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“Vivir sabroso” es amor, paz, dignidad, porvenir. Quizás ha sido la frase que las víctimas de la masacre de Bojayá más le han repetido a la antropóloga Natalia Quiceno, cronista de las estrategias de esperanza y optimismo a las cuales apela esa comunidad para rehacer su vida material y espiritual. El 15 de abril de 2012, dos semanas antes del décimo aniversario de la tragedia, ella y un grupo de afroatrateñas viajaron al Plan de Raspadura (medio San Juan, Chocó). Participarían en la fiesta del patrono de los chocoanos, el santo Ecce Homo; le harían ofrendas o “mandas” por la paz, y para ser salvadas, pasarían por debajo de la imagen sagrada cuando la multitudinaria procesión entrara a la catedral[1].
Terminado el ritual, me encontré con Natalia y con el padre Sterling Londoño, incansable abanderado de la no violencia. Hablamos de la impresión que nos había causado el hastío por el conflicto armado, como también lo atestiguaban el gran pendón que habían puesto en la nave central del templo y el que ondeaba en la plaza.
Aún compartidas, pese a la política para hacerlas trizas, esas ilusiones cimientan la manera como Francia Márquez convirtió al vivir sabroso en eje de su política pública para la Vicepresidencia. Sueña con el Ministerio de la Igualdad, y con sus cinco programas. El primero se refiere a las mujeres, 52 % de la población, que “si nos cogemos de las manos… podremos… usar nuestro amor maternal y nuestro instinto de cuidado para hacer este país diferente, de alegría y no de dolor y tristeza”. El segundo consiste en apoyar los sueños de los jóvenes mediante el acceso a la educación en todos sus niveles. El tercero busca que la niñez deje de padecer el hambre que hoy inhibe su pleno desarrollo físico y mental. El cuarto enfoca a las comunidades LGBTIQ para que se les trate en su dignidad, se les respete su humanidad y sus derechos laborales, y el quinto es el de los pueblos afrodescendientes, raizales, palenqueros, rom e indígenas “para erradicar el racismo y para lograr que las poblaciones históricamente excluidas tengan mejores condiciones de vida”.
¿Será posible tal utopía antirracista? Su logro podría detener la violencia cuyos beneficiaros han perpetuado y que hoy revitaliza asesinatos de líderes sociales y ambientales, además de destierro y encierro, y en Bojayá inaugura el inédito infortunio del suicido de jóvenes indígenas que se niegan al reclutamiento que imponen gaitanistas y elenos.
Natalia Quiceno estuvo en la conmemoración del vigésimo aniversario de la masacre, y pese a la persistencia de los grupos armados, la ilusionó que la comunidad no claudique en un “vivir sabroso” que requiere no olvidar que el infortunio de la guerra se enfrenta resistiendo mediante la no violencia y la alegría. Y ese pueblo lo volvió a explicitar en la conversación que tuvo con los miembros del Sistema Integral de Paz, esa innovación que le cambió el sentido a las conmemoraciones por el bombardeo y cuyos esfuerzos invitan al voto en favor del total cumplimiento del acuerdo de paz.
* Miembro fundador, Grupo de estudios afrocolombianos, Universidad Nacional y profesor, Programa de antropología, Universidad Externado de Colombia.
Referencias
[1] Quiceno Toro, Natalia. 2016. Vivir sabroso, luchas y movimientos afroatrateños en Bojayá, Chocó, Colombia. Bogotá: Editorial, Universidad del Rosario.