Acaba de abrirse, en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Bogotá, una exposición extraordinaria sobre Humboldt: La naturaleza de las cosas. Con la curaduría impecable de Halim Badawi, la muestra nos guía y nos hace entender cómo un solo hombre, Alexander von Humboldt, le enseñó al mundo entero, y sobre todo a nosotros mismos, a mirar con ojos atónitos y casi reverentes la naturaleza del trópico. Antes de este gran científico, el último de los ilustrados y el primero de los románticos, la naturaleza era vista como una enemiga que debía ser conquistada, avasallada, destruida. Bolívar lo llamó, con razón, “el descubridor científico del Nuevo Mundo, cuyo estudio ha dado a América algo mejor que todos los conquistadores juntos”.
Humboldt fue, entre otras cosas, al maravillarse con el esplendor y la diversidad de los pájaros del nuevo mundo, el fundador de la ornitología. También fue el primero en señalar la unidad y la interrelación ecológica entre eso que se llamaba los distintos reinos: el mineral o geológico, el vegetal y el animal. Descubrió, en las costas del Perú, la corriente que lleva su nombre, aguas frías que ascienden del fondo del mar y determinan nuestro régimen de lluvias. La misma corriente que guía las ballenas a aparearse, comer y jugar frente a las costas del Pacífico colombiano. Estas pueden verse, por ejemplo, en Nuquí.
Precisamente en Nuquí pretende el Gobierno desarrollar el puerto de Tribugá, un sinsentido ambiental y una verdadera masacre ecológica. Este puerto ilógico e innecesario (hay que potenciar y ampliar Buenaventura) arrasaría con casi 1.000 hectáreas de manglares, destruiría el hábitat de cuatro especies de tortugas marinas, y alteraría para siempre el corredor por donde migran, se reproducen, comen y cantan las ballenas jorobadas. El puerto de Tribugá es una idea de negociantes antioqueños ávidos de lucro y nada más. Lo que el Chocó necesita es inversión en escuelas, acueductos, alcantarillado, educación en turismo y en ecología, salud, higiene, conservación de la selva. No un puerto ni una autopista.
Voy de vez en cuando a Nuquí, desde hace muchos años. Así la describo en Fragmentos de amor furtivo: “Allá la marea sube y baja, y cuando sube llega casi hasta el borde de la selva y cuando baja hay que caminar mucho para llegar hasta el borde del agua. Hay mucho verde, mucho azul, pero sobre todo mucho gris. En Nuquí todo es gris, y como espeso, pero es el Paraíso, aunque uno no se imagine gris el Paraíso. El cielo tiene nubes y es el Cielo. Detrás del mar está la selva, la selva intacta, tal como la encontró Colón, igual a como la vio Balboa cuando creyó pacífico al Pacífico. Frente el mar, al fondo, en esta época, pasan las ballenas. Y por detrás bajan al mar quebradas frías, cristalinas, entre piedras y chorros y cascadas, entre pájaros carpinteros de colores nunca vistos y aletargados camarones de río, bajan torrentes envueltos en árboles altísimos, viejísimos, gruesos como canoas, duros como las piedras pulidas por el agua, altos como precipicios y que dan unas sombras de gigantes…”.
En las últimas elecciones, después de perderlas, uno de los candidatos a la Presidencia fue linchado, casi masacrado por las redes sociales, porque decidió descansar de una campaña salvaje refugiándose en un mundo natural de calma y contemplación. Se fue a ver ballenas en Nuquí. Ojalá el presidente de Colombia, ojalá todos los que aspiren a dirigir este país, fueran alguna vez a ver ballenas en Nuquí, en la Corriente de Humboldt, en las selvas más antiguas de Suramérica, las del Chocó.
El sábado pasado, sin ser un pajarero, estuve viendo pájaros en las montañas. Reporté, sin ser experto, y solo en una hora de observación, 18 especies distintas, cucaracheros, carpinteros, gallinazos, petirrojos, pinches, tórtolas, guacharacas, halcones, loras, guacamayas… Era el día mundial de avistamiento de pájaros y Colombia fue el país del mundo que más aves reportó: se avistaron 1.590 especies distintas de pájaros en un solo día. Por tres años consecutivos Colombia es el país con más diversidad de pájaros del mundo. Presidente Duque: ¿es esto lo que queremos destruir en las selvas de Nuquí? Humboldt, el gran Humboldt, no nos lo va a perdonar.
