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Una pregunta atraviesa nuestros procesos de formación: ¿Desde dónde y cómo formar a nuevas generaciones de maestros(as) para la paz, la memoria y los derechos humanos? Preocupación latente en los espacios pedagógicos que constituyen la micropolítica del contexto colombiano.
En Colombia y, particularmente, en nuestra universidad contamos con un importante acervo documental inscrito en el campo de una esperada transición política, sumado a un repertorio de prácticas instituidas e instituyentes que han hecho emerger luchas por las memorias, búsqueda de la verdad, justicia, reparación y no repetición, y la configuración de una educación para la paz y los derechos humanos con sentido ético y político. Desde el MEN se han formulado políticas como la expedición de la cátedra de la paz y la ley para la Enseñanza Obligatoria de la Historia, como estrategias de memoria oficial. A este hecho se suman las recomendaciones expedidas en la Ley de Víctimas y Restitución de tierras, lo que va permitiendo crear y consolidar un espacio hacia una educación para la paz que dialogue con la reconstrucción de la historia reciente, los derechos humanos, la pedagogía de la memoria, las narrativas testimoniales del conflicto; a su vez situamos el trabajo de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición cuyo mandato es: “Buscar la verdad de lo ocurrido, en el marco del conflicto armado interno, y contribuir a esclarecer las violaciones cometidas en el mismo y ofrecer a la sociedad una explicación amplia de su complejidad y un relato que recoja todas las voces. La Comisión promueve además el reconocimiento del derecho a la verdad de las víctimas y el reconocimiento voluntario de responsabilidades individuales y colectivas de quienes participaron directa o indirectamente en el conflicto. También promueve la convivencia en los territorios teniendo como horizonte la no repetición”.
De modo que el proceso de posacuerdo** nos demanda también interrogarnos sobre los referentes que fundamentan nuestras prácticas pedagógicas y, sobre todom los anclajes que definen la construcción de identidades, esas que han sido fragmentadas por el conflicto armado; por ello, ¿cuál es el sentido ético que reorienta una sociedad violenta a una sociedad en paz?; ¿cómo se logra la efectividad de un proyecto de democracia que deje de ser nominal para convertirse en la realización práctica del respeto a los derechos humanos?
Al respecto, el Sistema Universitario Estatal, organizaciones no gubernamentales y organizaciones sociales han hecho énfasis en la construcción de identidades colectivas de sujetos políticos en transición de guerra a paz, implicando: hacer memoria, reconstruir historias, reconocer afecciones, recobrar tejidos sociales, situar experiencias, mapear conflictos, y, darle un lugar al dolor que ha producido la guerra. Estos retos en el contexto del posacuerdo, marcan en tensión espacios, sujetos, prácticas y horizontes pedagógicos, lo cual demanda inevitablemente lecturas analíticas sobre comprensiones, intencionalidades, categorías, rutas metodológicas y saberes construidos sobre la educación para la paz.
De ahí que cuando hablamos de la emergencia de estas voces, de la producción de discursos y del despliegue de lecciones, queremos poner a disposición nuestro Centro de Educación para la Paz, la Memoria y los Derechos Humanos (CEPAZ), escenario institucional que tiene entre sus funciones aportar a la fundamentación teórica y metodológica desde un conjunto de análisis interdisciplinario que permita a los(as) maestros(as) en formación y en ejercicio, abordajes pedagógicos y didácticos pertinentes y coherentes con las necesidades sociales, culturales y políticas. Desde este horizonte asumimos que los procesos transicionales o posacuerdos presentan una serie de desafíos teóricos, éticos y también prácticos. Se trata de situaciones políticas sui generis que ponen en tela de juicio a muchos actores sociales, reconocen y valorizan a otros, cuestionan instituciones y mecanismos sociales operantes, interpelando a la sociedad en su conjunto acerca de la existencia de un constructo sobre la paz que la asume de modo literal, prescriptiva, ahistórica y descontextualizada. Por ello, desde la UPN, convocamos a senti-pensar una educación desde y para la paz fundamentada en las memorias colectivas y simbólicas que dan relevancia a los contextos situados, otorgan a los discursos el valor testimonial de la experiencia, con el ánimo, precisamente, de no repetir, sino de transformar. Ello implica hacer rupturas con tradiciones pedagógicas y costumbres políticas, entendiendo que la paz es proceso, proyecto, decisión política, opción ética, derecho y realidad, por lo tanto, es vida, memoria, justicia, historia y horizonte.
Posdata: para que la Universidad pública aporte con mayor fortaleza a la defensa de los derechos humanos y la construcción de la paz, se hace necesario rodearla, cuidarla y protegerla frente a la estigmatización, amenaza y la agresión contra integrantes de nuestra comunidad universitaria.
*Rector de la UPN
**Situamos este proceso con la firma del Acuerdo para la Terminación Definitiva del Conflicto el 24 de noviembre de 2016 entre el gobierno de Juan Manuel Santos (presidente de Colombia entre el 2010 al 2018) y la guerrilla de la FARC- EP. Para ello se referencia del proyecto de acuerdo consignado en el libro: “Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” (Gobierno de Colombia & FARC-EP). Ediciones desde abajo.