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Colapsan las pirámides


Héctor Abad Faciolince
18 de agosto de 2024 - 05:05 a. m.

Sepultada por cientos de noticias inmediatas, urgentes y de última hora (Ucrania ocupa varios pueblos rusos; Trump reza ante Musk otro rosario con sartas de mentiras; Maduro se atornilla en el poder matando manifestantes; Petro se convierte de repente a la religión del Frente Nacional; también Petro le otorga un alto cargo a un secuaz de la secta de ladrones de Daniel Quintero), no me di cuenta de que en estos días se cayó una pirámide. Pero ¿a quién le importa que una pirámide se derrumbe?

A mí me importa, porque las pirámides se construyen para ser eternas (ese es el tamaño de la ilusión humana) y sin embargo, tarde o temprano, también colapsan las pirámides. La noche del 29 de julio (después del año con la peor sequía del siglo, seguida luego por semanas de lluvias torrenciales) los chorros de agua penetraron por las ranuras que se habían abierto durante la canícula y toda la fachada sur de una pirámide se derrumbó hasta convertirse en un montón de escombros. Tenía más de mil años y había sido construida en México, cerca del lago de Pátzcuaro, por un pueblo indígena de Michoacán, los aguerridos Purépecha, que nunca se dejaron conquistar por los aztecas y resistieron siglos a los españoles. Esa pirámide era uno de los bastiones de su resistencia milenaria.

La duración más normal con que medimos el tiempo los humanos es el siglo. Más o menos cien años es lo máximo que han sobrevivido las personas más longevas de la antigüedad y de hoy. Por tal motivo lo que dura diez siglos, un milenio, nos parece eterno; y por eso mismo el refrán nos enseña que “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Sin embargo, en todas las culturas ha habido soñadores (o enfermos de fantasía, dementes de la larga duración) que aspiran a no morirse nunca, a la inmortalidad, que es el nombre atenuado que le damos a la sed insensata de eternidad.

Las pirámides aspiran a ser indestructibles. Son los monumentos que se levantan como símbolos de esa eternidad. Hay varios sitios sagrados en los que uno tiene la sensación devota de contemplar lo eterno: en el panteón romano donde estaba permitido adorar a todos los dioses sin excepción (no solo a uno) y cuya cúpula de hormigón sigue en pie después de 1.900 años; en la cumbre del Partenón donde las columnas del templo dedicado a Atenea señalan el cielo desde hace dos milenios y medio; la perspectiva que vemos al contemplar desde la pirámide del Sol la pirámide de la Luna, en Teotihuacán, con sus dos mil años de antigüedad; y sobre todo lo que se siente al meterse al corazón de una pirámide egipcia como la pirámide roja de Dashur, construida por el padre de Keops, el faraón Snefru, fundador de la IV dinastía, que fue enterrado allí para que nunca fuera interrumpida su siesta eterna hace unos 4.600 años.

Recuerdo haber entrado en perfecta soledad, hace un cuarto de siglo, al corazón de la pirámide roja. Escribí: “Se desciende por un túnel muy inclinado y el viajero solitario siente que está metiéndose en la tierra, donde un monstruo inocente y silencioso palpita. Hondo, cada vez más hondo, hacia esos abismos que visitaban los viajeros de los mitos cuando entraban al Hades. Atrás queda el cuadrado de la luz intensa de la entrada; al frente, la penumbra. Cuando se llega a la sala central y los ojos se acostumbran a la oscuridad, otra pirámide, de aire, se abre hacia arriba. La bóveda del techo termina en un ángulo lejano. Estando ahí, en la mitad de esa magnífica tumba vacía (el faraón fue robado y ya no hay sarcófago alguno), recordé las palabras de Andrés Holguín: ‘Algún día todo esto se desplomará’”. Y así es, ya empiezan a desmoronarse las pirámides. Colapsan ante nuestros ojos.

En realidad las pirámides, más que una muestra de que aspiramos a lo eterno, son la demostración de que nada dura para siempre. Quizá el chavismo dure unos pocos años más. Pero puedo jurar que nunca llegará siquiera al medio siglo. No hay cuerpo ni país que lo resista.

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osvito(10170)21 de agosto de 2024 - 03:29 p. m.
Interesante el artículo que da paso al ego dererchista del autor, aunque al final se le sale en toda su esplendor para dar vida eterna al capilismo que hace aguas con sus guerras de intereses hasta el cataclismo climátrico. Quizá el chavismo y Maduro tengan más resistencia que su adorado dictador que pareciera eterno: EL CAPITAL.
Simón(16399)20 de agosto de 2024 - 11:48 p. m.
El Castrismo ya pasó de los 50 años, se acerca a los 100, ¿de qué estarán hechos los cubanos que han resistido (aguantado) el medio siglo sin derrumbar esa pirámide de tiranía?
Mary Jarrin(qv8io)20 de agosto de 2024 - 07:46 p. m.
Esta columna contrasta con la de William Ospina. Lo interesante es la diversidad de criterios: la riqueza de pensamiento. Y, sobre el colapso de las pirámides, un verdadero desastre arquiológico.
Luis(14946)19 de agosto de 2024 - 10:36 p. m.
bueno , cumpilò con el art+iculo
H. Cortes(93398)19 de agosto de 2024 - 06:22 p. m.
Tan lustroso texto sobre las pirámides, le quita toda fuerza y seriedad con ese cambio hacia la política.
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