Su nombre es Seusis Pausivas Hernández, su alias Jesús Santrich. Fue miembro del Estado Mayor Central de las Farc e hizo parte de la mesa de negociación con el gobierno Santos en La Habana. Cuenta su biografía que estudió Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad del Atlántico, y que después hizo un posgrado en Historia. Se unió a las Farc cuando tenía 21 años. Era, tal vez, un desconocido para muchos colombianos antes de que empezara formalmente el proceso de paz. Aquel anonimato, sin embargo, cambió aquel día en que un periodista de la televisión española, en Cuba, preguntó a Santrich y a Iván Márquez si estaban preparados para pedir perdón. Márquez, que en la imagen aparece risueño abrazando a su camarada, contesta: ¿usted qué dice, Santrich?
La respuesta se hizo viral en redes y quedó grabada en el corazón dolido de millones de colombianos. El “quizás, quizás, quizás” de Santrich, en aquel tonito burlón de bolero de Nat King Cole, ha entrado ya en el repertorio nacional de las grandes frases cínicas, junto al “no estarían recogiendo café” del entonces presidente Uribe y el “nosotros no tenemos desplazados, tenemos migración…” de José Obdulio. Ese ya viejo y conocido cinismo de Santrich (también apuntado contra De la Calle en Oslo tarareando a Juan Luis Guerra y su "tranquilo, Bobby, tranquilo") solo ha empeorado a medida que los miembros de la Farc, el partido político, se han vuelto invitados habituales de los medios de comunicación. Cada semana uno o varios de los cabecillas pasan por los micrófonos de alguna emisora o la cámara de algún canal. Y eso, a pesar de los interrogantes que bien pueden plantearse sobre la conveniencia de entrevistarlos permanentemente, me parece saludable en este largo y difícil camino de la reconciliación. Entre otras razones porque, si se trata de indignarse, desde siempre han desfilado criminales por los medios criollos.
Decía entonces que me parece saludable para esto tan difícil de la reconciliación que los colombianos puedan oír las razones de la Farc, sus propuestas, sus ideas, y también sus arrepentimientos, culpas y penas. A través de los medios, por ejemplo, vimos a la Farc pedir perdón en Bojayá y en Granada, leímos la carta que al papa envió Timochenko pidiendo perdón por tanta muerte y dolor. Y algunos de los líderes, Márquez y Catatumbo por ejemplo, han cambiado radicalmente el discurso en los medios, han disminuido el odio visceral y la confrontación verbal de forma considerable. Y, sin embargo, volvemos a Santrich. Me pregunto: ¿a qué juega Jesús Santrich?, ¿qué es lo que quiere? Hace unos días lo entrevistó mi colega Hassan Nassar, de La FM, por unos 20 minutos. Santrich criticaba a la Corte Constitucional y al Congreso por modificar los acuerdos que se firmaron en La Habana, Hassan replicaba que ni la Corte, ni el Congreso, tienen por qué servir de notarios. Y luego Hassan, señalando lo que en efecto creen muchos colombianos, le recordó a Santrich un hecho político: acá ganó el No en el plebiscito.
La respuesta de Santrich, después de llamar varias veces “niño” a Nassar, hace parte del repertorio de los mediocres que, ya sin argumentos, escapan al debate. “Ahhhh, dice Seusis Pausivas, es que usted es de esos del No, usted es un guerrerista que no es hijo de campesino, ya entiendo todo…”. Parecería ridículo tener que explicar, de nuevo, que haber votado No en el plebiscito no convierte a nadie en un fanático de la guerra. Parecería ridículo tener que explicar, de nuevo, que haber votado Sí en el plebiscito no convierte a nadie en un castrochavista comunista fanático de la impunidad. El país, señor Santrich, está tratando de superar esas mezquindades, de ir dos pasos más allá de los señalamientos que reducen y encasillan al otro en categorías simplistas: blanco o negro. El país, señor Santrich, está tratando de verlos y entenderlos como protagonistas políticos, como piezas de una democracia que tenemos el deber de construir. Bajo su mediocre lógica, don Santrich, jamás dejarían ustedes de ser más que unos criminales de lesa humanidad.
Flaquísimo favor le hacen los Santrich a este maltrecho proceso de paz. Hay que guardar el repertorio de las frases cínicas y los señalamientos que encasillan al otro. Dicen quienes lo conocen que Santrich es un tipo brillante. Hay que demostrarlo.
