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En 1989 el presidente Ronald Reagan le dijo a Gorbachov “tear down this wall” (derribe este muro), el cual separaba a la Alemania Oriental de la Occidental, dividida en ese entonces por el muro de Berlín. En esos momentos la Unión Soviética enfrentaba diferentes problemas, entre ellos el del abastecimiento energético, un sector agrícola atrasado en tecnología, un gasto militar enorme y sobre todo un retraso del sistema político, el cual necesitaba cambiar de fondo. Era claro que tenían que modificar el sistema o colapsaría.
El martes 5 de noviembre en Estados Unidos obtuvo el triunfo presidencial Donald Trump, ganó el voto mayoritario y también (las mayorías) en Senado como en Cámara; es decir, tendrá dos años de libertad para actuar tranquilamente y sin tener que negociar con la oposición. En enero del 2016 dijo en Iowa: “Podría pararme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a la gente y no perdería votantes”; es decir, ve a los votantes como personas que poco razonan en su mayoría, pero representaba una manera de percibir el gobierno y el mundo que no le gustó a la totalidad de americanos y entonces decidieron elegir a Biden.
En Europa el partido Vox de España, Fratelli d’Italia y la Agrupación Nacional de Francia son unos de los importantes partidos de la extrema derecha europea que están en acenso. El parlamento europeo tiene una composición de 184 partidos y coaliciones, de los cuales 44 son de extrema derecha o pertenecen a este tipo de ideología. Es bastante probable que cada día sean más esos partidos y seguidores. El jueves pasado el canciller alemán (el líder el gobierno), Olaf Scholz, perdió la mayoría de la coalición de gobierno y no quiere convocar a elecciones rápidamente; es claro que perderá el poder a más tardar el 15 de enero contra la derecha.
La democracia nunca se opuso a movimientos que opinaran de manera diferente al partido de gobierno, esa es la esencia misma de un sistema democrático, pero ha sido tal el alcance de las ideologías de izquierda que lograron una inmensa diferencia entre derecha e izquierda y obtuvieron como respuesta una extrema derecha en ascenso. Se abusó del sistema democrático y se intentó cambiar radicalmente por uno mejor, pero marchaba bastante bien en la mayoría de países y se pretendió, como en Colombia, cambiarlo todo. Pero así no funciona un sistema democrático, los cambios para que en verdad perduren deben ser graduales, con la preparación adecuada y aún con mayor razón si estos implican un alto costo económico para a los empleadores, los cuales se tiene que preparar para un cambio gradual, pero de un día para otro es realmente imposible que se consiga sin afectar la economía y por ende los puestos de trabajo. En Colombia a Petro le han aprobado temas menores en el Congreso, pero pretender reformarlo todo en cuatro años es una irresponsabilidad. Sus electores que de buena fe le creyeron todas sus promesas, están viendo que existe otro extremo con el que se tiene que tranzar, a menos que se quiera un régimen como el fracasado en Venezuela.
Colombia hace parte de un mundo global y si quiere seguir vigente y progresar debe aprovechar que Trump busca no producir en China y fructificar su cercanía con Estados Unidos. Esto llevaría a mejorar la economía en Colombia lo cual, en últimas, es lo que debe buscar Petro. Trump, más que político, es un negociador, y si ve que Petro le cierra el paso por el Darién a los miles de personas que lo usan para llegar a Estados Unidos, muy seguramente le dará beneficios económicos a Colombia. En ese caso, no se tendría que derribar un muro: se necesitaría construir uno.