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El archipiélago de la excepción

Jaime Arocha
13 de agosto de 2024 - 05:00 a. m.
“Merecería la pena soñar con una enciclopedia de la raizalidad, que especificara la relevancia nacional del “maritorio"”: Jaime Arocha
“Merecería la pena soñar con una enciclopedia de la raizalidad, que especificara la relevancia nacional del “maritorio"”: Jaime Arocha

La supuesta incapacidad innata de “indios” y “negros” para narrar sus pasados quizás sea el relato al cual más han recurrido quienes justifican la esclavización. Para resquebrajar esa narrativa, el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes concibe la estrategia titulada “La historia de los pueblos sin historia”. La presentó en San Andrés el primero de agosto, Día de la Emancipación, conmemorativo de la aplicación del acta de 1833 mediante la cual los británicos abolieron la esclavización en sus colonias. El Congreso de la República lo convirtió en fiesta nacional mediante la Ley 2192 de 2022.

El Ministerio contempla inversiones y planes específicos para el fortalecimiento cultural de la gente isleña y, por lo tanto, el refuerzo de su historia. Sin embargo, del mismo modo debería preocuparle cómo, entre estereotipos y prejuicios, nuestras academias andinocentradas insisten en esconder su desconocimiento acerca de la gente raizal del Caribe insular. Esa denominación étnica tomó fuerza luego de que la Constitución de 1991 introdujera mecanismos de reparación por los daños territoriales y culturales que le habían causado Estado e Iglesia al forzarla a que dejara de hablar su Kriol ancestral, abandonara la religión bautista y se volviera católica. De ahí la incomprensión de problemas que por años han apremiado a la gente raizal, como la sobrepoblación de las islas por parte de gente llegada de Bolívar y Antioquia, causante de una infame desposesión territorial, la cual sigue irresuelta.

Merecería la pena soñar con una enciclopedia de la raizalidad, que especificara la relevancia nacional del “maritorio”, aquel territorio que si bien incluye islas y cayos, involucra una extensión de mar a la cual los raizales delimitan mediante apreciaciones visuales, auditivas y olfativas modeladas por la interacción entre brisas y vientos con aguas verdes y azuladas en movimiento constante, sobre un fondo coralino de los más extensos del mundo, pleno de endemismos de flora y fauna. Vuelvo a recordar que se llama Sea Flower y Unesco lo declaró reserva biosférica de la humanidad.

Hablo también de enseñanzas que les den dignidad a los legados de los pueblos Akán de Ghana y Costa de Marfil. La preponderancia de miembros de esa familia lingüística como los Ashanti y los Fanti se debió al control militar y comercial de la Costa de Oro que a lo largo del siglo XVIII y parte del XIX ejercieron ingleses y holandeses en pro de la esclavización con destino a sus plantaciones caribeñas. Ese transcurso incubó un idioma nuevo, el Kriol, que cementa identidades compartidas con pueblos de las costas de Mosquitos de Nicaragua, Limonense de Costa Rica y Colonense de Panamá, además de los de islas como las Caimán y Jamaica. De ese pasado también depende la persistencia de la mitología de Anancy, deidad de la astucia encarnada en una araña que le robó la sabiduría y el fuego al dios Niamen para entregárselos a las personas. Capaz de vencer a enemigos más poderosos sin acudir a la violencia, la diosa arácnida también extendió su telaraña hasta el Afropacífico, de modo que nos legó una macrorregión cultural cuya valencia de paz debería ser prioridad historiográfica y, por lo tanto, objeto de conciencia nacional.

Con seguridad, pedagogías y enfoques sistemáticos y persistentes sobre la valía y aportes de la cultura raizal derivarán en que los enceguecidos por la alegada superioridad andina aprehendan que, como escribe la poeta María Matilde Rodríguez, “…vivir en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina exige una temprana resignación a la belleza, la excepción, la extemporaneidad y la locura”.

 

FRANCISCO(61977)13 de agosto de 2024 - 11:14 p. m.
Todo bien. Pero la mayor de las excepciones a la regla sigue siendo la de que se trata del único departamento que,además de ser insular, no cuenta con capital. A ver, cuál es su capital, si San Andrés no es un municipio. Póngame ese trompo en luña.
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