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Construir democracia

A propósito de leer, escribir y pensar, hoy

Hernando Roa Suárez
19 de junio de 2024 - 05:00 a. m.

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Leer, escribir y pensar no solo son caminos para aprender a conocernos sino actos que acercan cada vez más hacia una verdadera humanización de las personas. - Augusto Trujillo Muñoz.

La presente columna está integrada por un extracto de la sólida presentación que, Augusto Trujillo Muñoz, hizo el 2 de mayo, del libro del autor, en la Academia Colombiana de Jurisprudencia. Veamos.

El origen del texto. El acto que hoy nos convoca enmarca la presentación de un libro singular por varias razones: nació de un artículo de prensa que su autor escribió en el diario El Espectador y que fue reproducido por la revista “Innovación Educativa” del Instituto Pedagógico Nacional de México. Luego, fue convertido en conferencias dictadas por el autor en la Universidad Pedagógica Nacional, durante la primera década del presente siglo. Complementado, por recomendación de sus colegas, publicó una primera edición en el año 2015, bajo el título “Leer y escribir hoy”. Ahora, lo presenta ampliado en sus contenidos, pero también en su título.

Aprender a aprender y desaprender. Hernando Roa Suárez ha sido profesor en varias universidades colombianas, decano y rector, pero también miembro del gobierno departamental de Boyacá, la tierra de sus ancestros, y periodista de opinión en varios de los más influyentes diarios colombianos. Después de haberse dedicado, como él mismo dice, a aprender a aprender, decidió que, tal vez, podría enseñar a hacerlo, enseñar a aprender, y que tal cosa sería bien útil en un país, incluso en un continente en el cual ni siquiera nos enseñaron a pensar. Tal vez por eso, agregó este último verbo al título de su obra, asumiendo que una existencia envuelta en el propósito de leer, escribir y pensar, resulta comprometida con el humanismo.

Leer, escribir y pensar. Hay una frase en el libro de Hernando, según la cual leer, escribir y pensar son tres actividades básicas para el ejercicio cabal de la profesión del pedagogo y del político, del comunicador y del jurista. Del primero, porque necesita saber enseñar a aprender; del segundo, porque en el libro están presentes reflexiones y discernimientos que pueden impulsar desarrollos políticos dentro del Estado social de Derecho; del comunicador, no solo porque gran parte del libro se originó en su vocación periodística, sino porque es necesario distinguir entre el notario de la historia, el formador de opinión y el analista comprometido con la defensa de la democracia y el Estado de Derecho.

Pero el comunicador no puede ser un militante como pretenden serlo tantos en estos tiempos de ambiente público tóxico y de dirigentes políticos que prefieren desatar las tormentas antes que aclimatar la convivencia.

“El arte del derecho”. Hernando Roa considera que su libro es clave para el oficiante del derecho, porque su profesión se maneja a base de saberse expresar. Tal cosa supone el ejercicio de una estética. El jurista italiano Francesco Carnelutti lo planteó en su obra “El arte del derecho”, en la cual supuso al legislador como pintor, al Código como galería de arte, a la ley como música interpretada y al jurista como director del concierto. Por las mismas calendas el académico español Miguel Sancho Izquierdo, rector de la Universidad de Zaragoza, al escribir sobre derecho natural aludió a la relación entre derecho y arte.

La vocación civil en un Estado de Derecho. Hernando subraya unos párrafos de Alberto Lleras sobre lo que significa la vocación civil en un Estado de Derecho y otros de García Márquez sobre Alberto Lleras. El de Lleras es un referente de la democracia, un paradigma de civilidad, dado el contexto una muestra de valentía y un ejemplo maestro del ejercicio del pensamiento para señalar un camino y poner a pensar. Hernando no transcribe la frase, pero la voy a destacar no solo porque forma parte del texto que él cita, sino por su inmenso significado para un país polarizado y convulso, pero con vocación civil: “La política es el arte de la controversia, la milicia es el arte de la disciplina”.

Por su parte, García Márquez anota lo que Hernando llama en su libro un testimonio aleccionante. Se refiere no solo al poder enorme de Lleras en sus momentos de gloria, sino al más grande e invisible que se le reconoció en su retiro. “Él lo ejerció, dice Gabo, en silencio desde los umbrales del olvido, tal vez sin saberlo, quizás a sabiendas, pero no con artimañas de patriarca jubilado, sino con sus artes mágicas de escritor, hasta el día de su muerte sigilosa…”. Eso, en la historia, es ejemplar por supuesto. En las palabras es hermoso y magnífico, al tiempo que pedagógico e instructivo. Alberto Lleras, el estadista, pone a pensar. García Márquez, el novelista también. Pero ambos lo logran porque aprendieron a manejar la palabra.

“El mundo maravilloso de los libros”. El libro de Hernando Roa recaba también en la importancia del libro y, por eso, al leerlo vienen a la memoria una obra de la escritora española Ana Alcolea, especialista en literatura infantil, titulada “El mundo maravilloso de los libros”, publicada en el año 2022, y otra del escritor colombiano Jorge Zalamea, publicada en 1941, donde hace un viaje por las literaturas de España y Francia para proyectarlo sobre los especialistas. Alcolea dice deberle su vocación a su infancia. Hija única, no tenía con quien jugar, y se inventaba historias para sus muñecas y para ella misma. Cuando descubrió que tenía una especie de doble existencia, la real y la imaginada, decidió que su vida giraría en torno a leer, escribir y pensar.

Zalamea, por su parte, expresa que la lectura supone un ánimo desprevenido y una sensibilidad capaz de dejar que la belleza del mundo nos penetre: así se despierta para siempre la solidaridad del corazón humano. Para él, traducir a Saint John Perse significó “vagar por entre las más viejas capas del lenguaje, por entre las más altas vetas fonéticas, hasta lenguas muy remotas, hasta lenguas muy enteras y muy parsimoniosas, como esas lenguas dravídicas que no tuvieron palabras distintas para ayer y para mañana”. Esos viajes, a través de las lenguas vivas o muertas, son también compromiso con la ética, más allá de si el idioma usa o no la misma palabra para ayer y para mañana.

El humanismo del autor. Ahora, cuando Hernando Roa y quienes rodean su vida limpia, valiosa y productiva, sus trabajos intelectuales y sus preocupaciones inspiradas en un humanismo sin el cual la vida pierde sentido, advierten que esos ideales humanistas se aletargan. La idea de leer, escribir y pensar que, como dice Hernando se inicia con aprender a aprender, ha llegado a un puerto inefable en el cual es necesario desaprender.

La consagración a la democracia y el ejercicio de la prudencia. Después de la pandemia es más importante aún desaprender, es decir, releer la vida, reescribir la historia, repensar el mundo. Hernando Roa está lejos de ser catastrofista. Entre la crítica y el eufemismo, sugiere combinar la música, la lectura, la escritura y la reflexión, para eclosionar un pensamiento humanístico y creativo. Su penetrante vivacidad, su inteligencia y su talento, equilibran la devoción por sus ideas con el arte de la prudencia. Pero él sabe que ni el mundo ni el hombre progresan sin conciencia crítica. Por eso insiste en que leer, escribir y pensar afianzan nuestro ser histórico, y abren vías para que esta América Ibérica logre un día encontrarse consigo misma.

roasuarez@yahoo.com

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Eduardo(26198)19 de junio de 2024 - 05:31 p. m.
Autoelogio puro y duro.
Atenas(06773)19 de junio de 2024 - 02:02 p. m.
¡Enhorabuena! Atenas.
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