Acaba de abrirse, en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Bogotá, una exposición extraordinaria sobre Humboldt: La naturaleza de las cosas. Con la curaduría impecable de Halim Badawi, la muestra nos guía y nos hace entender cómo un solo hombre, Alexander von Humboldt, le enseñó al mundo entero, y sobre todo a nosotros mismos, a mirar con ojos atónitos y casi reverentes la naturaleza del trópico. Antes de este gran científico, el último de los ilustrados y el primero de los románticos, la naturaleza era vista como una enemiga que debía ser conquistada, avasallada, destruida. Bolívar lo llamó, con razón, “el descubridor científico del Nuevo Mundo, cuyo estudio ha dado a América algo mejor que todos los conquistadores juntos”.
Humboldt fue, entre otras cosas, al maravillarse con el esplendor y la diversidad de los pájaros del nuevo mundo, el fundador de la ornitología. También fue el primero en señalar la unidad y la interrelación ecológica entre eso que se llamaba los distintos reinos: el mineral o geológico, el vegetal y el animal. Descubrió, en las costas del Perú, la corriente que lleva su nombre, aguas frías que ascienden del fondo del mar y determinan nuestro régimen de lluvias. La misma corriente que guía las ballenas a aparearse, comer y jugar frente a las costas del Pacífico colombiano. Estas pueden verse, por ejemplo, en Nuquí.
Precisamente en Nuquí pretende el Gobierno desarrollar el puerto de Tribugá, un sinsentido ambiental y una verdadera masacre ecológica. Este puerto ilógico e innecesario (hay que potenciar y ampliar Buenaventura) arrasaría con casi 1.000 hectáreas de manglares, destruiría el hábitat de cuatro especies de tortugas marinas, y alteraría para siempre el corredor por donde migran, se reproducen, comen y cantan las ballenas jorobadas. El puerto de Tribugá es una idea de negociantes antioqueños ávidos de lucro y nada más. Lo que el Chocó necesita es inversión en escuelas, acueductos, alcantarillado, educación en turismo y en ecología, salud, higiene, conservación de la selva. No un puerto ni una autopista.
Voy de vez en cuando a Nuquí, desde hace muchos años. Así la describo en Fragmentos de amor furtivo: “Allá la marea sube y baja, y cuando sube llega casi hasta el borde de la selva y cuando baja hay que caminar mucho para llegar hasta el borde del agua. Hay mucho verde, mucho azul, pero sobre todo mucho gris. En Nuquí todo es gris, y como espeso, pero es el Paraíso, aunque uno no se imagine gris el Paraíso. El cielo tiene nubes y es el Cielo. Detrás del mar está la selva, la selva intacta, tal como la encontró Colón, igual a como la vio Balboa cuando creyó pacífico al Pacífico. Frente el mar, al fondo, en esta época, pasan las ballenas. Y por detrás bajan al mar quebradas frías, cristalinas, entre piedras y chorros y cascadas, entre pájaros carpinteros de colores nunca vistos y aletargados camarones de río, bajan torrentes envueltos en árboles altísimos, viejísimos, gruesos como canoas, duros como las piedras pulidas por el agua, altos como precipicios y que dan unas sombras de gigantes…”.
En las últimas elecciones, después de perderlas, uno de los candidatos a la Presidencia fue linchado, casi masacrado por las redes sociales, porque decidió descansar de una campaña salvaje refugiándose en un mundo natural de calma y contemplación. Se fue a ver ballenas en Nuquí. Ojalá el presidente de Colombia, ojalá todos los que aspiren a dirigir este país, fueran alguna vez a ver ballenas en Nuquí, en la Corriente de Humboldt, en las selvas más antiguas de Suramérica, las del Chocó.
El sábado pasado, sin ser un pajarero, estuve viendo pájaros en las montañas. Reporté, sin ser experto, y solo en una hora de observación, 18 especies distintas, cucaracheros, carpinteros, gallinazos, petirrojos, pinches, tórtolas, guacharacas, halcones, loras, guacamayas… Era el día mundial de avistamiento de pájaros y Colombia fue el país del mundo que más aves reportó: se avistaron 1.590 especies distintas de pájaros en un solo día. Por tres años consecutivos Colombia es el país con más diversidad de pájaros del mundo. Presidente Duque: ¿es esto lo que queremos destruir en las selvas de Nuquí? Humboldt, el gran Humboldt, no nos lo va a perdonar.