En la Universidad Autónoma de Occidente (Cali), y con el copatrocinio de la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito), tuvo lugar el “IV Coloquio Humanidades, Territorio y Cultura”. Se celebró entre el 16 y el 18 de mayo, vísperas del 21 de mayo, Día de la Afrocolombianidad. Uno de sus enfoques fue el de la afrogénesis, explicación que privilegia las memorias de África occidental y central en la reinvención sociocultural que la gente esclavizada llevó a cabo en las Américas y el Caribe. A las intervenciones académicas las complementó la conmovedora visita a la Casa del Chontaduro donde un equipo de mujeres del distrito de Aguablanca educa en liderazgo y arte.
Vicenta Moreno es una dirigente tan consciente como sus compañeras de grupo en cuanto a su identidad de mujer afrourbana. Explicó que, eso sí, ponían una pared frente al Estado para resguardarse tanto de la represión de una policía que siempre las ve y trata como enemigas, así como de políticos, obsesionados por pasarles cuentas de cobro por cualquier apoyo. Imposible no reflexionar sobre la tesis tan reiterada a comienzos del posconflicto en cuanto a que la ausencia de Estado es fuente de violencia. La barbarie se supone primar por fuera de sus límites.
24 horas más tarde, en Buenaventura, el Esmad le daría la razón a Vicenta al ejercer todo su poder de coerción contra la gente negra de Buenaventura, luego de tres días de paro pacífico. Las decenas de personas golpeadas y “gaseadas” son la punta de un iceberg acerca del cual expuso Julián Santiago Grueso Ramos en el último día de ese coloquio. A partir de su trabajo en la Unidad de Atención y Reparación Integral para las Víctimas, analizó los daños culturales causados a la población de esa ciudad y sus alrededores. Partió de un marco que incluye el proyecto modernizador del puerto realizado a espaldas o en contra de la comunidad de ascendencia africana; la persistencia de paramilitares que compiten por rutas de narcotráfico y la corrupción generalizada. Esos factores no son ajenos a otro sobre el cual hoy le llaman la atención al presidente Juan Manuel Santos tanto la Oficina de Washington sobre Latinoamérica como el Consejo de Paz Afrocolombiano y el Grupo de Académicos e Intelectuales en Defensa del Pacífico Colombiano: la falta de compromiso del Gobierno con la eficaz y plena implementación del capítulo étnico del acuerdo de paz suscrito con las Farc-Ep, y así contener el actual recrudecimiento de la violencia en los territorios étnicos.
De los daños culturales a los cuales se refirió Grueso el más grave es el etnocidio, dependiente del feminicidio. Los victimarios conocen bien que las mujeres son “cuerpos-pueblos”, debido a los múltiples papeles que desempeñan. Julián ejemplificó su idea a partir de su abuela Asteria, partera, yerbatera, rezandera, cantaora, secretera, maestra de escuela, minera, cabeza de hogar. Asimiló el daño cultural que causaría su desaparición con el título de la novela del nigeriano Chinua Achebe, Todo se desmorona. Y al mismo tiempo se preguntó cómo era posible que por las calles de Buenaventura las personas le respondieran “excelente” cuando les preguntaba cómo estaban. Quiso averiguar por semejante paradoja, y le contestaron: “Nos pueden quitar todo, menos el optimismo”.
* Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.
En la Universidad Autónoma de Occidente (Cali), y con el copatrocinio de la Universidad Andina Simón Bolívar (Quito), tuvo lugar el “IV Coloquio Humanidades, Territorio y Cultura”. Se celebró entre el 16 y el 18 de mayo, vísperas del 21 de mayo, Día de la Afrocolombianidad. Uno de sus enfoques fue el de la afrogénesis, explicación que privilegia las memorias de África occidental y central en la reinvención sociocultural que la gente esclavizada llevó a cabo en las Américas y el Caribe. A las intervenciones académicas las complementó la conmovedora visita a la Casa del Chontaduro donde un equipo de mujeres del distrito de Aguablanca educa en liderazgo y arte.
Vicenta Moreno es una dirigente tan consciente como sus compañeras de grupo en cuanto a su identidad de mujer afrourbana. Explicó que, eso sí, ponían una pared frente al Estado para resguardarse tanto de la represión de una policía que siempre las ve y trata como enemigas, así como de políticos, obsesionados por pasarles cuentas de cobro por cualquier apoyo. Imposible no reflexionar sobre la tesis tan reiterada a comienzos del posconflicto en cuanto a que la ausencia de Estado es fuente de violencia. La barbarie se supone primar por fuera de sus límites.
24 horas más tarde, en Buenaventura, el Esmad le daría la razón a Vicenta al ejercer todo su poder de coerción contra la gente negra de Buenaventura, luego de tres días de paro pacífico. Las decenas de personas golpeadas y “gaseadas” son la punta de un iceberg acerca del cual expuso Julián Santiago Grueso Ramos en el último día de ese coloquio. A partir de su trabajo en la Unidad de Atención y Reparación Integral para las Víctimas, analizó los daños culturales causados a la población de esa ciudad y sus alrededores. Partió de un marco que incluye el proyecto modernizador del puerto realizado a espaldas o en contra de la comunidad de ascendencia africana; la persistencia de paramilitares que compiten por rutas de narcotráfico y la corrupción generalizada. Esos factores no son ajenos a otro sobre el cual hoy le llaman la atención al presidente Juan Manuel Santos tanto la Oficina de Washington sobre Latinoamérica como el Consejo de Paz Afrocolombiano y el Grupo de Académicos e Intelectuales en Defensa del Pacífico Colombiano: la falta de compromiso del Gobierno con la eficaz y plena implementación del capítulo étnico del acuerdo de paz suscrito con las Farc-Ep, y así contener el actual recrudecimiento de la violencia en los territorios étnicos.
De los daños culturales a los cuales se refirió Grueso el más grave es el etnocidio, dependiente del feminicidio. Los victimarios conocen bien que las mujeres son “cuerpos-pueblos”, debido a los múltiples papeles que desempeñan. Julián ejemplificó su idea a partir de su abuela Asteria, partera, yerbatera, rezandera, cantaora, secretera, maestra de escuela, minera, cabeza de hogar. Asimiló el daño cultural que causaría su desaparición con el título de la novela del nigeriano Chinua Achebe, Todo se desmorona. Y al mismo tiempo se preguntó cómo era posible que por las calles de Buenaventura las personas le respondieran “excelente” cuando les preguntaba cómo estaban. Quiso averiguar por semejante paradoja, y le contestaron: “Nos pueden quitar todo, menos el optimismo”.
* Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.