Para la Corte Internacional de Justicia fue insuficiente la evidencia que presentaron los abogados de la defensa colombiana para sustentar el carácter ancestral de la gente raizal de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Así no será posible que los pescadores de ese pueblo desarrollen sus actividades artesanales y de subsistencia dentro de la zona económica exclusiva que el mismo tribunal de La Haya le reconoció a Nicaragua en su fallo de 2012.
En los debates que ha suscitado esa determinación sobresale la solución del diálogo diplomático que propuso Jack Housni, exsenador de esas islas: el artículo 310 de la Constitución Nacional faculta al gobernador del departamento-archipiélago para hacer negociaciones con miembros del mismo pueblo raizal, asentados en las zonas autónomas del Caribe norte y sur de Nicaragua. De ese modo sería superfluo el acorazado de la Armada Nacional que le servía de marco a la defensa de la soberanía nacional que el presidente Iván Duque hizo ante los colombianos la madrugada del 21 de abril. Por detrás del mandatario aparecía la cara adusta del general Zapateiro, cuyas palabras contra el candidato Petro auguran la aterradora opción de un golpe de Estado de la derecha militar en caso de que Fico no gane las elecciones presidenciales.
La alternativa no violenta que esbozó Housni podría fundamentarse en lo que aquí llamo el “relato raizal”. Concuerdo con la tesis de Huval Harari a propósito del papel cohesionador que cumplen las narraciones historiográficas o mitológicas. Entre más las compartan miembros de comunidades, pueblos o naciones, resultan más aglutinados.
El mito de Anancy es central en la narración a la cual me refiero. Ella es deidad del panteón religioso de los Ashanti y los Fanti, afiliados con la familia lingüística Akán de Ghana (África occidental). Sus devotos la representan como una araña creativa, inteligente y astuta que derrota a seres más poderosos que ella, como el dios Nyame, a quien subrepticiamente le sustrajo la sabiduría para entregársela a los humanos. Hoy sigue haciendo las delicias de las historias socializadoras de niños y niñas.
En 1419, atraídos por el oro de los akanes, los portugueses comenzaron a construir el fuerte de San Jorge el Mina para exportar a esas personas como si fueran bienes muebles. Anancy viajó con ellas y su propagación creció a medida que los ingleses colonizaban a Ghana, y a lo largo del siglo XVIII las usaban para satisfacer las necesidades de sus plantaciones caribeñas.
Ellas llegaron a San Andrés en 1629 con colonos ingleses, puritanos que navegaron desde las Bermudas en el Seaflower. Tres siglos después, al nombre de ese navío lo incorporaría el relato raizal debido a que identifica la Reserva de la Biósfera de la Humanidad que en 2000 UNESCO declaró en respuesta a la enorme biodiversidad que albergan sus arrecifes coralinos.
La moral puritana hace parte de la misma historia oral debido al refuerzo que modestia, recato y honestidad recibieron por parte de los sermones de los pastores bautistas que en 1845 fundaron la iglesia de la Loma. Tanto en San Andrés, Providencia y Santa Catalina, como en la costa limonense de Costa Rica o en las zonas autónomas del Caribe norte y sur de Nicaragua, las abuelas raizales les narran a sus nietos y nietas la mitología de Anancy en el idioma “creole” o criollo, ninguneado mediante los apelativos de “dialecto” o “patois”. Al tener un cimiento gramatical Akán, con un léxico derivado del inglés, atestigua la creatividad para comunicarse en medio de un universo de lenguas africanas ininteligibles entre sí, y en la actualidad les da solidez a los lazos de otros pueblos que también reclaman sus derechos a la misma identidad en Colón (Panamá), islas Caimán, Barbados y Jamaica.
Los miembros de esa enorme unidad cultural optaron por llamarla Creoleland, apelativo engrandecido a medida que crecía la solidaridad para contrarrestar la débil respuesta del uribismo frente al huracán Iota. Los infantiles recorridos del presidente Duque en cuatrimoto por la devastada Providencia contribuyeron a que semejante desgano quedara troquelado en el relato raizal.
Fico ha dicho que se niega a las supuestas pretensiones de Nicaragua por el fallo de la Corte de la “Haiga”**. Dependerá de nuestro voto el cerrarle la vía a este bacán elemental que aspira a defender nuestra soberanía apelando a la violencia que la derecha tanto aplaude y añora.
* Miembro fundador, Grupo de estudios afrocolombianos, Universidad Nacional y profesor, Programa de antropología, Universidad Externado de Colombia. Parte de la argumentación que presento ha figurado en columnas anteriores. La repito debido a las urgencias de la coyuntura actual.
