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Estamos invitados a ser lectores y escritores de palabras, de contenidos, de sentido; a ser creadores de vida a través del uso adecuado y profundo de nuestro idioma.
El tema que estamos abordando se me presenta significante, porque -leer, escribir y pensar- son caminos decisivos para aprender a conocernos; a comunicarnos; a decir nuestra palabra. Son senderos para afianzarnos ejerciendo nuestro discernimiento y nuestra inteligencia.
El examen de la realidad educativa nos indica que, especialmente debido al proceso histórico de nuestra enseñanza-aprendizaje, no hemos aprendido, salvo excepciones, a conocer y practicar la lectura, la escritura y el pensar, como ejercicios permanentes que nos permitan conocernos, desarrollarnos y aprender a vivir; aprender a ser.
Si pensamos en la realidad contemporánea de nuestro Congreso, de un sector importante del funcionariado público y de la llamada “clase política”, vamos a encontrar que frecuentemente existen serias deficiencias en su lectura, escritura y pensamiento. También, no son pocas las falencias que al respecto se evidencian en sectores importantes vinculados a la dirección y el manejo de lo privado. Y: ¿qué desafíos tiene que enfrentar el sistema educativo en general y la educación superior en particular, para mejorar la capacidad de lectura, escritura y el pensar de nuestros universitarios?
Existen algunos esfuerzos y aportes impulsados por el Ministerio de Educación, en algunas administraciones, pero no son suficientes. Por sus implicaciones, debemos preparar y ejecutar planes, a corto, mediano y largo plazo, para mejorar nuestra lectura, escritura y el pensar, de tal manera, que se realice un proceso que vertebre la problemática, a través de todo el sistema educativo.
Anotemos que, para un profesional, nunca es tarde repensar su formación e información, y dedicar un tiempo prudente para aprender y profundizar los bellos oficios de la lectura, la escritura y el pensamiento; los bellos oficios de aprender a pensar, escribir, y a decir su palabra1.
Sobre ella, sostuvo magistralmente Pablo Neruda: “Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan... Me postergo ante ellas... Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito... Amo tanto las palabras... Las inesperadas... Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen... Vocablos amados... Brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío... Persigo algunas palabras... Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema... Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes, ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas como algas, como ágatas, como aceitunas... Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto... Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola. Todo está en la palabra... Una idea entera se cambia porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció... Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto trasmigrar de patria, de tanto ser raíces... Son antiquísimas y recientísimas... Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada...”
Estamos invitados entonces, a ser lectores, escritores y pensadores de palabras, de contenidos, de sentido. Estamos invitados a ser transmisores y, sobre todo, creadores de vida a través del uso adecuado y profundo de nuestro idioma. Estamos convocados a ejercer nuestra libertad en búsqueda de una orientación significante para la existencia, formándonos y transformándonos; leyendo, escribiendo y pensando en ser personas conscientes que disfrutamos la continuidad entre la lectura, la escritura y el pensamiento. Leer, escribir y pensar sí, para aprender paulatinamente las implicaciones que se derivan del entender y practicar el ser sujetos de la historia, no objetos de la misma.
En la próxima columna nos ocuparemos del arte y el oficio de leer. roasuarez@yahoo.com
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Referencia
1. Véase Vásquez, Alicia e Ivone Inés Jakob. (2007). “La escritura y el aprendizaje en el aula universitaria: componentes cognitivos y didácticos”. En revista Innovación Educativa, No. 36 vol. 7, México D.F., pp. 21-35.