
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
¿Será posible mutar el criterio según el cual Estados Unidos no tiene amigos sino intereses?
La herencia kennediana. Al reflexionar sobre uno de los impactos significativos de John F. Kennedy, especialmente en la sociedad norteamericana, se veía con meridiana claridad que, veinte años después de su asesinato, uno de ellos, fue el haber sabido sembrar una nueva esperanza, especialmente en la juventud. Ahora, al transcurrir 62 años del asesinato de Kennedy, y en medio del fenómeno de la globalización, de norte a sur y de oriente a occidente, se respira un aire con mucha incertidumbre en el planeta Tierra.
Después de 47 años de una vida meritoria y consagrada, un afro americano ascendió a la Presidencia de la primera potencia del mundo. Qué gran ejemplo: el triunfo de la inteligencia, el liderazgo y la democracia se supo sobreponer a centurias de opresión y sometimiento. ¡Cuán bello y alentador; cuán esperanzador ver cristalizado, inicialmente, el sueño de Martin Luther King!
La derrota del guerrerismo, el utilitarismo y la sumisión. Revisemos cuidadosamente que, en la victoria de Obama, sus electores, organizados en torno a los valores éticos y políticos de lo más decantado del partido demócrata, fueron capaces -en franca lid- de derrotar los intereses de quienes representaban el guerrerismo, el unilateralismo, la sumisión, el poder del poder y la falta de fe en las posibilidades creativas de lo humano. Notemos que el surgimiento del “fenómeno” Obama no fue fruto del azar ni del esfuerzo individual de un hombre con ambición de poder y prestigio. Me inclino a pensar que fueron las condiciones históricas mundiales, y particularmente las de su sociedad, las que nos explican su contundente triunfo.
Su liderazgo. Obama es un ciudadano inteligente, estudioso, prudente, responsable de su papel y visionario. El estudio de su personalidad nos indica que es un líder político carismático -en la acepción contemporánea del término- llamado a marcar un hito no sólo en Norteamérica, sino ante las naciones democráticas del mundo. Su actitud, el contenido de su discurso, sus convicciones e ideales, permiten visualizar alternativas significativas para impulsar procesos de paz y equidad en la Tierra.
En la historia de Norteamérica han emergido magníficos líderes cuyo espíritu libertario ha sido notable para la civilización occidental. Por ejemplo: Abraham Lincoln, F.D. Roosevelt y J.F. Kennedy… La victoria de Obama abrió esperanzas de que un nuevo tipo de sociedad es posible; no ha llegado el fin de la historia y no debemos renunciar a la búsqueda de la justicia social y la paz internacionales(1).
La esperanza de replantear paradigmas. En pleno siglo xxi se presenta un cambio histórico que invita a los pensadores y a los teóricos, a replantear los paradigmas de un sistema de producción con graves inconsistencias y contenidos inhumanos. Por ello, se esperaba reorganizar el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y el Sistema de Naciones Unidas.
Qué oportuno convocar a los humanistas de todas las latitudes, a reestructurar los presupuestos sustantivos de los regímenes políticos, para que sean fundados en la justicia social, el respeto a la diversidad cultural, y a la equidad en el acceso a bienes y servicios, especialmente a una educación de calidad. Complementariamente, sería conveniente emplear estratégicamente los medios de comunicación, sin olvidar lo sostenido por Maxwell Taylor en el sentido que “la conquista de las mentes y las almas, es más importante que la de los territorios”.
La visión internacional de Obama. Ante los delineamientos internacionales planteados por el Presidente Trump, a partir del 20 de enero del presente, se me presenta conveniente que reflexionemos respecto de las orientaciones internacionales de Obama. Él ha sido una figura clave en la política mundial y ha desarrollado un pensamiento internacional y futurista que ha influido profundamente en la diplomacia global. Su enfoque en el ámbito internacional ha estado marcado por un intento de restaurar la imagen de Estados Unidos a nivel mundial, establecer relaciones más equilibradas con otras naciones y anticipar los desafíos que enfrentará el mundo en el futuro. A lo largo de su presidencia, mostró una capacidad especial para integrar un pensamiento global progresista, que abordaba tanto los problemas inmediatos como los del largo plazo.
Aspectos destacados de su enfoque fue la creencia en la interconexión de los países y en la importancia de la cooperación multilateral. Él promovió la idea de que los problemas globales, como el cambio climático, la proliferación nuclear y el terrorismo, no podían resolverse de manera aislada. Su visión futurista buscaba un mundo más interdependiente, donde los países trabajaran juntos para encontrar soluciones a los problemas comunes. Esto se reflejó en su apoyo a acuerdos internacionales como el de París sobre cambio climático y su enfoque en la diplomacia como medio para resolver conflictos internacionales.
