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Autoentrevista. Comencemos por decir que este Gobierno es un maestro del engaño, y de ello darán cuenta los “autos” que encabezan esta columna. Primero fue la autoentrevista, el viernes 21 de mayo, cuando Iván Duque apareció en medios y redes sociales hablando en inglés para un supuesto medio internacional, echándole la culpa a Gustavo Petro de la crisis social que atraviesa Colombia: “Cuando gané las elecciones, el candidato que derroté dijo que iba a estar en las calles todo mi mandato, que iba a protestar durante todo mi gobierno. (...) Su propósito era no dejarme gobernar”.
En respuesta a pregunta formulada por Caracol Radio, desde Palacio reconocieron que “la entrevista fue hecha por el equipo digital de Palacio para compartir la postura del presidente frente a temas de interés nacional”. (Ver noticia). Pero semanas después, en respuesta a un derecho de petición formulado por Ramiro Bejarano, dijeron que se trató de “una entrevista con Bernardo Álvarez, editor, diseñador, fundador y director de Shine Creative, bastante desconocido; que Duque habló en inglés porque así le hablaron y que quien difundió el video no fue el Gobierno”. (Ver respuesta).
Lo que se acostumbra es mentir primero y ya caídos, corregir con la verdad; pero aquí ocurrió al revés.
Autobomba. Casi un mes después, el 15 de junio el país se estremeció con la noticia de un atentado mediante un carrobomba dentro de la Brigada 30 del Ejército en Cúcuta. (Ver noticia). En respuesta a pregunta formulada por la revista Forbes, dijeron que no se presentaron víctimas fatales porque la explosión ocurrió en un área de oficinas que estaban vacías debido a que el personal de la brigada adscrito a la Segunda División se hallaba en cuarentena por covid. Pero debieron haber recapacitado, porque en precipitada rueda de prensa en horas de la noche el ministro de Defensa afirmó que hubo 36 heridos por el “atentado terrorista”.
Ahora bien, nunca se vio un solo lesionado ni mostraron la lista de los supuestos heridos y los grandes medios se conformaron con la versión oficial, ninguno exigió dicha lista. ¿Hubo de verdad heridos? Averígüelo, Vargas…
¿Autoatentado? Dentro de la misma saga, diez días después el país se estremeció -de nuevo- con una noticia en apariencia muy delicada: dispararon contra el helicóptero de la FAC donde viajaba el mismísimo presidente de la República entre Sardinata y Cúcuta.
Si ya es extraño que un grupo terrorista logre penetrar con tan asombrosa facilidad una brigada del Ejército para hacer daño con un carrobomba, más sospechoso resulta que la seguridad del presidente de la República haya podido ser vulnerada de modo tan sencillo desde tierra. ¿Cómo? Dizque con disparos de fusil. Para aumentar la sospecha, los orificios de las balas sobre el helicóptero parecían más de salida que de entrada, como se aprecia en este video. ¿Que la bala pudo haber entrado, atravesado y salido? Como así: ¿no se supone que si la nave es blindada, el blindaje retiene la bala?
Pero ya entra en la categoría de ridículo la noticia según la cual la Policía encontró dos fusiles cerca del aeropuerto Camilo Daza en Cúcuta, un AK-47 y un 7-62. Y este último “con marcas de las Fuerzas Armadas de Venezuela”. ¿O sea que Maduro quiso matar a Duque? En serio, ¿nos quieren hacer creer que los autores del atentado en lugar de dejar un comunicado reivindicando el ataque, prefirieron abandonar ahí mismo las armas con todo y proveedores, como prueba reina en huellas y ADN que conduzca a su eventual captura? Solos les faltó dejar la cédula, el pasaporte, el carné de afiliación al Eln y una selfi con Maduro.
Autogolpe. En orden cronológico el cuarto lugar lo ocupa el autogolpe, pero en el contexto de lo que se dijo en “El autogolpe ya empezó”. Para el caso que nos ocupa, el autogolpe opera como el escenario donde se desarrolla una tramoya de montajes, autoentrevistas, autobombas, aparentes autoatentados y mucho autobombo. Este último, el autobombo, consiste en aplicar al dedillo la consigna de Joseph Goebbels, director de Propaganda del nazismo: “Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores”.
Lo cierto es que este gobierno está subido sobre un tigre del que no se puede bajar, porque si se baja, el tigre se lo come. En esto coincide el político y analista Duvalier Sánchez cuando en entrevista para El Unicornio afirma que “han desatado el caos para impedir a toda costa que haya un cambio de gobierno en las elecciones de mayo de 2022”.
Es de Perogrullo prever que el uribismo perdería el poder por la vía electoral el año entrante y, si lo pierde, más de uno deberá rendir cuentas -comenzando por el comandante en jefe- no solo ante la justicia nacional sino ante la Corte Penal Internacional (CPI), por crímenes de lesa humanidad como torturas, asesinatos, desmembramientos y desapariciones de jóvenes.
Entonces, ¿qué harán para impedirlo? Pues lo mismo que han venido haciendo, ceñidos a un libreto que pareciera trazado sobre un escenario de guerra: autoentrevistas, autobombas y autobombo a la lata.
Y si la memoria no nos falla, el libreto se remonta a los días de la campaña electoral en que súbitamente le encanecieron el pelo al candidato Iván Duque para que luciera menos bisoño, con más experiencia. ¿Cómo se le podría llamar a esa forzada canicie, acaso autoenvejecimiento?
Post Scriptum. ¿Recuerdan el supuesto atentado que iban a ejecutar desde una casa bomba en Puerto Colombia contra el entonces presidente Álvaro Uribe, del que luego se supo había sido un montaje del director del DAS en Barranquilla, Emilio Vence Zabaleta, para ganar puntos ante su jefe? Aunque Vence fue destituido por la Procuraduría, Uribe le dio la orden al director del DAS, Jorge Noguera, de reintegrarlo. Y así se hizo. (Ver noticia). ¿Ya entienden entonces de dónde viene el agua para el molino de los “atentados” más recientes?