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                                                                                                                                  Amado mío

                                                                                                                                  CADA VEZ QUE ME PREGUNTAN QUÉ libro me llevaría a una isla desierta, contesto siempre lo mismo: mi amado diccionario.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Pero hoy lo que tenemos que celebrar es la salida de una nueva edición del magnífico —con todos sus defectos y carencias— Diccionario de la lengua española de la Real Academia. 93 mil entradas, casi 200 mil acepciones, 19 mil americanismos (pocos, para mi gusto) y una cantidad deliciosa de palabras nuevas que nos harán reír, soñar, protestar, admirar. Da gusto una lengua capaz de fagocitar (acabo de mirarte, palabreja, creo que te uso bien) palabras del inglés (hacker, tuitear, tuitero), del italiano (la hermosísima birra que me tomaré al terminar esta columna), del afgano (burka), del viejo francés (la chaise longue donde pienso hojear el nuevo diccionario cuando me lo compre).

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  Hace 300 años un hombre solo, Sebastián de Covarrubias, publicó su Tesoro de la lengua castellana o española, y su paciencia y genio admirables nos dieron un gran ejemplo. Pero hoy en día los diccionarios, como Wikipedia (donde acabo de verificar los datos sobre don Sebastián), son obra colectiva. Cada vez nuestro mundo interconectado permite con más facilidad que otros cerebros ayuden, añadan y critiquen. Cuatro ojos ven más que dos, y no digamos siete o 70.000. Cada tuit que uno publica, por ejemplo, está sometido al escrutinio de cientos de lectores que aclaran y corrigen, y así lo hagan con saña te brindan una gran ayuda.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  CADA VEZ QUE ME PREGUNTAN QUÉ libro me llevaría a una isla desierta, contesto siempre lo mismo: mi amado diccionario.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  Pero hoy lo que tenemos que celebrar es la salida de una nueva edición del magnífico —con todos sus defectos y carencias— Diccionario de la lengua española de la Real Academia. 93 mil entradas, casi 200 mil acepciones, 19 mil americanismos (pocos, para mi gusto) y una cantidad deliciosa de palabras nuevas que nos harán reír, soñar, protestar, admirar. Da gusto una lengua capaz de fagocitar (acabo de mirarte, palabreja, creo que te uso bien) palabras del inglés (hacker, tuitear, tuitero), del italiano (la hermosísima birra que me tomaré al terminar esta columna), del afgano (burka), del viejo francés (la chaise longue donde pienso hojear el nuevo diccionario cuando me lo compre).

                                                                                                                                  Read more!

                                                                                                                                  Hace 300 años un hombre solo, Sebastián de Covarrubias, publicó su Tesoro de la lengua castellana o española, y su paciencia y genio admirables nos dieron un gran ejemplo. Pero hoy en día los diccionarios, como Wikipedia (donde acabo de verificar los datos sobre don Sebastián), son obra colectiva. Cada vez nuestro mundo interconectado permite con más facilidad que otros cerebros ayuden, añadan y critiquen. Cuatro ojos ven más que dos, y no digamos siete o 70.000. Cada tuit que uno publica, por ejemplo, está sometido al escrutinio de cientos de lectores que aclaran y corrigen, y así lo hagan con saña te brindan una gran ayuda.

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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