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Dos meses después del inicio del nuevo gobierno, los colombianos siguen expectantes. Sin embargo, ya se empieza a evidenciar el camino hacia donde se dirige esta administración. Las voces de quienes están en desacuerdo no se han hecho esperar y muchos de los temores se han agudizado. No obstante, a pesar del incierto panorama, personalmente conservo esperanzas, sobre todo en lo relacionado con la educación. Como en casi todos los sectores, el arranque ha tenido sus tropiezos, pero sigo creyendo que con el nombramiento de Alejandro Gaviria como ministro, de algunos miembros de su equipo y las constantes referencias del Gobierno al énfasis que busca darle al sector, es probable que logre importantes avances durante los próximos cuatro años.
Por esta razón, respondo por este medio al llamado que hace el presidente a que los ciudadanos contribuyamos en la construcción del Plan Nacional de Desarrollo de su gobierno. Para quienes conocemos el tema, no es un secreto que la educación está sumergida en una profunda crisis debido al estancamiento administrativo que sufre desde hace más de una década y al pésimo manejo que se le dio durante la pandemia. Por consiguiente, es evidente que las necesidades son muchas y un periodo de gobierno es muy corto para abordarlas y resolverlas todas. A pesar de ello, me empieza a preocupar, como a varios de mis colegas, el énfasis irrestricto que tendrán las políticas y los programas en la educación superior.
Ojalá no me malentiendan. Trabajar en educación superior es sumamente importante, porque ese nivel, como todos los demás, también está en crisis. Hace años la oferta de cupos y programas se estancó y la calidad de la mayoría todavía deja mucho que desear. No sorprende que exista hoy una generación de jóvenes sin posibilidades de formación y, en consecuencia, sin acceso a empleo calificado, lo que los ha llevado, como bien lo hemos evidenciado, a vociferar su gran frustración con una sociedad y un país que nos les brindan oportunidades de vida.
Pero siento que es mi obligación expresar, y estoy a tiempo, que si ya está decidido que esta sea la prioridad, por favor, que no sea la única. Así como los jóvenes se hacen escuchar y toca cumplirles las promesas hechas en campaña, los niños podrían ser nuevamente invisibilizados (como durante la pandemia), pues no tienen voz ni voto y pocos abogan por ellos. Solucionar los problemas desde el final, olvidando el inicio de la cadena, producirá resultados a corto plazo, pero limitados, pues si los niños y las niñas no son atendidos, cuidados y educados apropiadamente desde pequeños, serán cada vez menos los que logren acceder a la educación superior.
No se gana nada agregando cupos en la educación superior si quienes llegan a ella no comprenden un texto escrito ni cuentan con habilidades matemáticas y científicas básicas. Tampoco, si buena parte de quienes acceden a la educación básica, por problemas sociales, pobre alimentación y falta de cuidado en sus primeros años de vida, no culminan sus estudios. De nuevo, reconociendo que el sector está en crisis desde la base hasta la cúspide, ojalá no se concentren la mayoría de los recursos y políticas en la cima, pues así los cimientos de la pirámide se derrumbarán y entonces se logrará justamente lo contrario a lo que se busca, y se seguirá excluyendo a gran parte de las oportunidades.