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Los 500 años de Santa Marta y la supremacía blanca

Jaime Arocha
24 de septiembre de 2024 - 05:00 a. m.

“Estamos absortos, profesor Vives” fue como Alberto Casas reaccionó ante las palabras que usó el “Embajador de Santa Marta” para contradecir al ministro de las Culturas, los saberes y las artes dentro del matoneo que organizó La W a propósito de los 500 años del nacimiento de esa ciudad. En ese 5 de septiembre de 2024, fue evidente que a los periodistas les ardía que Juan David Correa hubiera hecho un llamado en favor de una conmemoración y no de una celebración, la cual, además de incluir a indígenas y afros, reconociera al etnocidio y la esclavización como cimientos de esa fundación. Tales infamias deberían ser objeto de público desagravio histórico y moral e integrarse al relato sobre nuestro pasado. Como si los indígenas no hubieran sido víctimas, Casas resaltó que la violencia había sido de ambos lados. Venía acicateado por el énfasis que el afamado cantante había hecho sobre aquellos caribes que dizque adornaban sus casas con cráneos de sus enemigos, acerca de los supuestos caníbales del Amazonas, y a propósito de lo que él catalogó como el primer magnicidio de nuestra historia, el apuñalamiento de Rodrigo de Bastidas. Sin citar una sola fuente que les diera solidez a sus afirmaciones, se le pasó aclarar que los victimarios del fundador español fueron compatriotas de su entraña y no “nativos americanos”, como persistió en nombrar a los indígenas, haciendo gala de esa condescendencia tan propia de nuestro racismo.

Esa mañana, el ministro recordó que “los cronistas de Indias dan cuenta suficiente de los comportamientos que se ejercieron en contra de los indígenas”, e hizo alusión a que el decreto que instituyó al comité organizador de la fiesta había excluido a la gente de ascendencia africana. De ahí la tutela interpuesta a favor de su inclusión y la sentencia C-189 de 2022 de la Corte Constitucional. Para ella, “el legislador desconoció el deber de reconocer y respetar las diferentes comunidades étnicas y de otorgarles un trato igualitario en relación con el ejercicio de su derecho de participación en asuntos que les conciernen, de acuerdo con la Constitución y el Convenio 169 de la OIT”. Esa convención consagra el derecho a la autodeterminación de los pueblos étnicos y la obligación estatal de respetar y salvaguardar sus derechos al territorio, la identidad y el pasado. La providencia de la corte añade que el artículo 7 de la nuestra carta, “consagra un deber de reconocer, respetar y proteger la diversidad étnica y cultural de la nación”.

Revivo ese rifirrafe porque los panelistas se regocijaron con la validación patriotera y conservadora que Vives hizo de la supremacía blanca: ¡los de esa raza habrían sido tan bondadosos y pacíficos que mestizaron sus genes y su cultura! Si de esa mezcla ha dependido nuestra supuesta coexistencia armónica, ¿por qué las insurrecciones reiteradas desde el siglo XVI, las cuales tomaron fuerza inusitada en el decenio de 1980 en pro de los derechos territoriales, políticos, lingüísticos y religiosos que la élite blanca les había conculcado a indígenas y afros? Si de acuerdo con Vives, desde la colonia habíamos alcanzado unas relaciones pacíficas, ¿fue un sinsentido cambiar la constitución de 1886 que le daba valor dignificante a la estirpe española, a la fe católica y al castellano? Frente a ese inamovible logro patriótico, ¿cuál sería la lógica de enseñar una historia crítica? De ahí quienes prefieren la ceguera.

Nota: Con respecto a Gaza, Francesca Albanese, relatora especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, afirmó: “La forma como Israel destruye la soberanía alimentaria palestina será estudiada no solo como paradigma aterrador de una conducta genocida, sino como un caso de texto sobre el irrespeto sádico por la vida y dignidad humanas” (mi traducción). Junto con sus colegas Michael Fakhri y Pedro Arrojo-Agudelo, presentarán un informe ante el Consejo de Seguridad con el argumento de que la guerra por inanición comenzó desde el decenio de 1990, con una cresta en los años de 2000, hasta alcanzar el clímax actual (democracynow.org).

*Miembro fundador, Grupo de estudios afrocolombiano, Universidad Nacional. Director Nueva revista colombiana de folclor

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