Estuvo en días pasados en Colombia Alicia Caro –su nombre artístico en el cine mejicano–, hija de la poetisa Laura Victoria. Su nombre de pila es Beatriz Segura Peñuela, pero su destacada actuación en el cine azteca a partir del papel estelar que desempeñó en La vorágine, hizo más conocido desde entonces su nombre de actriz.
A partir de 1947 protagonizó 36 películas al lado de figuras consagradas, como Libertad Lamarque, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz, Fernando Soler, Luis Aguilar, Luis Sandrini. En 1971 figuró en María junto con Taryn Power, hija de Tayron Power. Esta película se rodó en los fascinantes paisajes del Valle del Cauca, escenario de la célebre novela de Jorge Isaacs. Significa esto que su nombre se encuentra vinculado a las dos novelas más famosas que tenía la literatura colombiana en aquella época.
Alicia Caro y Sofía Álvarez (ya fallecida) han sido las únicas colombianas que conquistaron laureles en la cinematografía mejicana. Esto ya es historia del pasado, pero los registros históricos recogen hoy sus nombres en la galería de películas que tuvieron alta nombradía.
Alicia Caro hizo sus primeros estudios en el Colegio de la Presentación de Duitama. Muy joven se trasladó a Méjico con motivo del conflicto conyugal de Laura Victoria, y allí se quedó. Un día el célebre productor de cine Miguel Zacarías, creador de estrellas, solicitó la presencia de las mejores alumnas de la academia donde Alicia estudiaba, y supo de inmediato que ella encarnaba la condición estelar que buscaba para La vorágine.
Bajo la dirección de Zacarías, que durante un año sometió a su elegida a los rigores del arte cinematográfico (dicción, fotografía, actuación), Alicia Caro dio la talla y entró por la puerta grande del cine más extendido en los países latinoamericanos. A madre e hija les pidió que buscaran para la nueva actriz un nombre breve y fonético, que ella haría famoso. Así nació Alicia, en honor del personaje de La vorágine, y Caro, como tributo a Miguel Antonio Caro.
En 1956 se casó con Fernando Arbeláez y con él viajó a Suecia, donde el poeta había sido nombrado primer secretario de nuestra embajada. Antes del año se separaron. De vuelta en Méjico, Alicia continuó en la actividad del cine y la televisión. Años atrás también se había desempeñado en obras de teatro.
En 1965 se casó, por segunda vez, con el popular actor Jorge Martínez de Hoyos. Gabriel García Márquez, con quien la pareja tenía estrechos lazos de amistad, fue el padrino de la boda. La nueva unión cumplió un itinerario venturoso de 32 años, hasta la muerte de Martínez de Hoyos luego de su papel en la película Edipo alcalde, obra de García Márquez que se rodó en Colombia.
Con Alicia Caro –o Beatriz Segura– tuve la suerte de compartir gratos momentos de amistad y evocación durante su reciente visita a Bogotá. Aquella figura juvenil, llena de belleza y seducción, que les puso toques de picardía y encanto a los papeles que fulguraban en la pantalla grande, perdura aún en la memoria de quienes alcanzamos a recordar sus películas.
Guardo muchas imágenes de su época dorada, lo mismo que de Laura Victoria en la suya, dentro de la carpeta que me confiaron para adelantar el trabajo biográfico sobre la poetisa, publicado en 2003, pocos meses antes de su muerte. Madre e hija tuvieron alto desempeño en sus carreras, la una en la poesía y la otra en el cine. Fueron dos destinos que marcharon al unísono y que dejan, cada cual en su campo, brillantes realizaciones.
Estuvo en días pasados en Colombia Alicia Caro –su nombre artístico en el cine mejicano–, hija de la poetisa Laura Victoria. Su nombre de pila es Beatriz Segura Peñuela, pero su destacada actuación en el cine azteca a partir del papel estelar que desempeñó en La vorágine, hizo más conocido desde entonces su nombre de actriz.
A partir de 1947 protagonizó 36 películas al lado de figuras consagradas, como Libertad Lamarque, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz, Fernando Soler, Luis Aguilar, Luis Sandrini. En 1971 figuró en María junto con Taryn Power, hija de Tayron Power. Esta película se rodó en los fascinantes paisajes del Valle del Cauca, escenario de la célebre novela de Jorge Isaacs. Significa esto que su nombre se encuentra vinculado a las dos novelas más famosas que tenía la literatura colombiana en aquella época.
Alicia Caro y Sofía Álvarez (ya fallecida) han sido las únicas colombianas que conquistaron laureles en la cinematografía mejicana. Esto ya es historia del pasado, pero los registros históricos recogen hoy sus nombres en la galería de películas que tuvieron alta nombradía.
Alicia Caro hizo sus primeros estudios en el Colegio de la Presentación de Duitama. Muy joven se trasladó a Méjico con motivo del conflicto conyugal de Laura Victoria, y allí se quedó. Un día el célebre productor de cine Miguel Zacarías, creador de estrellas, solicitó la presencia de las mejores alumnas de la academia donde Alicia estudiaba, y supo de inmediato que ella encarnaba la condición estelar que buscaba para La vorágine.
Bajo la dirección de Zacarías, que durante un año sometió a su elegida a los rigores del arte cinematográfico (dicción, fotografía, actuación), Alicia Caro dio la talla y entró por la puerta grande del cine más extendido en los países latinoamericanos. A madre e hija les pidió que buscaran para la nueva actriz un nombre breve y fonético, que ella haría famoso. Así nació Alicia, en honor del personaje de La vorágine, y Caro, como tributo a Miguel Antonio Caro.
En 1956 se casó con Fernando Arbeláez y con él viajó a Suecia, donde el poeta había sido nombrado primer secretario de nuestra embajada. Antes del año se separaron. De vuelta en Méjico, Alicia continuó en la actividad del cine y la televisión. Años atrás también se había desempeñado en obras de teatro.
En 1965 se casó, por segunda vez, con el popular actor Jorge Martínez de Hoyos. Gabriel García Márquez, con quien la pareja tenía estrechos lazos de amistad, fue el padrino de la boda. La nueva unión cumplió un itinerario venturoso de 32 años, hasta la muerte de Martínez de Hoyos luego de su papel en la película Edipo alcalde, obra de García Márquez que se rodó en Colombia.
Con Alicia Caro –o Beatriz Segura– tuve la suerte de compartir gratos momentos de amistad y evocación durante su reciente visita a Bogotá. Aquella figura juvenil, llena de belleza y seducción, que les puso toques de picardía y encanto a los papeles que fulguraban en la pantalla grande, perdura aún en la memoria de quienes alcanzamos a recordar sus películas.
Guardo muchas imágenes de su época dorada, lo mismo que de Laura Victoria en la suya, dentro de la carpeta que me confiaron para adelantar el trabajo biográfico sobre la poetisa, publicado en 2003, pocos meses antes de su muerte. Madre e hija tuvieron alto desempeño en sus carreras, la una en la poesía y la otra en el cine. Fueron dos destinos que marcharon al unísono y que dejan, cada cual en su campo, brillantes realizaciones.