La columna de Hernán Peláez: Copas e hinchas
Es impresionante el dominio que ejercen los equipos brasileños en la Copa Libertadores. Los títulos obtenidos así lo refrendan. De 2010 a 2021 Brasil ha ganado ocho versiones. En esos 12 años solamente les dieron oportunidad para vencer a River Plate, en dos ocasiones, y a Nacional de Medellín y San Lorenzo de Almagro una vez cada uno.
Este año seguramente otro equipo brasileño levantará la Copa. Entre Palmeiras y Atlético Paranaense habrá un finalista. Y Flamengo, después de arrollar a Vélez Sarsfield tiene semblante de finalista.
¿Por qué esa obsesión y éxito? Porque sus equipos grandes, con músculo financiero, representado en las enormes afluencias de público a sus estadios y unos patrocinadores bien manejados y controlados en sus inversiones, apoyan y respaldan la conformación de equipos de nivel, técnico y futbolístico, y capaces de responder con trofeos. Así, Flamengo dispone, por ejemplo, de unos 16 jugadores de categoría, donde pueden ser suplentes Arturo Vidal, Érick Pulgar, Everton Cebolinha, el veterano Diego y, lesionado, Bruno Henrique.
En este caso, más que plantel, es la manera de jugar a un toque. Con jugadores de mucha movilidad, donde siempre hay uno libre de marca contraria para recibir y con hombres gol como lo son Pedro (lleva 11 goles en esta Copa) y Gabigol. Esencialmente juegan con un principio básico en fútbol, nada de pereza y, si se puede, conseguir espacio para divertirse y divertir. Sus hinchas gozan, al igual que los acérrimos o recalcitrantes y los que somos simples aficionados al buen fútbol.
Aprovechando el asunto del hincha, siempre quise conseguir la definición exacta, si se puede de él. Tengo varias apreciaciones y aún no logro hilvanar una respuesta concreta. Por ello quiero transcribir la definición que plasmó con letra y puño el escritor uruguayo Eduardo Galeano.
Para él el hincha es “un tipo que agita el pañuelo, traga saliva, acepta el veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones, y de pronto se rompe la garganta con una ovación y salta como una pulga para abrazarse al desconocido que tiene al lado”.
El hincha solo sigue una máxima, la fidelidad eterna para los colores de su equipo. Hay que serle más fiel que al propio sacramento del matrimonio, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza. Hace muchos años vi una película italiana con ese actorazo, Vittorio Gassman. Hacía el papel de hombre pobre en zona marginal de Roma. Su mujer le dio plata para ir a comprar leche para los hijos menores y él tomó su bicicleta, y en lugar de cumplir con el encargo se fue al estadio Olímpico y gastó el billete para adquirir la boleta y ver a la Roma, su equipo. Cosas del hincha.
Es impresionante el dominio que ejercen los equipos brasileños en la Copa Libertadores. Los títulos obtenidos así lo refrendan. De 2010 a 2021 Brasil ha ganado ocho versiones. En esos 12 años solamente les dieron oportunidad para vencer a River Plate, en dos ocasiones, y a Nacional de Medellín y San Lorenzo de Almagro una vez cada uno.
Este año seguramente otro equipo brasileño levantará la Copa. Entre Palmeiras y Atlético Paranaense habrá un finalista. Y Flamengo, después de arrollar a Vélez Sarsfield tiene semblante de finalista.
¿Por qué esa obsesión y éxito? Porque sus equipos grandes, con músculo financiero, representado en las enormes afluencias de público a sus estadios y unos patrocinadores bien manejados y controlados en sus inversiones, apoyan y respaldan la conformación de equipos de nivel, técnico y futbolístico, y capaces de responder con trofeos. Así, Flamengo dispone, por ejemplo, de unos 16 jugadores de categoría, donde pueden ser suplentes Arturo Vidal, Érick Pulgar, Everton Cebolinha, el veterano Diego y, lesionado, Bruno Henrique.
En este caso, más que plantel, es la manera de jugar a un toque. Con jugadores de mucha movilidad, donde siempre hay uno libre de marca contraria para recibir y con hombres gol como lo son Pedro (lleva 11 goles en esta Copa) y Gabigol. Esencialmente juegan con un principio básico en fútbol, nada de pereza y, si se puede, conseguir espacio para divertirse y divertir. Sus hinchas gozan, al igual que los acérrimos o recalcitrantes y los que somos simples aficionados al buen fútbol.
Aprovechando el asunto del hincha, siempre quise conseguir la definición exacta, si se puede de él. Tengo varias apreciaciones y aún no logro hilvanar una respuesta concreta. Por ello quiero transcribir la definición que plasmó con letra y puño el escritor uruguayo Eduardo Galeano.
Para él el hincha es “un tipo que agita el pañuelo, traga saliva, acepta el veneno, se come la gorra, susurra plegarias y maldiciones, y de pronto se rompe la garganta con una ovación y salta como una pulga para abrazarse al desconocido que tiene al lado”.
El hincha solo sigue una máxima, la fidelidad eterna para los colores de su equipo. Hay que serle más fiel que al propio sacramento del matrimonio, en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza. Hace muchos años vi una película italiana con ese actorazo, Vittorio Gassman. Hacía el papel de hombre pobre en zona marginal de Roma. Su mujer le dio plata para ir a comprar leche para los hijos menores y él tomó su bicicleta, y en lugar de cumplir con el encargo se fue al estadio Olímpico y gastó el billete para adquirir la boleta y ver a la Roma, su equipo. Cosas del hincha.