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En 1997, a Marino Córdoba la operación Génesis lo desplazó de Riosucio, sobre el bajo Atrato.
Buscó exilio en Washington donde ha trabajado con la Oficina de Washington sobre Latinoamérica (Whola por sus siglas en inglés) y otras organizaciones a favor de los derechos territoriales y políticos que la Ley 70 de 1993 le garantiza a las comunidades negras del país. Fundó y orienta a Afrodes, Afrocolombianos Desplazados, la organización que nació para impulsar el retorno seguro a sus territorios ancestrales, o mejoras en su salud, educación, vivienda y empleo justo. A lo largo del proceso de paz, realzó las reivindicaciones de las comunidades negras, hasta protagonizar la formación de la Comisión Étnica. Gracias a ella, el acuerdo final firmado en La Habana involucró salvaguardadas para los territorios y derechos de indígenas y afrodescendientes.
Hoy Marino enfrenta el dolor abrumador por el asesinato a su hijo Wilmar en Belén de Bajirá, el pasado 19 de octubre. De 21 años, padre de una niña de meses, trabajador en el negocio de su suegra, lo abordaron cuatro hombres y lo derribaron a machetazos. La comunicación de Marino explica que es muy probable que se trate de Gaitanistas, grupo paramilitar que actúa en el bajo río Atrato con libertad gracias a complicidades de gobierno y policía. De ahí que, por el terror de futuras represalias, la familia se rehúse a formular la respectiva denuncia. Horroriza que el machete gane popularidad porque evita imputaciones por análisis balísticos, así como la zozobra que el ruido de los tiros causa en la población.
El mensaje de Marino también recuerda que en todo el Urabá la violencia se intensificó desde los años de 1990, cuando cobró fuerza la extracción de la madera del cativo, árbol en vías de extinción, el crecimiento de plantaciones de palma aceitera y el de empresas ganaderas, todas a expensas de la producción tradicional coexistente con las selvas biodiversas. Allá a la restitución de tierras le han respondido con el asesinato de líderes como Carlos Arturo Ospina y Ana Fabricia Córdoba, y amenazas a Carmen Palencia, quien sostuvo en este diario una columna sobre restitución.
El asesinato de Wilmar parecería encaminado a acallar a su padre, impulsor del Sí en el Plebiscito del 2 de octubre. Por esa razón, Marino urge el esclarecimiento institucional del caso. Si hace parte de la ola que en los últimos días cobra líderes sociales, los responsables se hallan ante una voluntad difícil de quebrantar. Él cierra su comunicado afirmando que como víctima no va a defraudar ni al presidente Santos ni a la guerrilla “en su abnegado compromiso con la paz de Colombia. Wilmar me dará esa fortaleza para seguir soñando ese camino”.
Inevitable decir que (i) discrepo con quienes argumentan que este año devaluaron el Nobel de Paz. De la poética de Bob Dylan dependió la fortaleza que a partir de 1965 tomó el movimiento que detuvo la Guerra en Vietnam. (ii) Escribir, vivir, el discurso de Alfredo Molano al recibir el Premio Simón Bolívar a su vida y obra ratifica el acierto del jurado que lo calificó, y (iii) el 5 de noviembre falleció el antropólogo mexicano Rodolfo Stavenhagen, iluminador de la relación Estado, nación y etnia.
* Miembro fundador, Grupo de Estudios Afrocolombianos, Universidad Nacional.