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                                                                                                                                Luis Tejada Cano (III)


                                                                                                                                1919: en Barranquilla me quiebro

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Tres meses después viajó hacia Barranquilla, adonde se dirigió, según una nota de El Espectador, “a ocupar un importante puesto en la canalización del río Magdalena”. Al parecer no tenía prisa, porque hizo una escala en Medellín, de modo que cuando finalmente llegó, el importante puesto no estaba disponible. Entonces se dedicó a lo que mejor sabía hacer: escribir para la prensa.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La jovialidad del pueblo costeño cautivó a Tejada, y no le costó integrarse al ambiente “alegre y babilónico” de “ruidosas bacanales”. En la Arenosa y en las poblaciones ribereñas del bajo Magdalena se topó con la “cara tremenda” de un dios que los salones timoratos y estirados del interior, “donde el artificio suele primar sobre la naturalidad”, no le habían permitido apreciar: el rostro extático del dios de la Danza, un arte en el que Tejada advertía una dimensión mística esencial: “El baile es religioso por sí mismo, porque en virtud del misterio del ritmo incorpora al ser al alma del Universo, establece una relación inefable entre el hombre, aislado y disgregado, y el cosmos profundo”. En “la cumbiamba” costeña, y no en “los frívolos bailes de etiqueta”, Tejada descubrió esa “significación prístina, religiosa y ritual”, esa realidad “bárbara y emocionante” que arrebata al danzar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Desde las páginas de Rigoletto, el periódico que con su amigo de infancia Pedro Rodas Pizano le habían comprado al general Faraón Pertuz, Tejada condenó la matanza. El cronista, que recién llegado a Bogotá había contemplado “enternecido, la gloriosa calva de don Marco Fidel Suárez”, y quien llegó a declarar la “confianza” y la “franqueza” que le inspiraba el anciano gobernante, denunció “el fondo de iniquidad, de astucia, de inmoralidad que hay en todas y cada una de sus palabras”, poniendo en evidencia cómo, “sin desvirtuar de un todo la verdad, el Sr. Suárez la descoyunta, la diluye, le quita la dureza real”. En lo sucesivo, crítico feroz de su trayectoria, Tejada lo escarneció varias veces, al punto de referirse a él como “esa figura execrable, la más ingrata y la más inútil que ha pasado por nuestra historia política”.

                                                                                                                                La matanza de los artesanos en Bogotá socavó la conciencia nacional y abrió una grieta por donde, poco a poco, se irían desmoronando cuatro décadas de hegemonía conservadora. Tejada percibió esto como “el principio de una serie de conmociones puramente sociales” que revelaban el despertar de una lucha de clases en Colombia. Con una aguda visión del porvenir, vislumbró que lo peor estaba por suceder: “Aún presenciaremos muchas jornadas de marzo ―sentenció en “Obreros”―, aún las ametralladoras y las bocas negras de los fusiles rugirán en las calles y habrá más sangre y más lágrimas”. En diciembre de 1928, los centenares de víctimas de la masacre de las bananeras, en Ciénaga, terminarían dándole la razón.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Para entonces, Tejada había remontado de nuevo el Magdalena, esta vez con destino a Medellín.

                                                                                                                                (¿Se consideraba Tejada un buen antioqueño? En el centenario de su fallecimiento, no se pierdan la próxima entrega sobre este cultor de la crítica crónica).

                                                                                                                                1919: en Barranquilla me quiebro

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Tres meses después viajó hacia Barranquilla, adonde se dirigió, según una nota de El Espectador, “a ocupar un importante puesto en la canalización del río Magdalena”. Al parecer no tenía prisa, porque hizo una escala en Medellín, de modo que cuando finalmente llegó, el importante puesto no estaba disponible. Entonces se dedicó a lo que mejor sabía hacer: escribir para la prensa.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La jovialidad del pueblo costeño cautivó a Tejada, y no le costó integrarse al ambiente “alegre y babilónico” de “ruidosas bacanales”. En la Arenosa y en las poblaciones ribereñas del bajo Magdalena se topó con la “cara tremenda” de un dios que los salones timoratos y estirados del interior, “donde el artificio suele primar sobre la naturalidad”, no le habían permitido apreciar: el rostro extático del dios de la Danza, un arte en el que Tejada advertía una dimensión mística esencial: “El baile es religioso por sí mismo, porque en virtud del misterio del ritmo incorpora al ser al alma del Universo, establece una relación inefable entre el hombre, aislado y disgregado, y el cosmos profundo”. En “la cumbiamba” costeña, y no en “los frívolos bailes de etiqueta”, Tejada descubrió esa “significación prístina, religiosa y ritual”, esa realidad “bárbara y emocionante” que arrebata al danzar.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Desde las páginas de Rigoletto, el periódico que con su amigo de infancia Pedro Rodas Pizano le habían comprado al general Faraón Pertuz, Tejada condenó la matanza. El cronista, que recién llegado a Bogotá había contemplado “enternecido, la gloriosa calva de don Marco Fidel Suárez”, y quien llegó a declarar la “confianza” y la “franqueza” que le inspiraba el anciano gobernante, denunció “el fondo de iniquidad, de astucia, de inmoralidad que hay en todas y cada una de sus palabras”, poniendo en evidencia cómo, “sin desvirtuar de un todo la verdad, el Sr. Suárez la descoyunta, la diluye, le quita la dureza real”. En lo sucesivo, crítico feroz de su trayectoria, Tejada lo escarneció varias veces, al punto de referirse a él como “esa figura execrable, la más ingrata y la más inútil que ha pasado por nuestra historia política”.

                                                                                                                                La matanza de los artesanos en Bogotá socavó la conciencia nacional y abrió una grieta por donde, poco a poco, se irían desmoronando cuatro décadas de hegemonía conservadora. Tejada percibió esto como “el principio de una serie de conmociones puramente sociales” que revelaban el despertar de una lucha de clases en Colombia. Con una aguda visión del porvenir, vislumbró que lo peor estaba por suceder: “Aún presenciaremos muchas jornadas de marzo ―sentenció en “Obreros”―, aún las ametralladoras y las bocas negras de los fusiles rugirán en las calles y habrá más sangre y más lágrimas”. En diciembre de 1928, los centenares de víctimas de la masacre de las bananeras, en Ciénaga, terminarían dándole la razón.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                Para entonces, Tejada había remontado de nuevo el Magdalena, esta vez con destino a Medellín.

                                                                                                                                (¿Se consideraba Tejada un buen antioqueño? En el centenario de su fallecimiento, no se pierdan la próxima entrega sobre este cultor de la crítica crónica).

                                                                                                                                Por John Galán Casanova

                                                                                                                                Poeta y ensayista bogotano. Premio nacional de poesía joven Colcultura, 1993. Premio internacional de poesía "Villa de Cox", 2009.
                                                                                                                                Ver todas las noticias
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