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                                                                                                                                Tomas Tranströmer o cómo contemplar con nuevos ojos

                                                                                                                                Cuando la Academia Sueca premia a un sueco, se trata, por lo general, de agradecer con la consagración de un talento menor a la patria que ha albergado al premio por más de un siglo. Nadie recuerda a Verner von Haidenstam y más vale olvidar que en 1974 el jurado del Nobel determinó recompensar a dos miembros del jurado del Nobel —suecos, claro— por encima de uno de los candidatos más serios de ese año: Jorge Luis Borges. Tengo la impresión, sin embargo, de que el caso de Tomas Tranströmer, que ganó hace nueve años, es todo lo contrario: se trata de un buen poeta que resultó siendo sueco.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                                        enorme roble, como un alce petrificado con su interminable

                                                                                                                                                        cornamenta, frente a la fortaleza verdinegra

                                                                                                                                                                                del mar de septiembre.

                                                                                                                                Son pocas palabras, pero escogidas con destreza. El viejo y enorme roble se atraviesa en el sendero del caminante, que parece recién llegado puesto que comete la buena osadía de compararlo con un “alce petrificado con su interminable cornamenta”. Sólo un caminante con ojos frescos podría configurar esa metáfora; también, quizás, un caminante recurrente con el ojo avizor y entrenado. De cualquier modo, la metáfora da un aviso perentorio: quien contempla está vivo, tan vivo que no ve sólo un mar en furia sino una “fortaleza verdinegra”. Tranströmer, a sus escasos 23 años, se vale apenas de un color y un símil —el mar se convierte en una fortaleza— para reproducir el efecto abrumador de una tarde de otoño.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                                                    Una tormenta hace girar las aspas del molino

                                                                                                                                                                    que salvajemente, en la oscuridad de la noche, muele la nada.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El molino —cuyas aspas, para un observador acostumbrado, se agitan por la mera acción del viento— se transforma en este caso en un objeto que, en medio de la noche, actúa sin razón ni propósito: está moliendo la nada. Sin decirlo, como lo hace la buena poesía, Tranströmer discute sobre la desesperación. Es natural imaginarse que el molino es un individuo al azar que gira sus brazos, en un ciclo barbárico, arrodillado ante el destino. Eso parece sugerir la línea que sigue:

                                                                                                                                                                    Las mismas leyes te mantienen despierto.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Como no ve como debería ver, el poeta es un inconforme. Quizás, más que inconforme, que es una palabra tan abusada, se trata de alguien que ha convenido con el mundo que el mejor modo de contemplar es el del primitivo: con la certeza mítica de que un árbol es más que un árbol. Es probable que existan poetas que no escriben en verso. Quisiera volver a Archipiélago otoñal para entenderlo con precisión. En su segunda y última cuarteta escribe:

                                                                                                                                                                    Tormenta nórdica. Es el tiempo en que

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                                                    los racimos de serbas maduran. Despierto en la oscuridad,

                                                                                                                                                                    oigo las constelaciones piafar en sus establos,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                                                                            en las alturas, sobre los árboles.

                                                                                                                                Al despertar en la oscuridad, el caminante se guía, a falta de luz, por los sonidos que emiten las constelaciones, que nunca suenan. En esta ocasión, su sonido no es sólo perceptible sino estruendoso, puesto que piafan como caballos alebrestados. Las constelaciones, hasta entonces mudas y antiguas, se restauran con la viveza de un caballo joven.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La autenticidad de estos versos se debe más a su perspectiva y a su riesgo que al tema que refieren. A la larga, el tema es un aspecto menor, incluso desechable. En cambio, contemplar a gusto y trastocar la realidad son dos actividades que ensanchan el punto de vista, como quien escudriña a través de rayos ultravioleta y se precipita, al fin, hacia frecuencias imposibles de captar con un par de ojos ordinarios.

