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                                                                                                                                Notas sobre literatura fantástica

                                                                                                                                Cuando Gregor Samsa se despierta convertido en un monstruoso insecto en La metamorfosis, su reacción no es de frenesí sino de incredulidad. “¿Qué tal si siguiera durmiendo un poco y olvidara todas esas bobadas?” dice. Y un poco más adelante: “Esto de levantarse temprano le vuelve a uno idiota”. Ante él se levantan, sin embargo, sus múltiples patas en alboroto, las estrías asquerosas de su vientre, el dolor sordo en el flanco. En esa paradoja está la esencia de la literatura fantástica.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                La metamorfosis no se pregunta cómo se convirtió Samsa en un insecto (al final, eso es lo de menos), sino qué le ocurriría al transformarse en uno. Para eso, Kafka sumerge un evento extraordinario en los pantanos de lo ordinario: dos padres y una hermana que dependen del trabajo de Gregor, un jefe tiránico, un oficio desgastante. Desde entonces hasta su muerte, sus sufrimientos serán tan comunes como los de un humano apartado y en absoluta desolación. El insecto no sufre por ser insecto, sino por ser demasiado humano.

                                                                                                                                En El hombre invisible de H. G. Wells el resultado es parecido. Griffin consigue la invisibilidad en un mundo visible: no puede comer porque los trozos de comida bajan a plena vista por su esófago y no puede dormir porque sus párpados transparentes no detienen la luz; como ponerse ropa lo delataría, anda desnudo y por lo tanto asaltado por una gripa incesante. Cosecha rabia y rencor. Se parece en su condición de eterno marginal a Meursault de El extranjero. Cortázar acude al mismo procedimiento en Axolotl, donde un hombre, tras contemplar por días a los ajolotes en un Jardin des Plantes, ha tomado de golpe la forma de uno de ellos, pero no puede evitar pensar como cuando era hombre. Convertido en animal de agua, sufre como una bestia de tierra.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                La fantasía no opera sólo como un divertimento: es una forma alterna de sondear la realidad (o bueno: eso que salta ante los ojos con aparente coherencia). Unos usan un microscopio; otros, una máquina colosal que escupe protones; otros, una imaginación afín a las torceduras. Sin la transformación de Samsa, Kafka no habría pintado todas las caras del rechazo y la extranjería; sin la invisibilidad de Griffin, Wells habría contado con menos suerte al diseccionar la degradación del poder; sin el orgulloso fenómeno de circo que se expone a prolongados ayunos en Un artista del hambre, Kafka no habría iluminado tan bien la desilusión y el disgusto innato de los humanos ante el mundo.

                                                                                                                                Es como si para encontrar alguna verdad, o al menos para formular una buena pregunta, o al menos para consolarse ante el desastre diario, la literatura tuviera que zafarse de las restricciones de la lógica y la física. Escribir sería, entonces, una reformulación de los cimientos: el tiempo, el espacio, la materia física palpable. Podría decirse incluso que escribir literatura (que haber creado ese aparato llamado literatura) es fantástico, que haber inventado las palabras fue ya el mayor acto de fantasía: darles nombres a las cosas, sin que el rostro se congestione ni muestre sorpresa, a pesar de que ninguna cosa tiene nombre sobre la Tierra y el vasto negro del universo.

                                                                                                                                Coda

                                                                                                                                Gracias a todos por sus comentarios en la columna anterior sobre Conrad. Gines recomendó leer “El negro del Narciso” y “Lord Jim”. Manuel Fernando propuso “El pirata” (que en efecto es de 1923, un año antes de la muerte de Conrad); Mauricio mencionó “El agente secreto”; Esteban Carlos (no he leído ni a Greene ni a Le Carré, pero lo haré) recomendó “Nostromo”. Carlos Alberto puso en la mesa un título sobre la colonización africana: “El sueño del celta” de Vargas Llosa. Ahora pregunto: ¿recuerdan buenos cuentos fantásticos? ¿Cuáles recomiendan? Recomiendo La nariz de Gogol.

