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                                                                                                                                Sobre la habilidad de ver fantasmas

                                                                                                                                La metáfora es el gran aparato literario: es, en términos globales, el disfraz que permite que una cosa tenga las características de otra, como la habitación “empapada en la luz de la lámpara” que ve Proust en el inicio de En busca del tiempo perdido, como si la luz pudiera empapar como el agua, o como la gota de tinta en La alegría de escribir de Szymborska que contiene una “reserva considerable de cazadores” que le apuntan, como si la gota fuera un bosque y ella, una cierva. Quizá el primer acto metafórico fue el de crear las palabras: formas en un papel (o en el viento, como dice Vallejo en Logoi) que buscan equivaler a otras formas que existen en cerrado silencio en el mundo tangible y en el intangible.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por eso, una metáfora termina siendo más que un mero aparato que eleva una oración ordinaria a una extraña esfera de epifanía: la literatura misma, sospecho, no es más que el disfraz popular de la metáfora. Puesto que la literatura se dedica a coser universos que hablan por otros universos y a animar lo que primero fue piedra y suelo infértil, todo en ella, desde los ambientes hasta el fraseo, es metáfora.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La metáfora es una adición de los sentidos, una fervorosa linterna de exploración. El mundo que se vive con una habilidad metafórica es más ancho y más poblado que el que toma las cosas sólo por las cosas: el que supone que un árbol es apenas un árbol. Para quien vigila el mundo con un ojo de metáfora, el mundo es siempre nuevo, en lo turbio y en lo transparente. En ciertas regiones del globo, la metáfora, tipificada con otros nombres en los códigos civiles, supone un delito.

                                                                                                                                CODA

                                                                                                                                ¿Se les viene otro texto a la cabeza que hable en clave de metáfora (o de alegoría, que es tan cercana a la metáfora)? Sigo sin concebir uno que no sea metáfora: hasta la Biblia (el libro de Job, por ejemplo), a pesar de tanto tonto, ateo y no, que la toma como manual de instrucciones.

                                                                                                                                La metáfora es el gran aparato literario: es, en términos globales, el disfraz que permite que una cosa tenga las características de otra, como la habitación “empapada en la luz de la lámpara” que ve Proust en el inicio de En busca del tiempo perdido, como si la luz pudiera empapar como el agua, o como la gota de tinta en La alegría de escribir de Szymborska que contiene una “reserva considerable de cazadores” que le apuntan, como si la gota fuera un bosque y ella, una cierva. Quizá el primer acto metafórico fue el de crear las palabras: formas en un papel (o en el viento, como dice Vallejo en Logoi) que buscan equivaler a otras formas que existen en cerrado silencio en el mundo tangible y en el intangible.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Por eso, una metáfora termina siendo más que un mero aparato que eleva una oración ordinaria a una extraña esfera de epifanía: la literatura misma, sospecho, no es más que el disfraz popular de la metáfora. Puesto que la literatura se dedica a coser universos que hablan por otros universos y a animar lo que primero fue piedra y suelo infértil, todo en ella, desde los ambientes hasta el fraseo, es metáfora.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La metáfora es una adición de los sentidos, una fervorosa linterna de exploración. El mundo que se vive con una habilidad metafórica es más ancho y más poblado que el que toma las cosas sólo por las cosas: el que supone que un árbol es apenas un árbol. Para quien vigila el mundo con un ojo de metáfora, el mundo es siempre nuevo, en lo turbio y en lo transparente. En ciertas regiones del globo, la metáfora, tipificada con otros nombres en los códigos civiles, supone un delito.

                                                                                                                                CODA

                                                                                                                                ¿Se les viene otro texto a la cabeza que hable en clave de metáfora (o de alegoría, que es tan cercana a la metáfora)? Sigo sin concebir uno que no sea metáfora: hasta la Biblia (el libro de Job, por ejemplo), a pesar de tanto tonto, ateo y no, que la toma como manual de instrucciones.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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