Su nombre es Seusis Pausivas Hernández, su alias Jesús Santrich. Fue miembro del Estado Mayor Central de las Farc e hizo parte de la mesa de negociación con el gobierno Santos en La Habana. Cuenta su biografía que estudió Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad del Atlántico, y que después hizo un posgrado en Historia. Se unió a las Farc cuando tenía 21 años. Era, tal vez, un desconocido para muchos colombianos antes de que empezara formalmente el proceso de paz. Aquel anonimato, sin embargo, cambió aquel día en que un periodista de la televisión española, en Cuba, preguntó a Santrich y a Iván Márquez si estaban preparados para pedir perdón. Márquez, que en la imagen aparece risueño abrazando a su camarada, contesta: ¿usted qué dice, Santrich?
La respuesta se hizo viral en redes y quedó grabada en el corazón dolido de millones de colombianos. El “quizás, quizás, quizás” de Santrich, en aquel tonito burlón de bolero de Nat King Cole, ha entrado ya en el repertorio nacional de las grandes frases cínicas, junto al “no estarían recogiendo café” del entonces presidente Uribe y el “nosotros no tenemos desplazados, tenemos migración…” de José Obdulio. Ese ya viejo y conocido cinismo de Santrich (también apuntado contra De la Calle en Oslo tarareando a Juan Luis Guerra y su "tranquilo, Bobby, tranquilo") solo ha empeorado a medida que los miembros de la Farc, el partido político, se han vuelto invitados habituales de los medios de comunicación. Cada semana uno o varios de los cabecillas pasan por los micrófonos de alguna emisora o la cámara de algún canal. Y eso, a pesar de los interrogantes que bien pueden plantearse sobre la conveniencia de entrevistarlos permanentemente, me parece saludable en este largo y difícil camino de la reconciliación. Entre otras razones porque, si se trata de indignarse, desde siempre han desfilado criminales por los medios criollos.
Decía entonces que me parece saludable para esto tan difícil de la reconciliación que los colombianos puedan oír las razones de la Farc, sus propuestas, sus ideas, y también sus arrepentimientos, culpas y penas. A través de los medios, por ejemplo, vimos a la Farc pedir perdón en Bojayá y en Granada, leímos la carta que al papa envió Timochenko pidiendo perdón por tanta muerte y dolor. Y algunos de los líderes, Márquez y Catatumbo por ejemplo, han cambiado radicalmente el discurso en los medios, han disminuido el odio visceral y la confrontación verbal de forma considerable. Y, sin embargo, volvemos a Santrich. Me pregunto: ¿a qué juega Jesús Santrich?, ¿qué es lo que quiere? Hace unos días lo entrevistó mi colega Hassan Nassar, de La FM, por unos 20 minutos. Santrich criticaba a la Corte Constitucional y al Congreso por modificar los acuerdos que se firmaron en La Habana, Hassan replicaba que ni la Corte, ni el Congreso, tienen por qué servir de notarios. Y luego Hassan, señalando lo que en efecto creen muchos colombianos, le recordó a Santrich un hecho político: acá ganó el No en el plebiscito.
La respuesta de Santrich, después de llamar varias veces “niño” a Nassar, hace parte del repertorio de los mediocres que, ya sin argumentos, escapan al debate. “Ahhhh, dice Seusis Pausivas, es que usted es de esos del No, usted es un guerrerista que no es hijo de campesino, ya entiendo todo…”. Parecería ridículo tener que explicar, de nuevo, que haber votado No en el plebiscito no convierte a nadie en un fanático de la guerra. Parecería ridículo tener que explicar, de nuevo, que haber votado Sí en el plebiscito no convierte a nadie en un castrochavista comunista fanático de la impunidad. El país, señor Santrich, está tratando de superar esas mezquindades, de ir dos pasos más allá de los señalamientos que reducen y encasillan al otro en categorías simplistas: blanco o negro. El país, señor Santrich, está tratando de verlos y entenderlos como protagonistas políticos, como piezas de una democracia que tenemos el deber de construir. Bajo su mediocre lógica, don Santrich, jamás dejarían ustedes de ser más que unos criminales de lesa humanidad.
Flaquísimo favor le hacen los Santrich a este maltrecho proceso de paz. Hay que guardar el repertorio de las frases cínicas y los señalamientos que encasillan al otro. Dicen quienes lo conocen que Santrich es un tipo brillante. Hay que demostrarlo.