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De “piratos” y tortugas en San Andrés, Providencia y Santa Catalina

Jaime Arocha
22 de octubre de 2024 - 05:00 a. m.

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Una vez armado, el número 33 de la revista que oriento me dejó perplejo por la complejidad de la identidad raizal que condensó. Se afinca sobre el mar Caribe a partir de sus azules y verdes, cambiantes de acuerdo con la altitud de los corales que albergan. Además de la percepción de colores, vientos y corrientes, están unos marcadores de ese “maritorio” o territorio marítimo ajenos a la inmovilidad andina, a saber, familias transfronterizas que bien pueden haber nacido de acciones de piratas y corsarios que marcaron el transcurso colonial de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.

De Cartagena zarpaban galeones cargados con el oro del pillaje español a las tumbas indígenas. A unos cientos de millas náuticas, a cañonazos, piratas ingleses y corsarios franceses hacían su propio pillaje. En 1970, la niña Ofelia Robinson le entregó a Nina S. de Friedemann una hojita de cuaderno titulada “El pirato Morgan”, diciendo que en Santa Catalina había una roca que “vista de perfil es la imagen exacta del famoso almirante Morgan” (1). Ofelia no fue la única descendiente de inmigrantes de las islas Caimán que en Lazy Hill mitificaban a ese pirata y al legado inglés. El arraigo de esos relatos no es ajeno a la convulsión que provocaron la imposición del castellano y el catolicismo. Se intensificó a partir de 1926 con la llegada de la muy fundamentalista misión capuchina. A esa colombianización poco le ha interesado que los arrecifes coralinos que rodean a ese archipiélago sean patrimonio de la humanidad, ni que a lo largo de la historia hayan tenido relevancia militar. En efecto, de ellos dependió la inexpugnabilidad de Providencia. El 4 de julio de 1818, junto con Agustín Codazzi, desembarcó el corsario francés Luis Aury, quien apoyaba la causa patriota. Estableció una guarnición militar y expulsó al español Luis García. A los seis días del desembarco, emitió una proclama para liberar a los hombres esclavizados mayores de 18 años. Esa fecha, ¿llegará a ser objeto de una celebración comparable a la del anglófono “Emancipation day” del primero de agosto de 1833? A esos libertos, Aury los convocó para reconstruir varios fuertes y dragar el canal que separaba a Providencia de Santa Catalina. Infortunadamente, en octubre del mismo año, un huracán arrasó parte de lo que habían levantado, pero con el mismo apoyo “…conformó una pequeña ciudad llamada Santa Isabel, donde gran parte de la población eran mujeres y oficiales provenientes de Jamaica y Santo Domingo” Esos antepasados, ¿forman parte de la raizalidad? El corsario “construyó una iglesia y un hospital, e importó de los Estados Unidos los componentes para ensamblar casas de madera” (2). ¿Fueron esas viviendas raíz de las que hoy se consideran ancestrales? Rearmada su flota, Aury volvió a hacerse a la mar, pero dejó al teniente coronel Juan Bautista Fiquiare como gobernador de la isla. Él, “…junto con el cabildo de Providencia decidieron adherir a la Gran Colombia el 23 de junio de 1822. Un mes después lo hicieron los miembros del cabildo de San Andrés…” (3).

Volviendo a la niña Ofelia Robinson, el libro “Los últimos cazadores de tortugas del Caribe” de la historiadora Sharika D. Crawford (4) permite deletrear sus orígenes. A lo largo de los siglos XIX y XX, gringos y europeos devoraban carne y huevos de tortuga. Por su pericia en el pilotaje de embarcaciones y en el manejo de artes de extracción, sobresalieron los cazadores de las islas Caimán. Como ni las playas de desove, ni las rutas de migración seguían límites nacionales, prosperaron las interacciones transnacionales y la formación de parentelas transculturales. A comienzos del siglo XX, cuando se extinguían madres y crías careyes, los gobiernos confluyentes vedaron su captura. Los abuelos de Ofelia, una vez quebrados, ¿se reinventaron asentándose en Providencia como agricultores? ¿Se identificarán como caimanenses, quienes como los dominicanos y jamaiquinos mencionados antes, aportan al crisol étnico raizal?


(1) Friedemann, Nina S. de y Arocha, Jaime. 1986. El pirato Morgan en Providencia. “De sol a sol: génesis, transformación y presencia de los negros en Colombia. Bogotá: Planeta colombiana editorial, Colección espejo de Colomboa, págs.: 128-140.

(2) Archibold Humphries, Amelia. en prensa. Navegando en la tempestad: el general Luis Aury en el contexto del sitio de Cartagena y sus disputas con el almirante Luis Brión por la toma de la provincia de Santa Marta (1816- 1821). Nueva Revista Colombiana de Folclor, #33 en prensa.

(3) Taylor, M. (2018). Un país insular. San Andrés, Providencia y Santa Catalina. En Colombia. La historia contada desde las regiones, 3 (pp. 68-71). Publicaciones Revista Semana.

(4) Román Romero, Raúl. 2024. Giros de una historia marítima, prólogo a Crawford, Sharika D. 2024. Los últimos cazadores de tortuga del Caribe, una historia marítima, traducido por Mónica María del Valle Idárraga. Bogotá: Larisén, págs.: XI-XVIII

 

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