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Hoy en día, ¿qué pasa con nuestra salud mental? El covid nos ha llevado a esa pregunta, pero no tanto la forma como se ha concretado nuestra realidad, después de que se hiciera popular esa máxima de que “lo que hay es plomo”, aglutinante de quienes votaron No en el plebiscito por la paz del 2 de octubre de 2016. ¿Cómo estamos manejando el dolor por los asesinatos más recientes? Para hacer posible nuestra cotidianidad, ¿sepultamos en el fondo de nuestras almas el desgarramiento interior por el asesinato de Breiner Daniel Cucumañame, adolescente de la guardia indígena que soñaba con ser defensor del territorio de su pueblo? ¿El que causa que dieran de baja a Albeiro Camaño, fundador del mismo movimiento pacifista que reemplazó las armas por los bastones tallados en madera y que el mundo considera paradigmático?
Una visita al Museo de Arte Moderno de Medellín me hizo tomar conciencia de la gravedad de ese “guardado” con el cual convivimos. Nos hallábamos ante el óleo de Jorge Julián Aristizábal, Falsos Positivos, pero mi yerno Álex no entendía bien la desmesura de la crueldad ni los nombres de protagonistas como Mario Montoya, Marta Lucía Ramírez y Camilo Ospina.
Ante la dificultad de resumir ese horror, opté por traducirle la explicación que el mismo pintor caligrafió en letras enormes y puso por debajo del cuadro rectangular. Álex sabe que soy de lágrima fácil y lo toma con humor. Sin embargo, en esta ocasión fue evidente que me fui desmoronando y que mi competencia en el inglés no era suficiente para expresar la indignación, rabia e impotencia que me habían habitado y en ese momento borbollaban. Pensé: algún día, Uribe o Duque, ¿asumirán la responsabilidad que les cabe por la desmesura de su crueldad con las víctimas y las perturbaciones emocionales que nos infringen?
De ahí pasamos a ver la serie Contracorriente de la artista Martha Ramírez. Las fichas del Museo hacían énfasis en cómo ella combina fotografía y pintura para representar “…cuerpos …sometidos a prácticas interminables de fuerza y adaptación”. De nuevo, para Álex era difícil atar esa descripción con la pintura de tres hombres con el agua a la cintura, cargando una nevera, un escaparate y una caja de ropa y otra de otro desterrado con un colchón a cuestas. “Son los desplazados por la violencia”, y me tembló la voz. Otra vez el inglés me jugaba la mala pasada de ocultarme las palabras más adecuadas para retratar la expulsión territorial, los horrores que deben enfrentar los expulsados, las fincas que pierden y pasan a manos de los acaparadores. ¿Cómo es que hoy no perdamos la razón oyendo los testimonios de Benito Osorio sobre el papel de José Félix Lafaurie en esa deshumanización sin límites? ¿Dónde guardamos la indignación tanto por el cinismo de las declaraciones de inocencia del líder gremial, como por la impunidad que le garantiza este régimen corrupto y cómplice?
Mi columna anterior se refirió al indígena muinane Gory Nejedeka. Él ha dicho: “[hablo de mi]… pueblo que está enfrente de desaparecer, [pese a que] …nos consideramos gente del centro de la vida, nietos del centro, del Abuelo Creador”. Mediante la introspección busca alternativas para ese posible futuro de genocidio y etnocidio. Explica: “Nosotros mambeamos, nos quedamos callados, pensando, descubriendo, escuchando, en el círculo de la palabra …mambear es pensar, reflexionar, es descubrir, es hablar con usted mismo”. Difícil que nuestras epeeses nos ofrezcan algo comparable para encarar la soledad, la angustia, la impotencia de nuestro día a día. ¿Cómo será el estallido social cuando tanta desazón represada se desborde?
* Miembro fundador Grupo de estudios afrocolombianos, Universidad Nacional. Profesor, Programa de antropología, Universidad Externado de Colombia.