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Los amos del mundo

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Héctor Abad Faciolince
19 de enero de 2025 - 05:07 a. m.
"Malos tiempos son estos que nos han traído de vuelta a los hombres fuertes, arrogantes, prepotentes y despiadados en el poder": Héctor Abad Faciolince
"Malos tiempos son estos que nos han traído de vuelta a los hombres fuertes, arrogantes, prepotentes y despiadados en el poder": Héctor Abad Faciolince
Foto: AFP - HANDOUT
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Malos tiempos son estos que nos han traído de vuelta a los hombres fuertes, arrogantes, prepotentes y despiadados en el poder. Ocurrió algo muy parecido entre los años 30 y 40 del siglo pasado: en Europa gobernaban Hitler, Mussolini, Stalin, Franco; en América Latina Juan Vicente Gómez, Getulio Vargas, Anastasio Somoza, Fulgencio Batista, Juan Domingo Perón… Había, por fortuna, unos cuantos adultos responsables: Winston Churchill en Gran Bretaña, F. D. Roosevelt en Estados Unidos, Lázaro Cárdenas en México, López Pumarejo en Colombia. Algunos de estos no tenían mayor influencia o importancia en la historia del mundo, pero sí eran un síntoma (tanto en las grandes potencias como en las pequeñas naciones) de un cierto carácter y clima espiritual, de esos hábitos del pensamiento que en alemán se designan con la feliz expresión de Zeitgeist (espíritu de los tiempos), que en realidad era la traducción de una antigua expresión latina: genius seculi, el humor o el genio del siglo.

Lo más grave de esta aparente repetición que regresa, cíclica como si la historia tuviera estaciones que vuelven, es que en aquello que era el principal bastión de Occidente, en ese país sin nombre (Estados Unidos tan solo significa que son cincuenta juntos) comienza a gobernar esta semana un tipo que cree que lo verdaderamente importante es la fuerza, y que el más grande puede permitirse hacer lo que le dé la gana, sin que importen en absoluto las leyes internacionales o el respeto de los derechos de los más débiles.

El viernes pasado, 33 excancilleres de América Latina firmaron un comunicado (donde algunos brillan por su ausencia, por ejemplo, los excancilleres bolivarianos) en el que manifiestan su preocupación por este nuevo orden, es decir, desorden internacional. Al principio de su declaración se lee: “Estamos asistiendo al desmoronamiento del orden internacional. Los consensos normativos y los principios que han regulado las relaciones entre las naciones desde los horrores de la Segunda Guerra Mundial, incluido el principio sagrado de no agresión, están siendo desmantelados y remplazados por bloques de poder construidos alrededor de la ley del más fuerte”.

Este importante grupo de excancilleres menciona con nombre propio a algunos representantes de estos nuevos bloques de poder: Vladímir Putin, Benjamin Netanyahu, y el próximo ungido, Donald Trump, con su insoportable tono matón y pendenciero contra Canadá, Groenlandia y Panamá. Este Zeitgeist, representado por tres grandes potencias militares, se repite también en nuestro vecindario con el tirano Nicolás Maduro, perdedor evidente de las elecciones venezolanas, pero autoproclamado a la fuerza (por voluntad del ejército) nuevo zar del vecino país.

Como este espíritu de los tiempos (igual que en el siglo XX) se nota a izquierda y derecha, la prepotencia no solo está presente en Ortega y su mujer, o en los sucesores de Fidel Castro, sino también en un bárbaro que en el cono sur se cree el dueño de un concepto sagrado, libertad, y con su proclama de “¡Libertad, carajo!” lo que en realidad defiende es la libertad de pasar por encima de los más débiles. O en otro pequeño país (intrascendente a nivel internacional, pero sintomático) en el que lo que se defiende es, de nuevo, la ley del más fuerte que aplasta a los jóvenes y los encarcela por el solo delito de ser jóvenes y pobres.

En el siglo pasado esa realidad fue la antesala de la Segunda Guerra Mundial. Esta empezó con la invasión de un país del centro de Europa, Polonia, porque teóricamente los alemanes necesitaban Lebensraum (espacio vital) y su prólogo fue el pacto secreto entre Hitler y Stalin para repartirse el mundo según “zonas de influencia”. Lo que proclama Trump no es muy distinto. Por su Lebensraum requiere a Canadá, Groenlandia y Panamá. Y para que esto le sea concedido, le serviría un pacto secreto con el Stalin de hoy, Putin, de modo que él, a su vez, se quede con Ucrania, su propia “zona de influencia”.

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NAVY(47439)23 de enero de 2025 - 02:36 p. m.
Nos estamos sobrealarmando; mas bien reflexionar porque la democracia esta en peligro y los organismos multilaterales han fracasado para resolver los problemas de la humanidad.
Jesús(90019)20 de enero de 2025 - 03:48 p. m.
Cada vez cobra más fuerza esta premonición distópica. Lo que sigue es "Llanto y crujir de dientes"
Mar(60274)20 de enero de 2025 - 01:19 a. m.
Ojalá que los que critican a Maduro con fuerza, tengan el valor de hacer lo mismo con su homólogo yanki cuando empiece el maltrato y abuso contra los inmigrantes.
Jorge(43558)20 de enero de 2025 - 12:36 a. m.
Será posible. Yo todavía no me lo creo
luis(18551)19 de enero de 2025 - 11:53 p. m.
Los excancilleres estarán muy preocupados, pero otros están felices, lo peorcito de nuestra sociedad, la Cabal y compañía. (No los menciono porque también son innombrables, como su jefe).
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