SI EL EX PRESIDENTE URIBE PENSA-ra y escribiera bien podría dedicarse, como Lleras Camargo, Lleras Restrepo o López Michelsen, a opinar en los periódicos, o a escribir sus memorias.
Pero Uribe no es un hombre de pensamiento, sino un hombre de acción. Si el ex presidente Uribe amara la música, la poesía o la literatura, podría encontrar un puesto en alguna fundación de apoyo a la cultura, como Belisario, o si amara las artes plásticas, podría coleccionar buena pintura, como César Gaviria. Pero al ex presidente Uribe no lo conmueve la novela, no le interesa el arte, y la poesía que le gusta es la de Robledo Ortiz.
Si le gustara el trago, podría consolarse, como Valencia, con unos aguardientes, pero el ex presidente es abstemio. Si fuera el ex presidente, al menos, un mujeriego, podría anular su matrimonio, como hizo Turbay, e irse de Embajador al Vaticano con una nueva esposa bien joven, que le hiciera masajes en los pies. Pero al ex presidente no le interesa la lujuria. Si le interesara la filología podría escribir un diccionario, como aquel otro Uribe, Uribe Uribe, o traducir la Eneida, como Caro. Si le gustara la comida, si tuviera sentido del humor, podría al menos dedicarse a comer, y a contar chistes, como Samper. Pero se sabe que Uribe ni siquiera entiende los chistes. Si tuviera buenos amigos, podría viajar contento por cientos de países, en compañía de otros jubilados jóvenes, como Pastrana. Pero él no tiene amigos, sino aliados, que más que amarlo le temen.
Entonces, como el ex presidente Uribe sólo tiene el vicio incurable del poder, la adicción al mando, la costumbre irrefrenable de llevar siempre las riendas, las espuelas y la fusta, entonces ahí lo tendremos, vociferando en Twitter, enviando comunicados de muy dudosa lógica jurídica o política, rojo de indignación, verde de rabia, enfermo de ira, regañando a los columnistas, insultando a los jueces, manoteando contra los traidores, aconsejando exilios a sus ex funcionarios (no para protegerlos sino para que al fin, en la desesperación de los interrogatorios, no acabe por zafárseles la verdad).
Porque la verdad monda y lironda es que el DAS dependía y depende de la Presidencia de la República. Y los del DAS pusieron micrófonos en la sala de la Corte Suprema, para oír ilegalmente sus deliberaciones. Si el FBI o la CIA hubieran hecho esto en Estados Unidos, las consecuencias para el gobierno que hubiera instigado semejante insulto se oirían durante siglos. No es posible chuzar a la Corte Suprema y luego pretender que la Corte Suprema se cruce de brazos. Porque ordenarles a los servicios de inteligencia chuzar a los altos magistrados y a los principales periodistas y opositores políticos del país es un delito más grave, muchísimo más grave que el escándalo de Watergate. ¿Por qué se va al exilio la señora Hurtado? Para no tener que decir de dónde venía la orden de oír a los jueces, a los políticos y a los periodistas, ya que confesar esa verdad era lo mismo que poner una lápida en su pecho. Mejor callada en Panamá que acorralada aquí entre la pared de la verdad y la espada del miedo.
Uribe y sus aliados son poderosos, pero hoy son los huérfanos y las viudas del poder. Nosotros, los periodistas, podemos convertirnos en los altavoces, en los amplificadores de sus rabietas y diatribas, o simplemente dejarlo que grite y vocifere a solas en su Blackberry. Tenemos la tentación de seguir en ese ambiente crispado, lleno de rabia y adrenalina al que nos acostumbró su gobierno. Pero lo más sensato sería hundir el botón de “mute” cuando estos cruzados del odio vociferan, } e insultan. Ya pasamos esa página, ese trago amargo. No le demos más prensa ni le prestemos más atención a tanta rabia. Bajémosle la fiebre a todo esto hundiendo ese pedal que en el piano se llama sordina. Que grite solo, como Chávez. Y preguntémonos en silencio, simplemente, de cuando en cuando, por qué no se callará. Porque eso sería lo mejor para todos: que se callara.
