Cuán útil saber dialogar con la herencia del espíritu humano que se plasma en los libros.
El arte y el oficio de leer. Leer es un proceso de búsqueda de sentido, recorrer el texto y encontrarle sus significados -un camino puede ser el inductivo y otro el deductivo-. Leer es en realidad escudriñar el texto, buscar diligentemente sus mensajes y también sus silencios.
Leer bien implica tener una formación previa variada, la posibilidad de penetrar el texto, de abrirlo a la comprensión y correlacionarlo con otros textos y lenguajes. Lo icónico, lo auditivo, lo proxémico y los kinésico son lenguajes que facilitan aprender a leer, también a escribir. Se trata de leer bien las letras y los distintos lenguajes y, por supuesto, el nuevo lenguaje del computador. Es necesario recordar que la experiencia de la lectura no consiste solo en entender el significado del texto sino en vivirlo, y para leer bien hay que tener afinados todos los sentidos.
Hoy, ser alfabeto significa tener conciencia metalingüística -reflexión sobre el lenguaje- propiciar el diálogo, la comprensión, el intercambio de expresiones y sentidos. Leer bien no es únicamente tener la habilidad de descodificación, de logros o juegos de interpretaciones, es más bien un proceso de abducción, de levantamiento y formulación de indicios e hipótesis sucesivas.
Cuando se piensa específicamente en los profesionales contemporáneos, se observa la utilidad que es disponer de una lectura interdisciplinaria y transdisciplinaria. Los bárbaros especialistas de que hablaba Ortega pueden contribuir a la deformación personal y profesional. Al pensar en leer, se desea incorporar nuevos conocimientos y vivencias al acervo que se posee en un momento dado. Leer bien, sostiene Larrosa, es darle al cuerpo el máximo de energía pero permitiendo que se mueva por sí mismo y en libertad.
Aprender a leer es acercarse al conocimiento; es una apertura a la cultura; es decir, a una forma de ver, vivir y sentir el mundo, en un momento y espacio determinados. Cuando se aprende a leer y a escribir se está próximo a una forma de pensar y, por ello, la calidad de la lectura potencia o limita el pensamiento.
Frente a la cultura impartida por la mayoría de los actuales medios de comunicación, se debe estar atento para recuperar el amor a los libros y sus lecciones porque son compañeros y amigos. Los buenos libros son savia para nuestro desarrollo integral como seres humanos del siglo XXI.
La lectura bien hecha es un espacio excepcional que excita al cerebro, lo invita a ser fecundo y a conservar poco a poco, con especial delicadeza, los compañeros inolvidables de la existencia humana que son los libros y, por supuesto, esos recintos espléndidos que son las bibliotecas. Vásquez expresa que la biblioteca [es un] lugar donde los vivos buscan interrogar a los difuntos, y en donde los muertos recuperan, momentáneamente, su antiguo hálito de vida… [y continúa] bazar o mercado en donde cada cual ofrece o recibe según su oficio, inteligencia y riesgo. Biblioteca: guardiana del secreto. Esfinge, pirámide, laberinto.
Reitero: cuán útil es saber leer contextualmente, saber dialogar con la esencia del espíritu humano que se plasma en los libros. Recordemos la antigua sentencia: Aquel que sabe leer y no lee, es más ignorante que el que no sabe leer.
En la próxima columna me ocuparé del arte y oficio de escribir.
Lo icónico está vinculado a la representación; lo auditivo a la virtud de oír; lo proxénico relacionado con lo proyectivo; y lo kinésico vinculado al restablecimiento de la normalidad de los vivientes.
Jorge Larrosa, La experiencia de la lectura, México, 2003, FCE, pp. 365.
Larrosa, op. cit., pp. 390.
Fernando Vásquez, Oficio de maestro, Bogotá, 2000, Javegraf.
José Ortega y Gasset, importante escritor y humanista español del siglo XX.
Larrosa, op. cit., 370.
Vásquez, op. cit., pp. 13-42.
Jorge Luis Borges dijo: extensión de la memoria y la imaginación.