Un problema con cinco soluciones

Hernando Gómez Buendía
27 de mayo de 2018 - 04:30 a. m.
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Aunque parecen ser sobre los candidatos, las elecciones son sobre nosotros mismos. Por eso hoy se enfrentan cinco visiones sobre el futuro deseable de Colombia. Estas visiones parten de un problema común, pero difieren en la causa y el remedio. 

El problema en cuestión es conocido: vivimos en una sociedad desordenada, donde las normas abundan, pero no se cumplen. Las principales expresiones del desorden son la delincuencia (violencia, inseguridad, corrupción), la impunidad, la trampa (la cultura del vivo), la inmoralidad (drogas, familias disfuncionales…), el abuso del poder y la desigualdad o explotación de los pobres. 

Cada persona es más sensible a una u otra expresión del problema, y de aquí nacen las cinco visiones, que llamaría la reaccionaria (Duque), la de ruptura (Petro), la del civismo (Fajardo), la gerencial (Vargas) y la institucional (De la Calle). 

La actitud predominante entre los colombianos es de origen cristiano y fue inculcada como cultura oficial de “la nación”. Pero esa moralidad nunca fue la realmente practicada, de modo que quienes siguen invocándola añoran un pasado que no fue (por eso se la llama reaccionaria). 

Al defender un pasado idealizado, esta actitud apela en especial a los que tienen o creen tener algo que perder. Es el miedo al caos, a lo desconocido o al “castrochavismo” que paradójicamente comparten los pobres y los ricos y que seguramente va a elegir a Duque. 

La segunda manera de salir del desorden es cambiar el sistema —aunque no es claro en qué consiste “el sistema” ni con qué reemplazarlo—. De aquí surgen distintas propuestas de ruptura, que sin embargo convergen en el mínimo común de que “esto no aguanta más y hay que ensayar otra cosa”. 

Nunca antes en la historia las instituciones habían estado tan desprestigiadas (lo dicen las encuestas), y por eso nunca antes la opción de la ruptura había tenido tanta fuerza. Esto es lo novedoso del 2018. 

Petro aspira a recoger esos anhelos difusos mediante su Constituyente y su “pacto fundamental” (¿sobre qué? ¿Cuáles son los acuerdos?), su utopía de paneles solares, campesinos felices, pocos impuestos y gente saludable, su intento de meter en un talego a los socialistas con los ecologistas y con las minorías de distinta índole. 

La pregunta del millón es entonces ¿Duque o Petro?, ¿cuántos tienen o creen tener algo que perder si cambiamos de “sistema” porque este no funciona? 

Y sin embargo hay otras tres opciones que son menos simplistas, pero por eso mismo son menos populares:

—La solución es cultura ciudadana, de modo que las leyes se respeten porque creemos en ellas. Por eso el presidente pedagogo, el argumento racional, la educación de excelencia para un país moderno y capaz de competir desde el saber. 

—La solución es construir Estado que provea los servicios (viviendas, carreteras…) y que por esa vía vaya consolidando su legitimidad. Es la vía probada del reformismo administrado que Vargas aprendió de su abuelo Carlos Lleras. 

—La solución es el Estado de Derecho, el respeto por las diferencias, el acercar la realidad a la Constitución, el llevar el Estado a las regiones que sufrieron la violencia. 

Lástima que nuestra conversación no haya sido más inteligente. 

* Director de la revista digital Razón Pública.

 

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