A finales de diciembre, el rector Ignacio Mantilla reveló en Twitter que durante los últimos tres años apenas un veintitrés por ciento de los aspirantes a ingresar a la Universidad Nacional estudiaban en colegios públicos.
Si pasamos a admisiones los números sólo empeoran. Durante el mismo período fueron admitidos a la Universidad Nacional 17.900 estudiantes. De estos, según otro tuit de Mantilla, sólo 2.337 provenían de colegios públicos. Un trece por ciento.
En Colombia hay más o menos 12.600 colegios. Alrededor de 8.200 son públicos. Los colegios públicos gradúan a más del setenta por ciento del total anual de bachilleres. Sin embargo, sólo una fracción minúscula de estos jóvenes parece considerarse apto para aspirar a ingresar a la universidad pública más grande y prestigiosa del país. Para colmo, los pocos que se aventuran juegan con desventaja: mientras que cuatro de cada 100 egresados de colegios públicos que se presentaron a la Nacional fueron admitidos, ocho de cada 100 egresados de colegios privados lo lograron.
Las desigualdades se acumulan unas sobre otras y se alimentan de sí mismas para crecer.
Preguntas: ¿Cuáles serán las razones por las que tan pocos estudiantes de colegios públicos se presentan a la Nacional? ¿Cuántos se autodescalifican de antemano por razones no académicas? ¿Cuántos sienten que deben elegir entre trabajar y estudiar? ¿Cuántos no pueden adaptar su vida a las exigencias de programas académicos que presuponen que el estudiante tiene buena parte de su tiempo diurno disponible? ¿Cuántos estudiantes de colegios públicos quisieran estudiar en una universidad? ¿Veintitres por ciento? Lo dudo.
Seguro: los colegios tienen parte de la responsabilidad. Hay muchos aspectos en los que el sistema de educación media y básica pública puede (y debe) mejorar, ¿pero son los únicos culpables? Los puentes se construyen desde ambos lados del cruce. La Universidad Nacional y la escuela pública tienen que aprender a colaborar y comunicarse. Se necesitan mutuamente. La universidad también necesita cambiar. Tal vez unos programas más flexibles y modulares así como una oferta amplia de cursos nocturnos, en línea o los fines de semana podrían contribuir a reducir los obstáculos que muchos jóvenes encuentran a la hora de considerar la Universidad Nacional como una opción para estudiar. En eso también consiste ser una universidad pública.
A finales de diciembre, el rector Ignacio Mantilla reveló en Twitter que durante los últimos tres años apenas un veintitrés por ciento de los aspirantes a ingresar a la Universidad Nacional estudiaban en colegios públicos.
Si pasamos a admisiones los números sólo empeoran. Durante el mismo período fueron admitidos a la Universidad Nacional 17.900 estudiantes. De estos, según otro tuit de Mantilla, sólo 2.337 provenían de colegios públicos. Un trece por ciento.
En Colombia hay más o menos 12.600 colegios. Alrededor de 8.200 son públicos. Los colegios públicos gradúan a más del setenta por ciento del total anual de bachilleres. Sin embargo, sólo una fracción minúscula de estos jóvenes parece considerarse apto para aspirar a ingresar a la universidad pública más grande y prestigiosa del país. Para colmo, los pocos que se aventuran juegan con desventaja: mientras que cuatro de cada 100 egresados de colegios públicos que se presentaron a la Nacional fueron admitidos, ocho de cada 100 egresados de colegios privados lo lograron.
Las desigualdades se acumulan unas sobre otras y se alimentan de sí mismas para crecer.
Preguntas: ¿Cuáles serán las razones por las que tan pocos estudiantes de colegios públicos se presentan a la Nacional? ¿Cuántos se autodescalifican de antemano por razones no académicas? ¿Cuántos sienten que deben elegir entre trabajar y estudiar? ¿Cuántos no pueden adaptar su vida a las exigencias de programas académicos que presuponen que el estudiante tiene buena parte de su tiempo diurno disponible? ¿Cuántos estudiantes de colegios públicos quisieran estudiar en una universidad? ¿Veintitres por ciento? Lo dudo.
Seguro: los colegios tienen parte de la responsabilidad. Hay muchos aspectos en los que el sistema de educación media y básica pública puede (y debe) mejorar, ¿pero son los únicos culpables? Los puentes se construyen desde ambos lados del cruce. La Universidad Nacional y la escuela pública tienen que aprender a colaborar y comunicarse. Se necesitan mutuamente. La universidad también necesita cambiar. Tal vez unos programas más flexibles y modulares así como una oferta amplia de cursos nocturnos, en línea o los fines de semana podrían contribuir a reducir los obstáculos que muchos jóvenes encuentran a la hora de considerar la Universidad Nacional como una opción para estudiar. En eso también consiste ser una universidad pública.