Escribo el 2 de mayo, aniversario 19° de la masacre de Bojayá. Hace seis años, esa comunidad como las del resto de las Afrocolombias, se ilusionaron con la paz añorada. Hoy enfrentan una revictimización sin precedentes.
Sinovac o Pfizer son fuente de esperanza, pero contra el odio no hay vacuna. Twitter puede haber retirado el mensaje del presidente Uribe pidiendo apoyo ciudadano para que soldados y policías usaran sus armas contra civiles descalificados como terroristas. Sin embargo, no le sobran correligionarios que divulgan el mismo un contagio. El historiador que dirige el Centro de Memoria Histórica publicó: “Protestas?? O ensayos insurreccionales??”, y reenvió las palabras de otro fanático: “Señor presidente @IvanDuque Cali necesita #MilitarizacionYa”. Duque respondió con otro de sus eufemismos, “Asistencia militar”, basada en la deshumanización a quien pueda estar frente al cañón oficial. Sin la reiteración de ese tipo de doctrinas es difícil que oficiales y suboficiales opriman el gatillo.
Hay quienes practican el adoctrinamiento en la inferiorización humana alegando inocencia y buenas intenciones, como sucedió con una presentación ya borrada de la página de Instagram de la fundación responsable¹. Tuvo lugar en la Institución Educativa Ramón de Zubiría, dentro de la “Temporada de conciertos didácticos: Raíces de nuestra identidad cultural”. Frente a una audiencia de niñas, niños y adolescentes, dos hombres bailaban a un ritmo como de la música del Pacífico que interpretaba una pequeña banda. El uno era con pelo postizo rubio y levita blanca. El otro se había pintado de negro con peluca afro, camisa y amplio calzón blanco reminiscente de las indumentarias de bayeta que eran obligatorias durante la colonia. De uno de sus tobillos pendía una cadena con eslabones de papel, reiterando esa pétrea asociación entre negrura y esclavización. Las redes reaccionaron ante la cantinela del estereotipo, en especial porque se aproximaba el Día de la Afrocolombianidad que festeja la Ley 2, promulgada el 21 de mayo de 1851 para abolir la esclavitud. Frente a las críticas, la Fundación responsable publicó un video, hoy también borrado, pidiendo excusas, negando cualquier intención de ofender, sino de crear conciencia sobre las músicas ancestrales que se van olvidando. Por su parte, quien protagonizó al esclavo también subió un video que ya no es visible, mostrando arrepentimiento y diciendo que no imaginó que su manera de representar la raigambre negra pudiera interpretarse como racista. Hoy aparecen nuevos videos reafirmando la intención de rescatar nuestras tres raíces y reivindicando el mestizaje propio de las Américas. De ahí una nueva representación: un indio de diadema de plumas y cara con rayas de colores.
La reiteración de que la estereotipia divulgada hubiera sido inconsciente habla de una profunda anomalía social que cuenta con el auspicio del Ministerio de Cultura. En efecto, a esta pedagogía la financió el Programa de Concertación del Ministerio de Cultura, en asocio con CoCrea, corporación mixta sin ánimo de lucro, que —ojo— mercantiliza la cultura en función del incentivo tributario que creó el Plan Nacional de Desarrollo². CoCrea es eje de ReactiArte, Año Mundial de la Economía Naranja para el Desarrollo Sostenible³, aunque no es claro cómo se relaciona con ese otro año que el Ministro de Cultura lanzó en febrero, el de la Libertad. Si, de acuerdo con sus palabras, mediante esa conmemoración, el Ministro se proponía cambiar estereotipos, terminó por reafirmar los más arraigados para la inferiorización, aquellos que ha pretendido extirpar la Ley 70 de 1993 mediante esa Cátedra de Estudios Afrocolombianos, la cual, a lo largo de 30 años ha sido objeto de priorización política de dientes para afuera. De ahí el contraste entre la reacción que en Estados Unidos no se detiene por el asesinato de George Floyd, y el silencio oficial ante los policías que por la misma época le rompían el cráneo a Anderson Arboleda. A la acusación de transgresor de la cuarentena la cimentaba la asociación entre lo negro, lo inferior y la sujeción violenta. Sin embargo, el cargo habría podido ser el de terrorista que el presidente Uribe usa con tanta largueza, como odio.
