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El nuevo dictador de noticias y director/propietario de la revista Semana, que como buen banquero vive olfateando quiebras hasta donde no las hay, cuando tiene rabia con algún medio colombiano manda publicar en su revista siempre la misma noticia. Si tiene rabia con Caracol Radio, publica una foto de Julito despeinado y dice que las acciones de Prisa ya no valen nada, y que los dueños de esa emisora están en la ruina. Si le da un ataque de ira con El Espectador, finge que siente un dolor horrible, derrama lágrimas de cocodrilo y manda a su Vickita a que abra la página de su revista/banco con una noticia inventada por él mismo: que El Espectador está insolvente, en la ruina, que ya no circula y que se va a volver un mísero semanal como Semana. Ay. Es como un aviso para los acreedores: no le presten nada a ese periódico, que está insolvente.
O el niño Gilinski es bobo o no se ha dado cuenta de que un buen medio de comunicación, un gran periódico impreso o digital, tiene un patrimonio que no se mide solamente en dólares o en pesos. Habrá que explicarle, por ejemplo, que existe un patrimonio moral invaluable, que él no sabe percibir y sería incapaz de medir. Que las principales acciones de un periódico se miden en verdades publicadas, en independencia frente al poder, en honradez intelectual, en pluralidad política. Y que ese patrimonio moral también puede medirse (a la baja), en el caso del Banco Semana, en columnistas despedidos simplemente por expresar sus opiniones, en el ejercicio de sonsacar con billeticos verdes periodistas de otros medios y en saltarse por la faja al director o al editor de su revista, poniéndoles por delante no a la persona más capacitada y honesta, sino a la mejor paga.
Pero dejando a un lado las vergajadas del Banco Semana y su banquero mayor, lo que hay que decir sobre este periódico nuestro, El Espectador, al que tanto queremos e intentamos honrar, en el que escribimos con orgullo teniendo siempre como faros éticos a don Fidel y a don Guillermo Cano, es que los bancos que no sean de la familia Gilinski pueden estar tranquilos: el periódico tiene un respaldo económico que no está asfixiado pese a la pandemia. Y que si el periódico se levantó cuando lo hizo cerrar la Iglesia (la de monseñor Builes), cuando lo cerró la dictadura, cuando lo asfixió un grupo económico, cuando el mafioso Escobar mató gerentes, periodistas y al mismo director, cuando le puso una bomba para destruirlo, imagínense si esta pandemia lo va a hundir. Comparado con esos huracanes, esto es solo un aguacero de julio, y la noticia bomba que dio el Banco Semana es solo una idea que se viene cocinando hace años en el periódico y que obedece a un cambio global de la audiencia y de los lectores: ahora las noticias y los análisis se leen más en la red que en el papel.
Si este gran periódico que los lectores tienen en sus manos o ven en la pantalla decide efectivamente que debe ser un diario digital de lunes a viernes, y un digital también impreso el domingo o los fines de semana, esta será una decisión racional, económica, práctica y moral, que no será dictada por los bancos, sino por la lógica del mundo. La pandemia ha acelerado procesos virtuales que en otras circunstancias necesitaban más años para producirse. Si El Espectador da ese paso, es sencillamente porque tiene reflejos más rápidos que los demás.
Y sobre todo: el patrimonio ético y moral del periódico sigue intacto. Está compuesto de libertad de expresión, honestidad intelectual, independencia política y también (habrá que decirlo) solidez económica de sus propietarios. Como dijo Álvaro Forero Tascón, “el papel de El Espectador es cada vez mayor ahora que el maridaje entre polarización y redes sociales ha facilitado los mundos alternativos del populismo basados en la mentira. Si pueden, suscríbanse, por la libertad y la verdad”. Queridos lectores, en digital o en papel, El Espectador seguirá siendo el mejor diario de Colombia.