                                                                                                                                Cuando Gregor Samsa se despierta convertido en un monstruoso insecto en La metamorfosis, su reacción no es de frenesí sino de incredulidad. “¿Qué tal si siguiera durmiendo un poco y olvidara todas esas bobadas?” dice. Y un poco más adelante: “Esto de levantarse temprano le vuelve a uno idiota”. Ante él se levantan, sin embargo, sus múltiples patas en alboroto, las estrías asquerosas de su vientre, el dolor sordo en el flanco. En esa paradoja está la esencia de la literatura fantástica.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                La metamorfosis no se pregunta cómo se convirtió Samsa en un insecto (al final, eso es lo de menos), sino qué le ocurriría al transformarse en uno. Para eso, Kafka sumerge un evento extraordinario en los pantanos de lo ordinario: dos padres y una hermana que dependen del trabajo de Gregor, un jefe tiránico, un oficio desgastante. Desde entonces hasta su muerte, sus sufrimientos serán tan comunes como los de un humano apartado y en absoluta desolación. El insecto no sufre por ser insecto, sino por ser demasiado humano.

                                                                                                                                En El hombre invisible de H. G. Wells el resultado es parecido. Griffin consigue la invisibilidad en un mundo visible: no puede comer porque los trozos de comida bajan a plena vista por su esófago y no puede dormir porque sus párpados transparentes no detienen la luz; como ponerse ropa lo delataría, anda desnudo y por lo tanto asaltado por una gripa incesante. Cosecha rabia y rencor. Se parece en su condición de eterno marginal a Meursault de El extranjero. Cortázar acude al mismo procedimiento en Axolotl, donde un hombre, tras contemplar por días a los ajolotes en un Jardin des Plantes, ha tomado de golpe la forma de uno de ellos, pero no puede evitar pensar como cuando era hombre. Convertido en animal de agua, sufre como una bestia de tierra.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                La fantasía no opera sólo como un divertimento: es una forma alterna de sondear la realidad (o bueno: eso que salta ante los ojos con aparente coherencia). Unos usan un microscopio; otros, una máquina colosal que escupe protones; otros, una imaginación afín a las torceduras. Sin la transformación de Samsa, Kafka no habría pintado todas las caras del rechazo y la extranjería; sin la invisibilidad de Griffin, Wells habría contado con menos suerte al diseccionar la degradación del poder; sin el orgulloso fenómeno de circo que se expone a prolongados ayunos en Un artista del hambre, Kafka no habría iluminado tan bien la desilusión y el disgusto innato de los humanos ante el mundo.

                                                                                                                                Es como si para encontrar alguna verdad, o al menos para formular una buena pregunta, o al menos para consolarse ante el desastre diario, la literatura tuviera que zafarse de las restricciones de la lógica y la física. Escribir sería, entonces, una reformulación de los cimientos: el tiempo, el espacio, la materia física palpable. Podría decirse incluso que escribir literatura (que haber creado ese aparato llamado literatura) es fantástico, que haber inventado las palabras fue ya el mayor acto de fantasía: darles nombres a las cosas, sin que el rostro se congestione ni muestre sorpresa, a pesar de que ninguna cosa tiene nombre sobre la Tierra y el vasto negro del universo.

                                                                                                                                Coda

                                                                                                                                Gracias a todos por sus comentarios en la columna anterior sobre Conrad. Gines recomendó leer “El negro del Narciso” y “Lord Jim”. Manuel Fernando propuso “El pirata” (que en efecto es de 1923, un año antes de la muerte de Conrad); Mauricio mencionó “El agente secreto”; Esteban Carlos (no he leído ni a Greene ni a Le Carré, pero lo haré) recomendó “Nostromo”. Carlos Alberto puso en la mesa un título sobre la colonización africana: “El sueño del celta” de Vargas Llosa. Ahora pregunto: ¿recuerdan buenos cuentos fantásticos? ¿Cuáles recomiendan? Recomiendo La nariz de Gogol.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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