Leamos y escribamos para afianzar nuestro ser histórico, nuestra originalidad, nuestra lucha y, también, nuestros éxitos.
Introducción. Reflexionando en estos difíciles días, me pregunté: ¿Cómo podría contribuir a la recreación de los lectores de El Espectador con un tema que los distraiga creativamente? Me acordé entonces de la columna más significativa que he escrito. ¿Cuál? Veamos una pequeña historia.
A raíz de la columna que publiqué en El Espectador el 22 de agosto de 2006, recibí el 23 un mail de agradecimiento por parte de un escritor profesional antioqueño, que se iba a suicidar el día anterior -porque estaba frustrado con el ejercicio de su profesión- pero que, al leer la columna, lo había impulsado a rectificar su decisión…
Un tiempo después, recibí una gentil y profesional nota, de la coordinadora editorial de la Revista Innovación Educativa de México D.F., Alicia Lepre Larrosa, donde me solicitaba autorización para publicar la columna en una próxima revista, en su sección: Subrayado. Procedí a condensar la versión original, la envié y fue publicada en el Volumen 7, Número 41 de noviembre – diciembre de 2007. Así que esta versión es la que he fraccionado y compartiré en tres entregas con los lectores. Esta es la primera.
Anotaciones preliminares. ¿Por qué leer y escribir, hoy? Porque desde hace milenios los seres humanos han buscado -en medio del proceso evolutivo- transmitir a los descendientes aspectos sustantivos de sus huellas. A partir del salto cualitativo de los descendientes de los protocatarrinos, los antepasados del hombre comenzaron a expresar signos que permitieron afianzar su presencia en la Tierra y en el Universo. En la actualidad, para un ser humano consciente no solo se trata de nacer, crecer y reproducirse, sino de plasmar testimonios sobre el conocimiento, el saber y la existencia, para ser prolongados por otros: los descendientes, los educandos y los lectores. Las etapas pictográfica, ideográfica y fonética dan fe de ello y los diversos sistemas de escritura que hoy conocemos, y tenemos magníficos ejemplos: egipcia, china, cuneiforme, y americanas, indican lo legendario y significativo que ha sido para el interés humano dejar rastros escritos.
Entonces: ¿por qué leer y escribir, hoy? Porque en pleno siglo XXI constituyen un camino magnífico para la comunicación, porque ponen a prueba los inacabados conocimientos y reflexiones, y porque deben ser actos que permitan la profundización de la naturaleza humana.
Leer y escribir, sí; dos caminos maravillosos que, en nuestros días, invitan a construir un mundo y una sociedad más justa y en paz, sin violencia abierta y estructural.
Importancia del tema. El tema que se aborda es significante porque son caminos decisivos para aprender a conocer, a comunicar, y a decir la palabra; es un sendero para afianzarse ejerciendo el discernimiento y la inteligencia.
El examen de la realidad educativa indica que, especialmente debido al proceso histórico de la educación, no se ha aprendido, salvo excepciones, a conocer y practicar la lectura y la escritura como ejercicios permanentes para el desarrollo, aprender a vivir y aprender a ser. Preguntémonos: ¿qué desafíos tienen que enfrentar el sistema educativo y la educación superior para mejorar la capacidad de lectura y escritura de los universitarios?
Para un profesional nunca es tarde repensar su formación e información, y dedicar un tiempo prudente para aprender y profundizar los bellos oficios de la lectura y la escritura, de aprender a escribir y a decir su palabra. Sobre ello, sostuvo magistralmente Pablo Neruda: Todo lo que Usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me postergo ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… brillan como piedras de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema…
Entonces, todos, sin distinción alguna, estamos invitados a ser lectores y escritores de contenidos, de sentido, a ser transmisores y, sobre todo, creadores de vida a través del uso adecuado y profundo del idioma. Todos estamos convocados a ejercer la libertad en búsqueda de una orientación significante para la existencia, formándonos y transformándonos, leyendo y escribiendo para ser personas conscientes que disfrutamos la continuidad entre la lectura y la escritura; para aprender paulatinamente las implicaciones que se derivan del entender y practicar el ser sujetos de la historia. Revisemos ahora, unos conceptos básicos.
Precisiones conceptuales. Leer. Según el Diccionario de la Real Academia Española, leer es pasar la vista por lo escrito o impreso comprendiendo la significación de los caracteres empleados. Es entender o interpretar un texto de determinado modo. También es escudriñar el texto y buscar cuidadosamente sus contenidos y mensajes; saber dialogar con la herencia humana que se plasma en los libros y escritos.
Escribir. Es representar las palabras y las ideas con letras u otros signos trazados en papel u otra superficie; componer libros; discursos, comunicar a alguien por escrito algo. Compartir con los lectores reflexiones, elaboraciones y aportes para someterlos a su análisis, superación y crítica. Es divulgar los interminables conocimientos y un ejercicio que impulsa el conocimiento de lo humano, que deja constancia de la evolución del pensamiento, y un espacio para recrear lo complejo de la realidad.
Arte. En la medida que este concepto se refiere a diferentes objetos, históricamente el arte ha tenido y tiene diversas acepciones. Una podría ser, que el arte es un conjunto de reglas para hacer algo bien. Desde el punto de vista etimológico, el arte consistiría en la capacidad para fabricar objetos útiles; en tal sentido, tuvo el mismo significado que la palabra griega techné, de la que proviene técnica y tecnología.
Pero el arte exige, además, originalidad, belleza, transmisión de sentimientos y capacidad para emocionar y conmover en un contexto histórico y cultural determinado. El arte se presenta como una experiencia vital que nos enriquece y que, a través de la lectura y la escritura, nos pueden llegar a conmover intensamente.
Oficio. Etimológicamente proviene del latín officium, que significa ocupación, cargo. Para efectos del presente trabajo se hará referencia a quienes practican de modo habitual el oficio del lector y el escritor.
En la próxima columna me ocuparé del arte y el oficio de leer.
Alicia Vásquez e Ivone Jakob, “La escritura y el aprendizaje en el aula universitaria: componentes cognitivos y didácticos”, Revista Innovación Educativa, Vol. 7, núm. 36, 2007, IPN, pp. 21-35.