La celebración del aniversario 27 de la Ley 70 de 1993 —”de negritudes”— coincidió con en el anuncio que hizo la líder afrocaucana Francia Márquez de lanzar su candidatura presidencial. En la cuenta de Twitter del exsenador Antonio Navarro apareció la pregunta de si votaría por ella. Claro que sí, y desde ese momento me ilusiono con apoyar un programa de gobierno que —según ella lo ha expresado—, se fundamente en la vocación femenina de cuidar y ofrecer amor, y cuya proponente se reconoce ser ella por hacer parte del nosotros, según la filosofía del Ubuntu surafricano. Ha dicho:
“En estos momentos la madre tierra está a punto de desaparecer y como mujeres debemos poner nuestra experiencia en el cuidado para preservar la casa grande, así como ser el puente de reconciliación…” La credibilidad de este propósito estriba en la lucha que ella ha librado contra de la minería ilegal del norte de Cauca y en la defensa del territorio bajo la jurisdicción del Consejo Comunitario de La Toma, municipio de Suárez, esfuerzos de los cuales dependió que en 2018 le otorgaran el premio Goldman.
Explica que la indetenible sangría de jóvenes y líderes sociales y ambientales la llevó a tomar la decisión de lanzarse, de modo que quizás sea posible pensar en un mandato con directrices claras sobre la defensa de las dirigencias populares y étnicas. No lo hará desde la comodidad de lujosas camionetas blindadas y decenas de escoltas armados3, sino desde el terror que a diario tiene que vencer debido a las constantes amenazas que ella y sus hijos reciben, una de las cuales se concretó en el atentado que por fortuna falló cuando estaba reunida con otros líderes afro en Santander de Quilichao, el 4 mayo de 2019.
No creo que estemos ante una candidata capaz de vulnerar la independencia de los tres poderes. No obstante, creo que si estará del lado de las voces populares contra sentencias como la N° 01/2020 de la Sala de Decisión N° 001 del Tribunal Administrativo de Bolívar revocando el título colectivo que el Incoder le había reconocido al consejo comunitario de la Boquilla, luego de que ese pueblo completara varios decenios demostrando sus raíces étnicas y el ejercicio de una territorialidad ancestral basada en la pesca y la preservación de los recursos de la Ciénaga de la Virgen. Tengo la certeza de que ella se opondrá a que el Estado no sea capaz de mantener decisiones ya tomadas, en especial si ellas han dependido de la legislación nacional e internacional que salvaguarda aquellas territorialidades colectivas orientadas a que las generaciones del futuro puedan disfrutar de una naturaleza preservada. En ese sentido, estaremos ante quien pugne por desmontar la noción de que las territorialidades ancestrales son atrasadas y obstaculizan el desarrollo nacional. Un cambio similar de perspectiva oficial podrá ocurrir a propósito de la consulta previa, libre e informada.
Se tratará de una mandataria víctima del racismo, quien se propondrá combatirlo en sus versiones estructurales y cotidianas. Entonces, quizás terminen estos 25 años que llevamos ante una Cátedra de estudios afrocolombianos cuyo potencial antirracista se le ha obstruido dándole contentillo de palabra, pero restándole la voluntad política necesaria para su pleno auge.
La nación multicultural y pluriétnica que introdujo la Constitución de 1991 aun figura como la utopía para los excluidos. Sin embargo, ahora sí parecería que esa aspiración es alcanzable.
* Profesor, Programa de Antropología, Universidad Externado de Colombia.
La celebración del aniversario 27 de la Ley 70 de 1993 —”de negritudes”— coincidió con en el anuncio que hizo la líder afrocaucana Francia Márquez de lanzar su candidatura presidencial. En la cuenta de Twitter del exsenador Antonio Navarro apareció la pregunta de si votaría por ella. Claro que sí, y desde ese momento me ilusiono con apoyar un programa de gobierno que —según ella lo ha expresado—, se fundamente en la vocación femenina de cuidar y ofrecer amor, y cuya proponente se reconoce ser ella por hacer parte del nosotros, según la filosofía del Ubuntu surafricano. Ha dicho:
“En estos momentos la madre tierra está a punto de desaparecer y como mujeres debemos poner nuestra experiencia en el cuidado para preservar la casa grande, así como ser el puente de reconciliación…” La credibilidad de este propósito estriba en la lucha que ella ha librado contra de la minería ilegal del norte de Cauca y en la defensa del territorio bajo la jurisdicción del Consejo Comunitario de La Toma, municipio de Suárez, esfuerzos de los cuales dependió que en 2018 le otorgaran el premio Goldman.
Explica que la indetenible sangría de jóvenes y líderes sociales y ambientales la llevó a tomar la decisión de lanzarse, de modo que quizás sea posible pensar en un mandato con directrices claras sobre la defensa de las dirigencias populares y étnicas. No lo hará desde la comodidad de lujosas camionetas blindadas y decenas de escoltas armados3, sino desde el terror que a diario tiene que vencer debido a las constantes amenazas que ella y sus hijos reciben, una de las cuales se concretó en el atentado que por fortuna falló cuando estaba reunida con otros líderes afro en Santander de Quilichao, el 4 mayo de 2019.
No creo que estemos ante una candidata capaz de vulnerar la independencia de los tres poderes. No obstante, creo que si estará del lado de las voces populares contra sentencias como la N° 01/2020 de la Sala de Decisión N° 001 del Tribunal Administrativo de Bolívar revocando el título colectivo que el Incoder le había reconocido al consejo comunitario de la Boquilla, luego de que ese pueblo completara varios decenios demostrando sus raíces étnicas y el ejercicio de una territorialidad ancestral basada en la pesca y la preservación de los recursos de la Ciénaga de la Virgen. Tengo la certeza de que ella se opondrá a que el Estado no sea capaz de mantener decisiones ya tomadas, en especial si ellas han dependido de la legislación nacional e internacional que salvaguarda aquellas territorialidades colectivas orientadas a que las generaciones del futuro puedan disfrutar de una naturaleza preservada. En ese sentido, estaremos ante quien pugne por desmontar la noción de que las territorialidades ancestrales son atrasadas y obstaculizan el desarrollo nacional. Un cambio similar de perspectiva oficial podrá ocurrir a propósito de la consulta previa, libre e informada.
Se tratará de una mandataria víctima del racismo, quien se propondrá combatirlo en sus versiones estructurales y cotidianas. Entonces, quizás terminen estos 25 años que llevamos ante una Cátedra de estudios afrocolombianos cuyo potencial antirracista se le ha obstruido dándole contentillo de palabra, pero restándole la voluntad política necesaria para su pleno auge.
La nación multicultural y pluriétnica que introdujo la Constitución de 1991 aun figura como la utopía para los excluidos. Sin embargo, ahora sí parecería que esa aspiración es alcanzable.
* Profesor, Programa de Antropología, Universidad Externado de Colombia.