientes para tomarle una foto o para hacer algo. Luego de que se fue no salíamos de la sorpresa. Es una sensación extraña y muy desagradable. Y genera malos instintos. Uno de ellos fue el de desear tener misiles antiaéreos contra eventuales drones que vuelvan a aparecerse en el futuro. Pero no es una buena idea: puede causar daños a los vecinos y destruiría al invasor. Hay que atraparlo sin dañarlo para verificar su origen y su propósito. Mejor pensar en instalar una red que lo capture y lo doblegue.
El martes 21, en una reunión con el alto comisionado de Paz, doctor Miguel Ceballos, denuncié el hecho. Advertí que, a menos que se probara lo contrario, nuestra hipótesis principal sobre su origen apuntaba a la actuación de agentes estatales. No es alta la probabilidad de que delincuentes comunes estén utilizando drones para indagar qué podrían robarse, por ejemplo, de nuestras instalaciones. Tampoco parece factible que el dron fuera manipulado por algún niño como juguete. Habiendo conocido a principios de año que funcionarios de inteligencia militar han estado espiando ilegalmente a magistrados, periodistas y otras personas en Colombia, y que para ello han adquirido aparatos sofisticados, de manera reservada, pagados con nuestros impuestos, como el “Hombre invisible”, es razonable pensar que la presencia de drones en nuestro espacio aéreo está relacionada con esa misma gente inescrupulosa.
El doctor Ceballos amablemente acogió mi denuncia y pidió a un coronel presente en la reunión que se hicieran las averiguaciones pertinentes para esclarecer lo que hubiera podido haber pasado.
El viernes 24, hacia las cinco de la tarde, apareció de nuevo un dron en el patio trasero de la Comisión Colombiana de Juristas. Esta vez permaneció allí, con movimientos intermitentes, por más de diez minutos. Más de 15 personas lo vieron. Algunas le tomaron fotos y videos:
* Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljuristas.org).