                                                                                                                                Cuando la Academia Sueca premia a un sueco, se trata, por lo general, de agradecer con la consagración de un talento menor a la patria que ha albergado al premio por más de un siglo. Nadie recuerda a Verner von Haidenstam y más vale olvidar que en 1974 el jurado del Nobel determinó recompensar a dos miembros del jurado del Nobel —suecos, claro— por encima de uno de los candidatos más serios de ese año: Jorge Luis Borges. Tengo la impresión, sin embargo, de que el caso de Tomas Tranströmer, que ganó hace nueve años, es todo lo contrario: se trata de un buen poeta que resultó siendo sueco.

                                                                                                                                PUBLICIDAD
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                                                                                                                                Read more!

                                                                                                                                                        De pronto, el caminante encuentra aquí el viejo,

                                                                                                                                                        enorme roble, como un alce petrificado con su interminable

                                                                                                                                                        cornamenta, frente a la fortaleza verdinegra

                                                                                                                                                                                del mar de septiembre.

                                                                                                                                Son pocas palabras, pero escogidas con destreza. El viejo y enorme roble se atraviesa en el sendero del caminante, que parece recién llegado puesto que comete la buena osadía de compararlo con un “alce petrificado con su interminable cornamenta”. Sólo un caminante con ojos frescos podría configurar esa metáfora; también, quizás, un caminante recurrente con el ojo avizor y entrenado. De cualquier modo, la metáfora da un aviso perentorio: quien contempla está vivo, tan vivo que no ve sólo un mar en furia sino una “fortaleza verdinegra”. Tranströmer, a sus escasos 23 años, se vale apenas de un color y un símil —el mar se convierte en una fortaleza— para reproducir el efecto abrumador de una tarde de otoño.

                                                                                                                                Read more!
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                                                    Una tormenta hace girar las aspas del molino

                                                                                                                                                                    que salvajemente, en la oscuridad de la noche, muele la nada.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                El molino —cuyas aspas, para un observador acostumbrado, se agitan por la mera acción del viento— se transforma en este caso en un objeto que, en medio de la noche, actúa sin razón ni propósito: está moliendo la nada. Sin decirlo, como lo hace la buena poesía, Tranströmer discute sobre la desesperación. Es natural imaginarse que el molino es un individuo al azar que gira sus brazos, en un ciclo barbárico, arrodillado ante el destino. Eso parece sugerir la línea que sigue:

                                                                                                                                                                    Las mismas leyes te mantienen despierto.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Como no ve como debería ver, el poeta es un inconforme. Quizás, más que inconforme, que es una palabra tan abusada, se trata de alguien que ha convenido con el mundo que el mejor modo de contemplar es el del primitivo: con la certeza mítica de que un árbol es más que un árbol. Es probable que existan poetas que no escriben en verso. Quisiera volver a Archipiélago otoñal para entenderlo con precisión. En su segunda y última cuarteta escribe:

                                                                                                                                                                    Tormenta nórdica. Es el tiempo en que

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                                                    los racimos de serbas maduran. Despierto en la oscuridad,

                                                                                                                                                                    oigo las constelaciones piafar en sus establos,

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                                                                            en las alturas, sobre los árboles.

                                                                                                                                Al despertar en la oscuridad, el caminante se guía, a falta de luz, por los sonidos que emiten las constelaciones, que nunca suenan. En esta ocasión, su sonido no es sólo perceptible sino estruendoso, puesto que piafan como caballos alebrestados. Las constelaciones, hasta entonces mudas y antiguas, se restauran con la viveza de un caballo joven.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                La autenticidad de estos versos se debe más a su perspectiva y a su riesgo que al tema que refieren. A la larga, el tema es un aspecto menor, incluso desechable. En cambio, contemplar a gusto y trastocar la realidad son dos actividades que ensanchan el punto de vista, como quien escudriña a través de rayos ultravioleta y se precipita, al fin, hacia frecuencias imposibles de captar con un par de ojos ordinarios.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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