* Profesor, Programa de Antropología, Universidad Externado de Colombia
¹ https://www.instagram.com/p/COLpKAPhRvc/, https://www.instagram.com/p/CNvHVvOhlbY/
Escribo el 2 de mayo, aniversario 19° de la masacre de Bojayá. Hace seis años, esa comunidad como las del resto de las Afrocolombias, se ilusionaron con la paz añorada. Hoy enfrentan una revictimización sin precedentes.
Sinovac o Pfizer son fuente de esperanza, pero contra el odio no hay vacuna. Twitter puede haber retirado el mensaje del presidente Uribe pidiendo apoyo ciudadano para que soldados y policías usaran sus armas contra civiles descalificados como terroristas. Sin embargo, no le sobran correligionarios que divulgan el mismo un contagio. El historiador que dirige el Centro de Memoria Histórica publicó: “Protestas?? O ensayos insurreccionales??”, y reenvió las palabras de otro fanático: “Señor presidente @IvanDuque Cali necesita #MilitarizacionYa”. Duque respondió con otro de sus eufemismos, “Asistencia militar”, basada en la deshumanización a quien pueda estar frente al cañón oficial. Sin la reiteración de ese tipo de doctrinas es difícil que oficiales y suboficiales opriman el gatillo.
Hay quienes practican el adoctrinamiento en la inferiorización humana alegando inocencia y buenas intenciones, como sucedió con una presentación ya borrada de la página de Instagram de la fundación responsable¹. Tuvo lugar en la Institución Educativa Ramón de Zubiría, dentro de la “Temporada de conciertos didácticos: Raíces de nuestra identidad cultural”. Frente a una audiencia de niñas, niños y adolescentes, dos hombres bailaban a un ritmo como de la música del Pacífico que interpretaba una pequeña banda. El uno era con pelo postizo rubio y levita blanca. El otro se había pintado de negro con peluca afro, camisa y amplio calzón blanco reminiscente de las indumentarias de bayeta que eran obligatorias durante la colonia. De uno de sus tobillos pendía una cadena con eslabones de papel, reiterando esa pétrea asociación entre negrura y esclavización. Las redes reaccionaron ante la cantinela del estereotipo, en especial porque se aproximaba el Día de la Afrocolombianidad que festeja la Ley 2, promulgada el 21 de mayo de 1851 para abolir la esclavitud. Frente a las críticas, la Fundación responsable publicó un video, hoy también borrado, pidiendo excusas, negando cualquier intención de ofender, sino de crear conciencia sobre las músicas ancestrales que se van olvidando. Por su parte, quien protagonizó al esclavo también subió un video que ya no es visible, mostrando arrepentimiento y diciendo que no imaginó que su manera de representar la raigambre negra pudiera interpretarse como racista. Hoy aparecen nuevos videos reafirmando la intención de rescatar nuestras tres raíces y reivindicando el mestizaje propio de las Américas. De ahí una nueva representación: un indio de diadema de plumas y cara con rayas de colores.
La reiteración de que la estereotipia divulgada hubiera sido inconsciente habla de una profunda anomalía social que cuenta con el auspicio del Ministerio de Cultura. En efecto, a esta pedagogía la financió el Programa de Concertación del Ministerio de Cultura, en asocio con CoCrea, corporación mixta sin ánimo de lucro, que —ojo— mercantiliza la cultura en función del incentivo tributario que creó el Plan Nacional de Desarrollo². CoCrea es eje de ReactiArte, Año Mundial de la Economía Naranja para el Desarrollo Sostenible³, aunque no es claro cómo se relaciona con ese otro año que el Ministro de Cultura lanzó en febrero, el de la Libertad. Si, de acuerdo con sus palabras, mediante esa conmemoración, el Ministro se proponía cambiar estereotipos, terminó por reafirmar los más arraigados para la inferiorización, aquellos que ha pretendido extirpar la Ley 70 de 1993 mediante esa Cátedra de Estudios Afrocolombianos, la cual, a lo largo de 30 años ha sido objeto de priorización política de dientes para afuera. De ahí el contraste entre la reacción que en Estados Unidos no se detiene por el asesinato de George Floyd, y el silencio oficial ante los policías que por la misma época le rompían el cráneo a Anderson Arboleda. A la acusación de transgresor de la cuarentena la cimentaba la asociación entre lo negro, lo inferior y la sujeción violenta. Sin embargo, el cargo habría podido ser el de terrorista que el presidente Uribe usa con tanta largueza, como odio.
* Profesor, Programa de Antropología, Universidad Externado de Colombia
¹ https://www.instagram.com/p/COLpKAPhRvc/, https://www.instagram.com/p/CNvHVvOhlbY/