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Reivindico aquí el uso de las palabras afrocolombiana, afrodescendiente y afro. Me inspira una pedagogía enfática de las memorias de África en la formación nacional, la cual tomó fuerza para realzar las pluralidades de religión, lengua y etnicidad en reemplazo del monoteísmo católico, el monolingüismo castellano y la supuesta unidad democratizadora derivada del mestizaje blanqueador que legitimaba el ordenamiento constitucional de 1886. También se debe a la reciente divulgación que el Instituto Google y la oenegé Savama DCI han llevado a cabo sobre los patrimonios culturales de Malí, incluyendo los manuscritos de Tombuctú; la arquitectura de sus mezquitas de adobe, las cuales, como la de Djenné, son patrimonio de la humanidad; la música que ha moldeado los blues actuales, y expresiones de una plástica contemporánea de gran originalidad. En 2012, la arremetida yihadista de Al Qaeda puso en peligro legados que los talibanes consideraron apócrifos. Sin embargo, la resistencia maliense puso a salvo lo que quedó de ellos.
Los manuscritos que menciono cubren un período que se inicia en el siglo XI y llega hasta el XIX. Personas expertas y comprometidas van restaurando, clasificando, digitalizando y poniendo en línea cerca de 500.000 piezas documentales que, entre otros aspectos, cubren astronomía, ética, jurisprudencia, educación, historia, medicina, matemáticas, poesía y gobernanza. Son significativos los que se refieren a la tolerancia. Tienen que ver con el Kouroukan Fuga, la constitución que redactó Sundiata Keita. Él unificó el imperio de Mali 1235 y redactó la jurisprudencia que antecede a la actual de los derechos humanos.
El oro, los textiles, los cueros, las leguminosas, la tecnología hidráulica sobre la cual se fundamentaban la agricultura y la ganadería de ese noroccidente africano fueron conocidos y apetecidos por los europeos. Sin embargo, desde el inicio de la trata esclavista, a esos logros intelectuales, filosóficos, estéticos y arquitectónicos también comenzaron velarlos mediante los estereotipos del salvajismo, barbarie e incivilización. Es sobre ellos que se cimientan las descalificaciones de Francia Márquez como candidata vicepresidencial. El humanista mozambiqueño Mia Cuoto se ha referido a esta infamia escribiendo que hay que inventar maldades sobre un pueblo para “bendecir las maldades que se ejercerán sobre él”[1] .
Además de hacer invisibles los rasgos civilizatorios alcanzados por gente Mandinga, Fulbé, Bámbara y Yolofo, entre otros pueblos de la ya mencionada región maliense y senegalesa, lo hicieron con los de las etnonaciones localizadas más hacia el sur, como las de las gentes de habla Akán de Ghana y Costa de Marfil, la Lucumí, Hausa e Igbo de Nigeria o la Bantú del valle del río Congo. De las maldades que comenzaron a ejercer contra las personas a quienes secuestraban para ser enviadas hacia las Américas y el Caribe en calidad de mercancías, quizá la más perversa fuera la de la cotidianización de los campos de concentración. Si hoy aterra cómo a lo largo de por lo menos dos decenios los nazis se hubieran valido de esa tecnología del confinamiento, reforzándolo mediante privaciones de alimento, higiene e intimidad, más deberíamos conmovernos por la prolongación de esas prácticas con cautivos y cautivas africanos —¡a lo largo de 400 años!— incluyendo una que no se dio en el holocausto, a saber, el hacinamiento en las inmundas bodegas de los navíos esclavistas. A este respecto, comenzando el siglo XVII, desde la Cartagena donde sanaba a las “cargazones de negros” que llegaban, el jesuita Alonso de Sandoval escribió:
[…] más de dos meses; tan apretados, tan asquerosos y tan maltratados, que me certifican los mesmos que los traen que vienen [aprisionados] de seis en seis con argollas por los cuellos [y …] grillos en los pies […]; debaxo de cubierta, cerrados por fuera, do no ven ni sol ni luna, que no ay Español que se atreva a poner la cabeza al escotillón sin almadiar [y…] sin riesgo de grave enfermedad. Tanta es la hediondez, apertura y miseria del lugar… [2]
En Colombia, al racismo no solo lo ha fundamentado el ocultamiento de la creatividad de los antepasados africanos, sino de la de sus descendientes. El sistema educativo sigue en mora de ofrecerles a nuestros estudiantes las evidencias que le den sustento a la afirmación tajante que el músico chocoano Alexis Play ha resumido cantando que “Colombia se ha hecho a lomo de negro”. El conflicto con esta última denominación es que si bien surge en ámbitos de afecto, como el que crean los versos de “¿qué será lo que quiere el negro?”, la historia también la ha dejado entrelazada con las crueldades e injusticias horrendas para deshumanizar y degradar, y de esa manera seguir infligiendo los infinitos dolores del pasado esclavista. Hablar de afros consiste en la opción contraria de humanizar, a partir de memorias enaltecedoras.
[1] Couto, Mia. El otro pie de la sirena. Madrid: Casa África. 2006, pág. 290.
[2] De instauranda Aethiopum salute, Un tratado sobre la esclavitud (1987, Alianza Universidad), pág. 152.
* Miembro fundador, Grupo de estudios afrocolombianos, Universidad Nacional y profesor, Programa de antropología, Universidad Externado de Colombia.