¿Y qué pensar en relación con la seguridad mundial? Él adoptó una política pragmática que favorecía la diplomacia sobre el uso de la fuerza militar. Un ejemplo claro de esto fue su enfoque hacia Irán, donde buscó un acuerdo nuclear en lugar de una confrontación militar. El Acuerdo de Viena de 2015, en el que se limitó el programa nuclear de Irán a cambio del levantamiento de sanciones, fue un triunfo de la diplomacia multilateral bajo su liderazgo.
Durante su presidencia, se promovió la ciencia, la tecnología y la educación como pilares clave para el progreso. En su discurso sobre el estado de la unión de 2016, hizo hincapié en la necesidad de que los Estados Unidos lideraran en áreas como la inteligencia artificial, la biotecnología y la energía renovable. Su creencia en la tecnología como motor de progreso no solo tenía implicaciones para la economía global, sino también para la forma en que los países se relacionan en un mundo cada vez más digitalizado y conectado.
Conocedor de la trascendencia del enfoque internacional, hizo énfasis en el fortalecimiento de sus instituciones. Bajo su mandato, se apoyaron organizaciones como las Naciones Unidas, la Organización Mundial de Comercio y la OTAN, con la creencia de que las alianzas y las instituciones globales eran esenciales para mantener un orden mundial basado en reglas. Esta visión de la cooperación y la gobernanza global reflejaba su confianza en que la colaboración multilateral podría abordar los desafíos del futuro de manera más efectiva que las soluciones unilaterales o aislacionistas.
El conjunto de estos planteamientos, se me presentan como un gran contraste con los esbozados por el presidente Trump al respecto y representan parte significante del legado de Obama para el siglo XXI. Un estadista debe pensar en las futuras generaciones como lo hicieron entre nosotros, por ejemplo, Alfonso López Pumarejo, Alberto Lleras Camargo, Carlos Lleras Restrepo y el señor Presidente Barco.
Quiera el destino que, gracias a los ocho años de gobierno de Obama y a su legado, se reformulen las relaciones internacionales, especialmente entre Norteamérica y América Latina. El conocimiento de nuestra historia nos indica que a partir de 1492 hemos sido divididos, incomunicados y explotados. Si los vínculos se establecen con visión de futuro, divisaríamos un nuevo sentido en sus procesos de desarrollo y en la posibilidad de concreción de los ideales democráticos participativos(2).
La necesaria unión latinoamericana. Los latinoamericanos conscientes tenemos una gran oportunidad de saber negociar y plantear, ante los grandes escenarios del mundo, que queremos otro tipo de relaciones donde se sienten bases serias para la construcción de sociedades justas (con estructuras que organicen la equidad ante el poder); pacíficas, (con ausencias de violencias abiertas, estructurales y culturales); libres (sin sometimientos a potencia mundial alguna e interrelacionadas con todas las naciones); e insertadas creativamente en los procesos de globalización, con posibilidad de organizar un desarrollo sostenible. No olvidemos que, si no somos capaces de actuar unidos, nuestro poder, dentro de la configuración mundial, tendería a ser nulo.
Actuar con sentido de grandeza. Sí, Barack Obama fue llamado a marcar un hito no sólo en Norteamérica; también en el resto del mundo. Muy útil comenzar por América a dar ejemplo que podemos retomar lo mejor del espíritu humano libertario, y potenciarlo para construir nuevas relaciones y estructuras económicas, políticas, sociales, culturales y ambientales. Estamos en un momento magnífico para pensar, con los pies en la tierra e ilustrados por el peso de las enseñanzas históricas, en la construcción de un mundo mejor. Obama actuó con sentido de grandeza y la historia le reconocerá la preservación de los valores democráticos(3).
Reflexión final. De gran utilidad para las democracias de origen liberal y socialdemócrata, se me presenta que lo mejor de los pensadores, profesores, senadores y representantes norteamericanos, estudien contextualmente las orientaciones básicas del pensamiento de sus grandes demócratas, para replantear su enfoque político en el siglo XXI.
Continuar adelantando la política con los presupuestos ideológicos del señor Presidente Trump y sus amigos millonarios, lo considero altamente perjudicial y peligroso para los intereses democráticos de los latinoamericanos y las relaciones internacionales entre Norteamérica, América Latina y el resto de los países organizados bajo los presupuestos fundamentales de la democracia del siglo XXI. roasuarez@yahoo.com
____
Referencias
1. Invito al lector a contrastar su personalidad, formación y papel como estadista de la primera potencia mundial, con la del señor Presidente Trump, en su primer periodo presidencial y en enero del 2025.
2. Véase del autor: (2024). Ensayos político-jurídicos. Prólogo: Humberto Sierra Porto. Tirant lo Blanch, Bogotá, pp. 31-93; 167-199.
3. Muy útil se me presenta estudiar su última intervención ante el Senado norteamericano y el último discurso relacionado con su legado. Recomiendo al lector revisar la autobiografía publicada: (2020). Una tierra prometida. Debate. Bogotá, pp. 753-847.
