Cuando yo no tenía cédula ni podía votar, en 1975, gobernaba en Colombia un presidente que se declaraba de izquierda y que (como hizo con Venezuela el actual gobierno) restableció las relaciones con Cuba, que estaban rotas desde 1961. Este presidente venía del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL, del que mi padre era fervoroso partidario) y solía terminar sus discursos con esta proclama: “¡Pasajeros de la revolución, pasar a bordo!”. Su líder no era propiamente castrista, era un afrancesado de la élite bogotana y costeña (creó el departamento del Cesar) y protestaba contra “el infame bloqueo norteamericano a la isla”.
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Cuando yo no tenía cédula ni podía votar, en 1975, gobernaba en Colombia un presidente que se declaraba de izquierda y que (como hizo con Venezuela el actual gobierno) restableció las relaciones con Cuba, que estaban rotas desde 1961. Este presidente venía del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL, del que mi padre era fervoroso partidario) y solía terminar sus discursos con esta proclama: “¡Pasajeros de la revolución, pasar a bordo!”. Su líder no era propiamente castrista, era un afrancesado de la élite bogotana y costeña (creó el departamento del Cesar) y protestaba contra “el infame bloqueo norteamericano a la isla”.
Este presidente de la República que se declaraba revolucionario (de hecho, los godos lo acusaban de ser un peligroso comunista), al notar los actos erráticos al principio de su gobierno, acuñó la frase de “el derecho a chambonear”. La izquierda era chambona, inexperta, bisoña, porque nunca había tenido la oportunidad de gobernar y cometía muchos errores: chamboneaba.
El gobierno actual se ha presentado como el primer gobierno de izquierda de Colombia desde la misma fundación de la república hace 200 años. Para que esta frase funcione, hay que incluir en la derecha incluso al primer presidente, Simón Bolívar, que ahora es un héroe de la izquierda, tras haber sido durante siglos el héroe de los conservadores. Los héroes sirven para eso: para todo. Y Simón Bolívar sirve especialmente para el absolutismo, para los ungidos que quieren acumular en una sola cabeza todo el poder: Bolívar, Laureano, Castro, Chávez, etc.
Como este es el primer ensayo, se supone, de un gobierno progresista, sus integrantes carecen de experiencia y por lo tanto chambonean. Ya han tenido tres meses para chambonear, tres lunas de miel. Va siendo hora de que se den cuenta de que ya no están en la oposición (cuando la culpa es siempre de los otros), sino en el gobierno. A partir de ahora, de lo bueno o malo que pase, la responsabilidad es de ellos. Quizás estén notando que gobernar es bastante más difícil que estar en la oposición. La mayoría votó por Petro porque decía tener la receta para vivir sabroso, para convertirnos en una potencia-mundial-de-la-vida, y porque tenía las fórmulas para resolver los problemas acumulados en 200 años de gobiernos reaccionarios. No es tan fácil. Cuando uno intenta resolver un problema, la solución crea otro. Surgen contradicciones.
Uno puede inventarse frases de seguro efecto. Decir por ejemplo que la gasolina es más dañina que la cocaína. Suena lindo y hasta rima. El problema es que con cocaína no hay camión que suba al páramo de Letras. Y que esos camiones transportan comida. Uno puede descubrir el agua tibia y decir algo digno de aplauso: que hay que producir energía limpia (eólica, solar). Claro. El caso es que como no siempre hace sol ni sopla el viento, para guardar esa energía se requieren baterías. Y para hacer baterías se necesita litio, níquel, cobalto, aluminio. Y para transmitir la electricidad (limpia o sucia) se requieren cables de acero (hierro y carbono), de cobre o de aluminio, torres de alta tensión (acero y hormigón), transformadores (metales ferromagnéticos), etc.
De modo que es muy difícil ser un fundamentalista de las energías limpias y al mismo tiempo fundamentalista contra toda la minería (el litio, el níquel, el cobalto, el aluminio, el hierro, el cobre, el carbono, el cemento vienen de la minería). Las cosas no cuadran y los chambones se enfrentan a lo imposible: la cuadratura del círculo.
Cuando el presidente Petro habla de que ya no estamos en la era del músculo sino de la inteligencia, le gusta levantar y mostrar su celular. Más allá de si el símil visual es adecuado o no para hablar de inteligencia, resulta algo problemático (chambón) mostrar un objeto de alta tecnología, compuesto casi por entero por metales provenientes de la minería, al tiempo que las palabras dicen que es preferible importar gas venezolano que producirlo aquí.