Por un nuevo pacto social

Humberto de la Calle
24 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.
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La marcha multitudinaria del 21N, sin antecedentes, expresó un mensaje profundo. Fue un crisol de insatisfacciones, pero también una congregación alegre y creativa. Un llamado a los mandamases. No solo al Gobierno. Un mensaje a la vez para todos los poderosos y también para los indiferentes.

La obligada intervención del presidente la noche del jueves, aunque tuvo el mérito de distinguir entre el llamado clamoroso y la ruindad del vandalismo, acusó una falta grave: no solo se trata de escuchar, señor presidente, sino de dialogar. Abrir una amplia mesa de diálogo real debería ser el paso siguiente. Y la agenda, la construcción de un nuevo pacto social.

Los poderosos: el régimen pensional sin solidaridad es injusto. La salud: si bien ha aumentado cobertura, la excesiva pasión por el lucro es dañina. El gasto social es insuficiente y mal aplicado. Los ricos deben entender que la tributación es el camino para robustecer la solidaridad. El crecimiento económico no solo debe ser mayor sino más equilibrado e incluyente. El acceso de campesinos a la tierra no es una ideología sino una necesidad. El cambio climático es una realidad. La inequidad es la gran enfermedad de la sociedad. El sistema educativo nos divide. La corrupción nos destruye. El clamor de la sociedad profunda no fue importado por el Foro de São Paulo. El Gobierno leyó mal y resolvió decretarle la guerra, con lo cual por paradoja contribuyó al paro. El control del vandalismo no debe pasar por el uso excesivo de la fuerza. Está naciendo una cierta ideologización de la fuerza pública. La policía no está para borrar grafitos ni destruir pinceles. Remember 1946. Dividir al Ejército es irresponsable. Castigar y aparcar a los oficiales leales al proceso de paz arruina el profesionalismo de las fuerzas. Peor mal es difícil de concebir. La guerrilla cometió graves crímenes. Pero negar la responsabilidad de otros deja viva la violencia. No tiene sentido seguir aparcados en el pasado. Pero sobre todo, empatía: la ausencia del Gobierno en Bojayá y la falta de un mínimo abrazo a los parientes de los menores en el bombardeo clama al cielo.

Los insatisfechos: el Estado de bienestar es finito. La presión demográfica debe hacer parte de su alcance. El sistema pensional está desfinanciado. Mantener un componente de solidaridad no debe anular los esfuerzos para garantizar las pensiones del futuro. Envejecimiento y subsidios excesivos son un problema real. Cualquier gobierno tiene que afrontar esto. Las deficiencias de la salud no deben olvidar el indiscutible aumento de la cobertura. La estatización de la salud fue nefasta y excluyente en el pasado. La economía abierta favorece el desarrollo. La seguridad jurídica es necesaria. El respeto a la autoridad es la base del orden. El jueves vi también agresiones a policías decentes. La democracia, aun defectuosa, es preferible al autoritarismo. El odio es estéril.

Todos, por un nuevo pacto social genuino y realista. Todos los extremismos son dañinos.

Codas. Aplauso a los empresarios antioqueños al entregar tierras para la reinserción.

Qué bien que los gestores de las fake news ahora clamen por la verdad.

La pregunta no es si Pachito debe ser castigado por una conversación privada, sino si está habilitado para ser embajador en D. C.

 

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