** Le debo el giro a un trino de Juanita Goebertus.
Para la Corte Internacional de Justicia fue insuficiente la evidencia que presentaron los abogados de la defensa colombiana para sustentar el carácter ancestral de la gente raizal de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Así no será posible que los pescadores de ese pueblo desarrollen sus actividades artesanales y de subsistencia dentro de la zona económica exclusiva que el mismo tribunal de La Haya le reconoció a Nicaragua en su fallo de 2012.
En los debates que ha suscitado esa determinación sobresale la solución del diálogo diplomático que propuso Jack Housni, exsenador de esas islas: el artículo 310 de la Constitución Nacional faculta al gobernador del departamento-archipiélago para hacer negociaciones con miembros del mismo pueblo raizal, asentados en las zonas autónomas del Caribe norte y sur de Nicaragua. De ese modo sería superfluo el acorazado de la Armada Nacional que le servía de marco a la defensa de la soberanía nacional que el presidente Iván Duque hizo ante los colombianos la madrugada del 21 de abril. Por detrás del mandatario aparecía la cara adusta del general Zapateiro, cuyas palabras contra el candidato Petro auguran la aterradora opción de un golpe de Estado de la derecha militar en caso de que Fico no gane las elecciones presidenciales.
La alternativa no violenta que esbozó Housni podría fundamentarse en lo que aquí llamo el “relato raizal”. Concuerdo con la tesis de Huval Harari a propósito del papel cohesionador que cumplen las narraciones historiográficas o mitológicas. Entre más las compartan miembros de comunidades, pueblos o naciones, resultan más aglutinados.
El mito de Anancy es central en la narración a la cual me refiero. Ella es deidad del panteón religioso de los Ashanti y los Fanti, afiliados con la familia lingüística Akán de Ghana (África occidental). Sus devotos la representan como una araña creativa, inteligente y astuta que derrota a seres más poderosos que ella, como el dios Nyame, a quien subrepticiamente le sustrajo la sabiduría para entregársela a los humanos. Hoy sigue haciendo las delicias de las historias socializadoras de niños y niñas.
En 1419, atraídos por el oro de los akanes, los portugueses comenzaron a construir el fuerte de San Jorge el Mina para exportar a esas personas como si fueran bienes muebles. Anancy viajó con ellas y su propagación creció a medida que los ingleses colonizaban a Ghana, y a lo largo del siglo XVIII las usaban para satisfacer las necesidades de sus plantaciones caribeñas.
Ellas llegaron a San Andrés en 1629 con colonos ingleses, puritanos que navegaron desde las Bermudas en el Seaflower. Tres siglos después, al nombre de ese navío lo incorporaría el relato raizal debido a que identifica la Reserva de la Biósfera de la Humanidad que en 2000 UNESCO declaró en respuesta a la enorme biodiversidad que albergan sus arrecifes coralinos.
La moral puritana hace parte de la misma historia oral debido al refuerzo que modestia, recato y honestidad recibieron por parte de los sermones de los pastores bautistas que en 1845 fundaron la iglesia de la Loma. Tanto en San Andrés, Providencia y Santa Catalina, como en la costa limonense de Costa Rica o en las zonas autónomas del Caribe norte y sur de Nicaragua, las abuelas raizales les narran a sus nietos y nietas la mitología de Anancy en el idioma “creole” o criollo, ninguneado mediante los apelativos de “dialecto” o “patois”. Al tener un cimiento gramatical Akán, con un léxico derivado del inglés, atestigua la creatividad para comunicarse en medio de un universo de lenguas africanas ininteligibles entre sí, y en la actualidad les da solidez a los lazos de otros pueblos que también reclaman sus derechos a la misma identidad en Colón (Panamá), islas Caimán, Barbados y Jamaica.
Los miembros de esa enorme unidad cultural optaron por llamarla Creoleland, apelativo engrandecido a medida que crecía la solidaridad para contrarrestar la débil respuesta del uribismo frente al huracán Iota. Los infantiles recorridos del presidente Duque en cuatrimoto por la devastada Providencia contribuyeron a que semejante desgano quedara troquelado en el relato raizal.
Fico ha dicho que se niega a las supuestas pretensiones de Nicaragua por el fallo de la Corte de la “Haiga”**. Dependerá de nuestro voto el cerrarle la vía a este bacán elemental que aspira a defender nuestra soberanía apelando a la violencia que la derecha tanto aplaude y añora.
* Miembro fundador, Grupo de estudios afrocolombianos, Universidad Nacional y profesor, Programa de antropología, Universidad Externado de Colombia. Parte de la argumentación que presento ha figurado en columnas anteriores. La repito debido a las urgencias de la coyuntura actual.
** Le debo el giro a un trino de Juanita Goebertus.