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                                                                                                                                Mala morada del mundo

                                                                                                                                En una vida larga uno ha tenido ya tiempo suficiente para sentir ilusiones y decepcionarse muchas veces. Para esperar confiadamente y luego caer en la desesperanza. Para ver en dosis parecidas tragedias horribles y comedias risibles. En una vida larga y plena, después de tener hijos, sembrar árboles y escribir libros, lo cierto es que también nos ha tocado cortar árboles y abortar libros e hijos. Pese a haber evitado la pasión política, a punto de entrar en el otoño de la vida, uno ha vivido ya el amor a su país, el desamor, e incluso el odio a ese mismo país; el arraigo total a la tierra y el agridulce desarraigo del exilio. Colombia, al cabo de una larga vida, sigue teniendo un rostro desfigurado por el odio y la ira. Mi país, voy a decirlo aunque no quiera, es una mala morada del mundo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Lo que más puede odiar esta mala morada del mundo son los intentos de paz. La paz es no querer aniquilar al enemigo, sino tenderle la mano. Pero esos a quienes les tiendes la mano te la van a morder, te dicen. Y a veces es verdad. ¿Que sea verdad a veces les demuestra que lo será siempre? Algunos hemos vivido y actuado para creer que no es así. Que si uno intenta romper el círculo vicioso del odio, la venganza y la violencia, habrá un momento, al fin, en que entraremos por la senda de una tierra que no sea siempre hostil, en una morada que no sea siempre el sitio del asalto, de la desconfianza y de la ira. Se llega a una edad, de pronto, en la que ya no nos queda más remedio que constatar la verdad más triste: tampoco a mi generación le tocará ver ese país. Tal vez a nuestros hijos, a nosotros ya no. Y es probable que un día, con otras palabras, nuestros hijos escriban este mismo artículo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                En una vida larga uno ha tenido ya tiempo suficiente para sentir ilusiones y decepcionarse muchas veces. Para esperar confiadamente y luego caer en la desesperanza. Para ver en dosis parecidas tragedias horribles y comedias risibles. En una vida larga y plena, después de tener hijos, sembrar árboles y escribir libros, lo cierto es que también nos ha tocado cortar árboles y abortar libros e hijos. Pese a haber evitado la pasión política, a punto de entrar en el otoño de la vida, uno ha vivido ya el amor a su país, el desamor, e incluso el odio a ese mismo país; el arraigo total a la tierra y el agridulce desarraigo del exilio. Colombia, al cabo de una larga vida, sigue teniendo un rostro desfigurado por el odio y la ira. Mi país, voy a decirlo aunque no quiera, es una mala morada del mundo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Lo que más puede odiar esta mala morada del mundo son los intentos de paz. La paz es no querer aniquilar al enemigo, sino tenderle la mano. Pero esos a quienes les tiendes la mano te la van a morder, te dicen. Y a veces es verdad. ¿Que sea verdad a veces les demuestra que lo será siempre? Algunos hemos vivido y actuado para creer que no es así. Que si uno intenta romper el círculo vicioso del odio, la venganza y la violencia, habrá un momento, al fin, en que entraremos por la senda de una tierra que no sea siempre hostil, en una morada que no sea siempre el sitio del asalto, de la desconfianza y de la ira. Se llega a una edad, de pronto, en la que ya no nos queda más remedio que constatar la verdad más triste: tampoco a mi generación le tocará ver ese país. Tal vez a nuestros hijos, a nosotros ya no. Y es probable que un día, con otras palabras, nuestros hijos escriban este mismo artículo.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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