SI EL EX PRESIDENTE URIBE PENSA-ra y escribiera bien podría dedicarse, como Lleras Camargo, Lleras Restrepo o López Michelsen, a opinar en los periódicos, o a escribir sus memorias.
Pero Uribe no es un hombre de pensamiento, sino un hombre de acción. Si el ex presidente Uribe amara la música, la poesía o la literatura, podría encontrar un puesto en alguna fundación de apoyo a la cultura, como Belisario, o si amara las artes plásticas, podría coleccionar buena pintura, como César Gaviria. Pero al ex presidente Uribe no lo conmueve la novela, no le interesa el arte, y la poesía que le gusta es la de Robledo Ortiz.
Si le gustara el trago, podría consolarse, como Valencia, con unos aguardientes, pero el ex presidente es abstemio. Si fuera el ex presidente, al menos, un mujeriego, podría anular su matrimonio, como hizo Turbay, e irse de Embajador al Vaticano con una nueva esposa bien joven, que le hiciera masajes en los pies. Pero al ex presidente no le interesa la lujuria. Si le interesara la filología podría escribir un diccionario, como aquel otro Uribe, Uribe Uribe, o traducir la Eneida, como Caro. Si le gustara la comida, si tuviera sentido del humor, podría al menos dedicarse a comer, y a contar chistes, como Samper. Pero se sabe que Uribe ni siquiera entiende los chistes. Si tuviera buenos amigos, podría viajar contento por cientos de países, en compañía de otros jubilados jóvenes, como Pastrana. Pero él no tiene amigos, sino aliados, que más que amarlo le temen.
Entonces, como el ex presidente Uribe sólo tiene el vicio incurable del poder, la adicción al mando, la costumbre irrefrenable de llevar siempre las riendas, las espuelas y la fusta, entonces ahí lo tendremos, vociferando en Twitter, enviando comunicados de muy dudosa lógica jurídica o política, rojo de indignación, verde de rabia, enfermo de ira, regañando a los columnistas, insultando a los jueces, manoteando contra los traidores, aconsejando exilios a sus ex funcionarios (no para protegerlos sino para que al fin, en la desesperación de los interrogatorios, no acabe por zafárseles la verdad).
Porque la verdad monda y lironda es que el DAS dependía y depende de la Presidencia de la República. Y los del DAS pusieron micrófonos en la sala de la Corte Suprema, para oír ilegalmente sus deliberaciones. Si el FBI o la CIA hubieran hecho esto en Estados Unidos, las consecuencias para el gobierno que hubiera instigado semejante insulto se oirían durante siglos. No es posible chuzar a la Corte Suprema y luego pretender que la Corte Suprema se cruce de brazos. Porque ordenarles a los servicios de inteligencia chuzar a los altos magistrados y a los principales periodistas y opositores políticos del país es un delito más grave, muchísimo más grave que el escándalo de Watergate. ¿Por qué se va al exilio la señora Hurtado? Para no tener que decir de dónde venía la orden de oír a los jueces, a los políticos y a los periodistas, ya que confesar esa verdad era lo mismo que poner una lápida en su pecho. Mejor callada en Panamá que acorralada aquí entre la pared de la verdad y la espada del miedo.
Uribe y sus aliados son poderosos, pero hoy son los huérfanos y las viudas del poder. Nosotros, los periodistas, podemos convertirnos en los altavoces, en los amplificadores de sus rabietas y diatribas, o simplemente dejarlo que grite y vocifere a solas en su Blackberry. Tenemos la tentación de seguir en ese ambiente crispado, lleno de rabia y adrenalina al que nos acostumbró su gobierno. Pero lo más sensato sería hundir el botón de “mute” cuando estos cruzados del odio vociferan, } e insultan. Ya pasamos esa página, ese trago amargo. No le demos más prensa ni le prestemos más atención a tanta rabia. Bajémosle la fiebre a todo esto hundiendo ese pedal que en el piano se llama sordina. Que grite solo, como Chávez. Y preguntémonos en silencio, simplemente, de cuando en cuando, por qué no se callará. Porque eso sería lo mejor para todos: que se callara.